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El 'superministro' de Economía de Brasil, Antonio Palocci, dimite por las acusaciones de corrupción

Juan Arias

Antonio Palocci, superministro brasileño de Economía y la figura más importante y emblemática del Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva, fue relevado ayer de su cargo después de que el propio ministro pidiera su sustitución en una carta, en respuesta a las acusaciones de corrupción que en las últimas semanas han estrechado el cerco a su alrededor.

El economista Guido Mantega, de 55 años, actual presidente del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) y uno de los redactores del programa económico que llevo a Lula al poder en 2002, le sucederá en el cargo.

Palocci, de 45 años, permaneció en pie cuando arreció la lluvia de acusaciones de corrupción durante su mandato como alcalde de Riberão Preto. Sin embargo, su situación se volvió insostenible después de que Francenildo Costa, el portero de un local alquilado en Brasilia por tres de los asesores del ministro, asegurase haberlo visto visitar en 2004 la mansión, donde supuestamente se hacían fiestas y repartían fondos procedentes de sobornos.

Costa afirmó que había visto a Palocci "entre 10 y 20 veces" en la casa, algo que el hasta ahora ministro había negado categóricamente ante la comisión de investigación de los casos de corrupción del Parlamento. Al parecer, la casa también era utilizada para organizar fiestas nocturnas con jóvenes prostitutas.

Después de acusar a Palocci, se levantó el secreto de las cuentas que el portero mantenía en la Caixa Economica, una institución del Estado. El presidente del Supremo, Nelsom Jobim, consideró el hecho como "el más grave cometido en una democracia", porque el portero había acabado pasando de la condición de acusador a la de acusado y perseguido, algo que la opinión pública consideró inaceptable. Ayer mismo, el presidente de la Caixa, Jorge Matoso, declaró ante la policía que él mismo había entregado copias de la cuenta de Francenildo Costa al ministro Palocci.

Partidos de la oposición

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Los dos mayores partidos de la oposición, el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) y el Partido del Frente Liberal (PFL), habían pedido recientemente al Parlamento la destitución de Palocci por haber mentido a la comisión de investigación del Senado y por su supuesta implicación en la quiebra del secreto bancario del portero.

El presidente Lula, que en los últimos días mantuvo varias reuniones con Palocci, se vio acorralado entre la espada y la pared. Destituir al ministro de Economía suponía quedarse desnudo y sin escudo ante los ataques de la oposición en su contra; mantenerlo en el cargo -como hubiese preferido Palocci para no perder la inmunidad parlamentaria y quedar merced de la justicia- hubiera significado un desgaste no menor.

A pesar de que el ala más a la izquierda del Partido de los Trabajadores (PT), al que pertenece Lula, pedía al presidente que sustituyese a Palocci por un político menos riguroso en cuestiones fiscales, el mandatario prefirió a Mantega, que está en la misma línea del ministro saliente, lo que sin duda contribuirá a calmar la inquietud generada en los mercados y en los inversores extranjeros por la dimisión de Palocci.

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