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El riesgo de fuga nuclear fuerza una evacuación masiva

La radiactividad y la presión se disparan en varios reactores y obligan el desalojo de 45.000 personas

El fantasma de Chernóbil se paseó ayer una vez más por el mundo. El seísmo que azotó Japón hundió en una situación de dramática emergencia a las grandes centrales nucleares de Fukushima I y II, situadas a unos 240 kilómetros al norte de Tokio. En la primera, fallaron los sistemas de refrigeración de uno de los seis reactores con los que cuenta la planta. Los niveles de radiactividad subieron 1.000 veces por encima de lo normal al interior del reactor y ocho veces más a la entrada de la planta, según la Agencia para la Seguridad Nuclear e Industrial, que descartó que el aumento representara una "amenaza inmediata a la salud pública".

En la segunda planta, la empresa operadora, Tokyo Electric Power Company, reconoció anoche haber perdido en otros tres reactores la capacidad de controlar la presión, que subía anoche de manera amenazadora. El Gobierno nipón, que durante horas había lanzado mensajes de tranquilidad, forzó la evacuación de unas 45.000 personas en la zona de las centrales, que distan unos 12 kilómetros la una de la otra.

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El gran terremoto y posterior tsunami provocó el apagón automático de 11 de las 54 centrales niponas y obligó al Gobierno japonés a decretar el estado de emergencia nuclear. Tras llamar a la calma, el Ejecutivo reconoció finalmente que podría haberse producido una "pequeña" fuga radiactiva. Más tarde, según la agencia Kyodo, dio la orden a Tokyo Electric Power Company de soltar la presión en unos contenedores de emergencia. Esta operación podría causar pequeñas fugas radiactivas.

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El primer ministro, Naoto Kan, viajó a la zona para supervisar la gestión de la emergencia.

Tanto la declaración de emergencia nuclear del Gobierno, como las evacuaciones, se produjeron en paralelo a continuas llamadas a la tranquilidad por parte de las autoridades y reiteradas declaraciones sobre la ausencia de fugas radiactivas.

Pero si había alguna duda sobre que algo grave estaba pasando, un anuncio de la secretaria de Estado de EE UU, Hillary Clinton, despejó ya ayer por la tarde las dudas. Clinton explicó que la Fuerza Aérea estadounidense con base en Japón había transportado material refrigerante a la central dañada. El propósito del envío era estabilizar la temperatura del combustible en el reactor en riesgo y evitar la peor de las situaciones: el calentamiento incontrolado del núcleo, su posible fusión y la liberación de partículas radiactivas al entorno. Posteriormente, las Fuerzas Armadas estadounidenses aclararon haber recibido de las autoridades japonesas una petición de ayuda con el refrigerante, pero que finalmente la entrega no se realizó, informa Reuters.

El refrigerante es crucial en el funcionamiento del reactor. La mayor parte de la energía desprendida en una central nuclear es en forma de calor. Para poder emplearlo, por el centro del reactor debe pasar un refrigerante, que generalmente transmite el calor a una caldera o generador. El refrigerante, según explica Foro Nuclear, la asociación de empresas con intereses nucleares en España, debe ser anticorrosivo, tener una gran capacidad calorífica y no debe absorber los neutrones.

Los refrigerantes más usuales son gases, como el anhídrido carbónico y el helio, y líquidos como el agua ligera y el agua pesada. Incluso hay algunos compuestos orgánicos y metales líquidos como el sodio que también pueden emplearse para este fin.

Los problemas en las centrales japonesas recrudecieron el debate sobre la seguridad de las instalaciones nucleares (existen 436 reactores en funcionamiento en el mundo). Ecologistas en Acción, entre otras organizaciones, alertó de la "vulnerabilidad" de las centrales nucleares, incluso de las más modernas, ante los terremotos u otros fenómenos de la naturaleza. En opinión de la organización ecologista, este tipo de catástrofes debe hacer reflexionar a la comunidad internacional sobre el uso de centrales nucleares para generar energía.

España es uno de los países en el que el debate nuclear está más vivo que nunca dada la dependencia energética del país.

Una planta de gas en llamas, tras el terremoto, en la ciudad de Chiba.
Una planta de gas en llamas, tras el terremoto, en la ciudad de Chiba.EFE

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