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Un tiroteo en una favela obliga a suspender temporalmente los vuelos de São Paulo a Río

Se agudiza la tensión por los alardes de los 'narcos' en sus enfrentamientos con las fuerzas del orden

El aeropuerto internacional de Guarulhos y el aeropuerto nacional de Congonhas, ambos en la ciudad brasileña de São Paulo, suspendieron ayer durante casi una hora los vuelos a Río de Janeiro a causa de un tiroteo en una favela, que dejó tres muertos. Esta barriada carioca se encuentra en la ruta obligada de los aviones que llegan desde São Paulo, según explicó el presidente de Aviación, José Carlos Pereira. Es la primera vez en la historia de Brasil que los tiros de los narcotraficantes obligan a dos grandes aeropuertos del país a una medida de este tipo.

El problema de la violencia en las favelas de Río y los combates en su interior de la policía y de la Fuerza Nacional de Seguridad (FNS) con los traficantes de droga se hace cada día más tenso y peligroso. Dos puestos de la Policía Militar en las cercanías de la favela de la Isla del Gobernador, conocida como Morro do Dendê, fueron atacados ayer simultáneamente por narcotraficantes desde cuatro vehículos. Sólo se registraron heridos.

Los mismos que atacaron las comisarías de policía tomaron como rehenes a los miembros de dos familias del barrio. Las fuerzas del orden no consiguieron detenerles. Al parecer, algunos fueron vistos más tarde en el aeropuerto internacional Tom Jobim de Río, pero de nuevo escaparon sin dejar rastro.

Hasta los miembros de la FNS, un cuerpo de élite que está participando en operaciones conjuntas con las policías civil y militar en las favelas de Río, han sido objeto recientemente de las burlas de los traficantes: delante de ellos, danzaban exhibiendo sus armas modernas y sofisticadas, mientras disparaban al aire con arrogancia.

Los especialistas se dividen a la hora de abordar el tema de la violencia en las favelas, cuyos habitantes viven aterrorizados por el fuego cruzado de las fuerzas del orden y de los narcos que se disputan el territorio. Los principales damnificados son son los niños, que muchas veces no pueden asistir a la escuela y se convierten cada día en víctimas de las tristemente famosas balas perdidas. Hay expertos en seguridad que defienden que sólo una fuerte represión puede intimidar a los narcotraficantes. Otros, sin embargo, insisten en que, si no se resuelven los graves problemas del desempleo y la formación profesional de la juventud, por cada joven traficante muerto aparecerán tres para sustituirle, porque para ellos el tráfico de drogas es la única salida económica, a pesar de saber que el precio que conlleva es el de una muerte prematura.

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