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Los talibanes secuestran a 30 empleados de la comisión electoral

Entre los rehenes hay dos candidatos a las legislativas de hoy en Afganistán

Dos candidatos electorales se encuentran entre la treintena de personas secuestradas en Afganistán, según reconoció ayer un portavoz del Gobierno. Esta masiva toma de rehenes es considerada otra forma de presionar a los votantes que se suma al boicot declarado por los talibanes contra las elecciones legislativas que se celebran hoy en el país y de las que el presidente Hamid Karzai espera salir reforzado.

La Comisión Electoral comunicó el rapto en la noche del jueves de un candidato en la provincia de Lagman, cuya autoría fue reivindicada posteriormente por los talibanes. Su captura se unió a la del candidato desaparecido hace tres días en la provincia occidental de Herat -donde se encuentra desplegado parte del contingente español-, quien fue secuestrado con tres de sus ayudantes. La comisión denunció también el secuestro de otros 10 empleados en la campaña electoral que desaparecieron en la norteña provincia de Badghis, en la que se encuentra el PRT (equipo de reconstrucción provincial) de España. El jefe de la Policía de Badghis, Sayed Ahmad Sameh, aseguró que los talibanes habían solicitado reunirse con los líderes tribales de la ciudad de Muqur, a los que finalmente capturaron.

La violencia ha obligado a cerrar mil de los 6.835 colegios electorales

Desde el inicio de la campaña política se han producido numerosos secuestros y ataques por parte de los principales grupos insurgentes, que han anunciado su boicot a los comicios. A las elecciones concurren 2.556 candidatos que se disputarán los 249 escaños de la Cámara Baja. Frente a las amenazas de violencia y de fraude, la Comisión Electoral ha decidido mantener cerrados 938 de los 6.835 colegios electorales.

Pero, pese a las dificultades y obstáculos interpuestos por los talibanes y a la corrupción rampante de las instituciones del país, el proceso de democratización en Afganistán prosigue. Una mínima esperanza se abre hueco entre el escepticismo total tanto de la población -más preocupada por los altos niveles de violencia y el temor a las amenazas de los talibanes- y el de la comunidad internacional para la que cualquier resultado mínimamente más legitimado que los de las desastrosas elecciones presidenciales de 2009 significará un paso adelante.

A lo largo de la última semana de campaña se han acumulado advertencias y denuncias de diversas organizaciones de Derechos Humanos, como Amnistía Internacional o Human Rights Watch, que coinciden en que el país sigue sin estar preparado -nueve años después de la invasión estadounidense- para celebrar unos comicios limpios y democráticos.

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Las razones son las de siempre: falta de seguridad y desconfianza hacia los mecanismos electorales, paralizados por el histórico clientelismo y la corrupción institucional. El sistema electoral afgano no permite partidos políticos, por lo que el Parlamento refleja la compleja realidad afgana: representantes de las etnias pastún (mayoritaria en el país), tayika, uzbeka y hazara se entremezclan con los sempiternos señores de la guerra, jefes tribales e intermediarios encargados de crear los bloques parlamentarios.

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