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Reportaje:

El 'talibán de Bremen' pone en apuros al ministro

El secuestro del turco Murat Kurnaz, ex preso en Guantánamo, amenaza al titular alemán de Exteriores, Frank Steinmeier

Los cinco años que el turco nacido en Alemania Murat Kurnaz, de 24 años, pasó en Guantánamo como sospechoso de ser terrorista islámico, aunque era inocente, se han convertido en una pesadilla para el ministro de Asuntos Exteriores alemán, el socialdemócrata Frank Steinmeier (SPD).

El hoy jefe de la diplomacia alemana ocupó en el anterior Gobierno de coalición entre el SPD y Los Verdes la jefatura de la cancillería de Gerhard Schröder y es el principal responsable de que Kurnaz no quedase en libertad y tuviese que soportar meses de malos tratos y torturas en Guantánamo. Steinmeier tendrá que comparecer el próximo 8 de marzo ante la comisión que en el Parlamento Federal (Bundestag) investiga el caso del llamado talibán de Bremen. No se espera que Steinmeier tenga que dimitir, pero su imagen ha sufrido un fuerte golpe con una caída de 22 puntos en la valoración popular.

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En los últimos días, Steinmeier ha optado por la táctica de no hay mejor defensa que un buen ataque. Fiel a este principio, Steinmeier argumenta que actuó bien cuando al frente de la cancillería de Schröder, y como coordinador de los servicios secretos, se opuso al retorno del preso de Guantánamo a Alemania. Evoca Steinmeier aquellos días posteriores al 11-S y los atentados contra Nueva York y justifica la decisión en contra de Kurnaz con que había que optar por la seguridad. "¿Qué hubiera ocurrido si Kurnaz regresa a Alemania y después se hubiese implicado en un acto terrorista?", pregunta el hoy ministro de Exteriores. Añade Steinmeier en su defensa que no existió ninguna "oferta oficial" de Estados Unidos para dejar en libertad a Kurnaz, tras haber comprobado su inocencia. Los expertos interpretan que esto significa que sí hubo ofertas, aunque "no oficiales", pero en este negocio las oficiales no existen.

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Al ver los apuros de Steinmeier y que los socios democristianos (CDU/CSU) de la gran coalición lo dejaban a su suerte, salieron en su apoyo pesos pesados del SPD. Steinmeier no tiene una base de apoyo fuerte en el partido. Su carrera se forjó en los despachos a la sombra de Schröder. No obstante, tras su sorpresiva designación como ministro de Exteriores, Steinmeier se ha convertido en uno de los pilares de la gran coalición, sin que el SPD cuente con alguien en el banquillo capaz de sustituirle. En esto reside su fuerza y la mejor garantía de que no perderá el cargo por culpa de un turco con una barba hasta la cintura, sobre el que flota además la sospecha de afinidades islamistas. En las filas socialdemócratas han tocado a rebato y hasta el ex canciller Schröder, que en un primer momento se lavó las manos, ahora se ha volcado para asegurar que Steinmeier siempre actuó conforme a sus instrucciones y fiel a su política en su gabinete.

La actuación de Steinmeier y el grupo de crisis, formado por los jefes policiales y de los servicios secretos, en el caso de Kurnaz son un auténtico capítulo de desprecio por los derechos humanos. Al mismo tiempo, pone de manifiesto la doble moral de aquel Gobierno de centro-izquierda rojiverde que tuvo el valor de oponerse a la guerra de Irak y a la política de EE UU en la región, pero que bajo cuerda colaboraba a fondo en el juego sucio de los servicios secretos.

No cabe duda de que el llamado talibán de Bremen dio motivos para que le sometiesen a observación, sobre todo en aquellos días posteriores al 11-S y tras averiguarse que alguno de los pilotos que lanzaron los aviones contra las Torres Gemelas vivían desde hacía años en la vecina ciudad de Hamburgo. Kurnaz nació en una familia de turcos integrados en Alemania. Su madre, Rabiye, de 48 años, habla un alemán excelente y contemplaba con espanto la evolución de su hijo Murat, que se había hecho religioso y empezado a frecuentar la mezquita considerada más radical en Bremen. Incluso pretendía que su madre se pusiese el velo, cosa que la mujer rechazó: "Se dejó crecer la barba y adaptó sus comidas a las más estrictas normas islámicas. Me dijo que tenía que llevar el velo y rezar para no quemarme en el infierno". La madre llegó a increpar al imán de la mezquita, al que acusó de haber lavado el cerebro a su hijo.

Unas tres semanas después del 11-S, Kurnaz salió para Pakistán con la intención de formarse en el Corán. No lo admitieron en varias escuelas y decidió regresar a Alemania. El 1 de diciembre de 2001, en Peshawar, cerca de la frontera de Afganistán, lo detuvo la policía paquistaní, que lo vendió a las fuerzas estadounidenses por 3.000 dólares como un presunto terrorista. De allí lo trasladaron a Kandahar, en Afganistán. Kurnaz asegura que allí le interrogaron y maltrataron soldados alemanes de las fuerzas especiales. Sobre este asunto está abierta en Berlín una comisión de investigación.

El viaje concluyó en Guantánamo, donde pasó cinco años, hasta que la nueva canciller democristiana Angela Merkel (CDU), que había recibido una carta de la madre de Kurnaz y de su abogado, planteó el caso al presidente de Estados Unidos, George W. Bush, en su primera visita a la Casa Blanca. Quedó así reparado lo que su ministro de Exteriores, el socialdemócrata Steinmeier, no había podido, sabido o querido resolver cuando trabajaba como brazo derecho del entonces canciller Schröder.

Las maniobras de Steinmeier y los jefes de los servicios secretos para impedir el retorno de Kurnaz a Alemania, aunque ya se había constatado su inocencia, constituyen un auténtico arsenal: afirmar que era turco y que el caso no competía a Alemania; prohibir por vía administrativa el ingreso, porque no había renovado, como es preceptivo cada seis meses, el permiso de residencia en Bremen; intentar construir una vinculación con el terrorismo que legitimase el rechazo. De todas estas acusaciones tendrá que responder Steinmeier el 8 de marzo ante la comisión de investigación del Bundestag.

Murat Kurnaz, en el Parlamento alemán, el pasado 18 de enero.
Murat Kurnaz, en el Parlamento alemán, el pasado 18 de enero.AFP

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