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Catástrofe en Chile

El seísmo inutiliza la red sanitaria

EE UU y los países vecinos envían hospitales de campaña a las zonas devastadas

El terremoto y el tsunami de la madrugada del sábado, que azotaron una extensión del país donde se concentra el 80% de la población chilena, pusieron en tensión los servicios de salud y dejaron nueve hospitales fuera de servicio, algunos de ellos en ruinas, con 4.000 camas que no puedan ser usadas justo cuando más se necesitan. La ayuda internacional que ha pedido Chile y que comenzó a llegar con la reapertura parcial del aeropuerto de Santiago, se concentra en medios sanitarios y en comunicaciones.

La secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, que ayer hizo una visita relámpago al país, trajo consigo teléfonos vía satélite y anunció el envío de hospitales de campaña con capacidad quirúrgica, equipos electrógenos y sistemas de purificación de agua. El presidente peruano, Alan García, llegó con tres aviones, en uno de los cuales venía un hospital de campaña junto a decenas de médicos.

Los pacientes que estaban en mejores condiciones tuvieron que ayudar al resto
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Clinton, que se reunió primero con la presidenta en funciones, Michelle Bachelet, y después con el presidente electo, Sebastián Piñera, sostuvo que el terremoto tuvo mucha más intensidad que el que sufrió Haití, y homenajeó la fortaleza del pueblo chileno.

Sorpresivamente, el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, se adelantó un día a Clinton y ofreció toda la cooperación necesaria para que los chilenos sufran "lo menos posible con esta catástrofe". Lula también anunció que la ayuda comenzará con el envío de grupos de rescate y un hospital de campaña. Desde Argentina, la presidenta Cristina Fernández también se comprometió a enviar hospitales de campaña.

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La red hospitalaria chilena recibió con el terremoto un golpe del que tardará en recuperarse. En varios hospitales, todo el personal -enfermeras, médicos, auxiliares- tuvo que evacuar a los pacientes en camillas en medio de los derrumbes, el polvo y la confusión antes de que se produjeran nuevas réplicas. Al principio, los enfermos quedaron a la intemperie durante la madrugada. Los pacientes que estaban en mejores condiciones tuvieron que ayudar al resto.

A la crisis sanitaria se agrega el cierre de las farmacias por la falta de electricidad -en algunas ciudades, varias fueron saqueadas-, y la clausura de los laboratorios médicos.

Para encarar la situación, las Fuerzas Armadas han instalado hospitales de campaña en las zonas más dañadas por el seísmo. La presidenta Bachelet, médico pediatra de profesión, visitó ayer el hospital de Curicó. Los heridos más graves están siendo trasladados a Santiago en la medida que su condición lo permita. El ministro de Salud, Álvaro Erazo, informó de que se van a instalar también farmacias de campaña para distribuir medicamentos.

El Ministerio de Salud emite a través de las emisoras de radio recomendaciones para que la población sin agua potable pueda utilizar las fuentes existentes. El temor a que la emergencia sanitaria se agrave es aún patente. Ante el hedor de los cuerpos de las víctimas que permanecen entre las ruinas, los soldados y socorristas trabajan con mascarillas.

También se han producido grandes daños en los cementerios. En Constitución, junto con edificios públicos, gasolineras, restaurantes y residencias lujosas de veraneo, el cementerio quedó arrasado. Los vecinos piden la clausura del recinto y que los cuerpos de los fallecidos sean depositados en fosas comunes para evitar epidemias.

El Registro Civil ha enviado también un equipo móvil para poder entregar en las ciudades destruidas certificados de defunción y cédulas de identidad. Sin un certificado de defunción, las víctimas no pueden ser sepultadas. Y las cédulas de identidad, que en Chile es obligatorio portar siempre, son exigidas por los militares en los puestos de controles instalados en las calles.

La presidenta de Chile, Michelle Bachelet (izquierda), recibe a la secretaria de Estado de EE UU, Hillary Clinton
La presidenta de Chile, Michelle Bachelet (izquierda), recibe a la secretaria de Estado de EE UU, Hillary ClintonAP

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