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Los socialistas europeos piden el cargo de Exteriores para apoyar a Barroso

El presidente de la Comisión confía en lograr su reelección pese a las críticas

Andreu Missé

A trancas y a barrancas pero cada día con más soltura, José Manuel Durão Barroso, de 53 años, afianzó ayer su posición para ser reelegido de nuevo presidente de la Comisión Europea el día 16. La decisión de votarle en esta fecha se decidirá hoy por los distintos grupos pero cuenta con el apoyo del Partido Popular Europeo (PPE), con 265 escaños; conservadores británicos y checos (54); liberales (84) y los socialistas españoles, británicos y portugueses. Pero la combatividad de los debates hace que sea todavía incierto el resultado. Un diputado que comparó su actuación con la de hace cinco años reconoció que esta vez Barroso había actuado "con más aplomo y había sabido encontrar un discurso entre la lucha contra el cambio climático y la crisis financiera".

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Barroso, que en las sesiones anteriores había obtenido un total respaldo de los dos grupos de la derecha, ayer tuvo que batirse el cobre frente a socialistas (184), liberales (84) y verdes (55). Tras la audiencia ante los socialistas, que se celebró a puerta cerrada, su portavoz, Martin Schulz, puso como condición para dar su apoyo al político portugués que el Alto Representante de la Política Exterior de la UE, el cargo que actualmente ocupa Javier Solana, "sea un socialista". También exigió que haya "un equilibrio político entre derecha e izquierda en la Comisión Europa".

Sin embargo, la gran mayoría de las intervenciones socialistas fueron muy severas con la política del presidente de la Comisión de los últimos cinco años y apostaron por aplazar la votación hasta después de la celebración del referéndum en Irlanda sobre el Tratado de Lisboa, el próximo 2 de octubre. El presidente del Partido Socialista Europeo, Poul Nyrup Rasmussen, fue especialmente crítico al definir a Barroso como "un buen actor pero un mal político" y se quejó de que sus respuestas "no habían sido concretas".

La estrategia de Schulz parece ser la de apaciguar a los grupos más críticos, especialmente italianos y franceses. Su objetivo es que su grupo se abstenga el próximo 16 y forzar así una negociación sobre la composición de la futura Comisión y sobre todo asegurar unos mínimos sociales del nuevo mandato (garantizar los mismos derechos a los trabajadores desplazados que a los nacionales, eliminar el límite de las 65 horas semanales y que se pueda aprobar otra directiva similar, y enfatizar la política social especialmente la lucha contra el paro).

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Ramón Jáuregui, secretario general de la delegación de los socialistas españoles, planteó la necesidad de cambiar de discurso en la izquierda "abandonando las posiciones testimoniales y hacer frente al soberanismo y nacionalismos rampantes en las instituciones europeas". En este sentido, Jáuregui abogó por un "gran pacto europeo que promueva más Estado y un mejor mercado", que en su opinión es la idea que presenta Barroso y que defenderá la UE en la reunión del G-20 en Pittsburgh.

El líder de los liberales, el ex primer ministro belga Guy Verhofstadt, se mostró partidario de apoyar la votación de Barroso el próximo miércoles, pero a condición de que inmediatamente se ponga en marcha el nombramiento de toda la Comisión.

La contradicción que supone nombrar a Barroso "con prisas" ahora con el Tratado de Niza vigente y menos exigente (mayoría simple) y a la nueva Comisión dentro de unos meses con el de Lisboa (mayoría absoluta) fue puesta de relieve por el presidente de los Verdes, Daniel Cohn-Bendit, esgrimiendo dictámenes jurídicos. La audiencia abierta ante este grupo fue un vivo toma y daca, en la que el ex presidente portugués no estuvo manco. A las críticas de su evolución desde "el maoísmo a las posturas más conservadoras como promover la guerra de Irak", Barroso se revolvió reivindicando "sus protestas en la calle cuando tenía 16 o 17 años contra la colonización".

Barroso, antes de la reunión con Los Verdes, ayer en Bruselas.
Barroso, antes de la reunión con Los Verdes, ayer en Bruselas.AFP

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