_
_
_
_
_

El tribunal de la ONU estrecha el cerco sobre Hezbolá por el crimen de Hariri

El fiscal detalla las pruebas que implican a cuatro miembros de la milicia

Enric González

El pulso entre el tribunal especial de la ONU y Hezbolá está llegando al límite. Los investigadores internacionales no consiguen que la policía libanesa detenga a los cuatro miembros de la milicia chií acusados de asesinar en 2005, en Beirut, al ex primer ministro Rafik Hariri. Para elevar la tensión, el tribunal ha publicado las 47 páginas en las que justifica las acusaciones y detalla la planificación y ejecución del magnicidio. Hezbolá asegura que "cortará la mano" a quien se atreva a tocar a uno de sus militantes. El caso amenaza con desestabilizar de nuevo Líbano.

El fiscal canadiense Daniel Bellemare, que firma el texto, no hace referencias explícitas a Hezbolá ni a sus patrocinadores, Siria e Irán. Ni habla de las circunstancias geoestratégicas que rodearon el atentado, en el que además del magnate Hariri murieron 22 personas, incluyendo un terrorista suicida. Hariri era suní y aliado de Arabia Saudí, y su carrera política estaba dirigida a acabar con la influencia de Siria (bajo un régimen dominado por los chiíes alauíes) sobre Líbano. El presidente sirio, Bachar el Asad, había lanzado amenazas directas a Hariri.

La acusación admite que sus evidencias son circunstanciales
El partido-milicia chií rechaza entregar a los cuatro acusados

Pese a la falta de referencias a la poderosa milicia chií y a sus financiadores, la identidad de los acusados hace evidente que no actuaron por su cuenta. Mustafá Badredine, que encabeza la lista de las órdenes de detención, es considerado jefe de las operaciones militares de Hezbolá. En un breve resumen de su biografía, el fiscal señala que Badredine "fue condenado en Kuwait por una serie de actos terroristas en 1983", ya que se le consideró el organizador de los ataques con camiones bomba a las embajadas en Beirut de Francia (25 de mayo de 1982, con 10 muertos) y Estados Unidos (18 de abril de 1983, con 63 muertos). Mientras Badredine esperaba la ejecución de su sentencia de muerte, Irak invadió Kuwait (1991) y le rescató de la cárcel.

Según la reconstrucción realizada por el equipo de la ONU, los cuatro acusados empezaron a seguir a Hariri al menos dos semanas antes del atentado. Badredine se ocupó de la coordinación; Samil Jamil Ayash fue el jefe del comando asesino; y Husein Hasan Oneisi y Asad Hasan Sabra se encargaron de reclutar a un joven palestino llamado Abu Adas para que enviara a la televisión Al Yazira y a varias agencias de noticias una falsa reivindicación en nombre de un grupo imaginario al que bautizaron como Victoria y Yihad en la Gran Siria.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

El fiscal admite que todas sus pruebas son circunstanciales. Pero dispone de muchas. Desde la factura de la furgoneta Mitsubishi que los acusados compraron por 11.000 dólares, para cargarla con 2.500 kilos de TNT y lanzarla contra el coche blindado de Hariri (el conductor suicida de la furgoneta quedó pulverizado y se desconoce su identidad), hasta las llamadas telefónicas de los miembros del comando entre sí.

Aunque el detalle no se incluye en el acta acusatoria, los investigadores dieron con la pista de los acusados gracias a los teléfonos. Eran de tarjeta prepago y fueron adquiridos en la ciudad libanesa de Trípoli, lejos de Beirut, como cautela adicional. No habrían sido identificados si uno de los acusados no hubiera cometido un error garrafal: tras el atentado usó su teléfono secreto para llamar a su novia. Cuando la policía logró una lista de las llamadas efectuadas desde el lugar de la explosión en los cinco minutos siguientes, consideró sospechosas unas cuantas. No tardó en descubrir que una pertenecía a una red cerrada de cuatro teléfonos que solo se comunicaban entre sí, menos una vez, la del error.

Analizando las llamadas de los cuatro teléfonos sospechosos y situándolas gracias a la antena que las había captado, los investigadores comprobaron que los acusados pasaban gran parte de la jornada siguiendo a Hariri o merodeando en torno al lujoso hotel Saint Georges, donde se cometió el atentado. También se comprobó que Oneisi y Sabra habían tratado de respaldar la falsa reivindicación telefoneando a Al Yazira y a Reuters, 75 minutos después de la explosión, para insistir en que la muerte de Hariri había sido planificada y ejecutada por Victoria y Yihad en la Gran Siria.

El líder de Hezbolá, Hasan Nasralá, que siempre ha negado la implicación del partido-milicia en el crimen, aseguró ayer tras conocerse los detalles difundidos que la acusación "no contiene evidencias directas" contra su grupo.

Un hombre pide ayuda tras la explosión del coche bomba que mató a Hariri en 2005.
Un hombre pide ayuda tras la explosión del coche bomba que mató a Hariri en 2005.MOHAMED AZAKIR (REUTERS)

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_