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La transmutación de McCain

La presión de la extrema derecha obliga al senador a radicalizar su política - Pide ayuda a Sarah Palin en su campaña para salvar el escaño en Arizona

Antonio Caño

Acosado por el Tea Party y las fuerzas extremistas que van abriéndose paso en el Partido Republicano, John McCain, el viejo rebelde de la política conservadora, aparece estos días como un dócil militante de la derecha que se ve obligado a pedir ayuda a Sarah Palin para mantener su puesto en el Senado. Su situación, además de ser un reflejo de la debilidad de McCain tras haber sido derrotado por Barack Obama, es ilustrativa de la transformación que se está produciendo en el partido de la oposición a siete meses de unas legislativas en las que está en juego su resurrección.

"Yo nunca me he considerado un rebelde", declaró sorprendentemente McCain la semana pasada a Newsweek, sin reparar en que esa es la palabra que le define en sus dos libros autobiográficos y el logo que utilizó durante sus dos campañas presidenciales.

El antiguo rival de Obama ha dilapidado su integridad, según destacados analistas

Su comportamiento político, durante muchos años, se correspondió con ese calificativo. McCain criticó a George Bush por la guerra de Irak y, a lo largo de su carrera en el Senado, votó numerosas veces junto a los demócratas y promovió iniciativas legislativas con senadores del otro bando. Entre ellas, una ley migratoria progresista firmada con el desaparecido mariscal de la izquierda, Edward Kennedy.

Esta semana, sin embargo, McCain apoyó una ley en su Estado de Arizona que, en pocas palabras, deja manos libres a la policía para detener y expulsar a cualquier sospechoso de haber entrado en el país ilegalmente. En los últimos meses, McCain, de 73 años, se sumó constantemente a las críticas de su partido contra la Administración de Obama y, aunque no estuvo entre las voces más radicales, nunca aportó ninguna disonancia.

El caso ha llamado la atención de los periodistas, que constantemente le preguntan sobre este aparente giro. El columnista y premio Pulitzer Leonard Pitts afirma que el senador ha dilapidado toda su integridad y le acusa de haber "completado su transmutación en un avatar de todo lo peor de la política norteamericana".

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McCain se ha defendido afirmando que quienes le reprochan esa transformación son simples resentidos por el hecho de que se opusiera vehementemente a la reforma sanitaria propuesta por Obama y recientemente aprobada por el Congreso. "Voy a seguir luchando contra el gasto incontrolado de esta Administración", asegura.

El cambio de McCain puede, en realidad, estar motivado por razones más sencillas y prosaicas. McCain nunca había encontrado resistencia para renovar su escaño por Arizona. Este año, sin embargo, ha surgido un rival insospechado: J. D. Hayworth, un locutor radiofónico que concurre a las primarias republicanas con el eslogan "el conservador consistente".

Las opciones de Hayworth hace tres meses eran tan escasas que McCain ni siquiera hacía campaña. Ahora, con un discurso ultra y el apoyo de los grupos más conservadores, se encuentra a cinco puntos de distancia del veterano senador. De repente, los medios de comunicación de Arizona se han llenado de propaganda de McCain, incluso con un anuncio descalificando a su rival. La alarma en el cuartel general del senador ha cundido hasta tal punto que, a finales del mes pasado, solicitaron la participación de Sarah Palin en un mitin junto a su antiguo compañero de candidatura presidencial.

La relación entre McCain y Palin era muy fría desde que algunos responsables de aquella campaña responsabilizaron públicamente a la ex gobernadora de Alaska por la derrota. Pero lo cierto es que, desde noviembre de 2008, las carreras de ambos han tomado rumbos diferentes: hacia arriba la de Palin y hacia abajo la de McCain.

Tanto es así que, en el mitin de apoyo a su candidatura, McCain tuvo que ceder todo el protagonismo a su invitada y tuvo que aceptar que entre el público se distribuyeran carteles con la leyenda de "Palin 2012". No es más que el reconocimiento de que la suerte de McCain, como la de Charlie Christ en Florida, como la de muchos otros consagrados republicanos, está hoy en manos de Palin y de sus tropas del Tea Party.

El senador John McCain en un acto en Washington el lunes para hablar sobre un plan contra la inmigración ilegal en la frontera de Arizona.
El senador John McCain en un acto en Washington el lunes para hablar sobre un plan contra la inmigración ilegal en la frontera de Arizona.AP

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