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La última pieza del rompecabezas

Tras años de debate, Costa Rica se suma al resto de países centroamericanos en los que funciona el tratado de libre comercio con Estados Unidos

El año 2009 trajo lo que quería la mitad de los costarricenses y lo que temía la otra mitad. El tratado de libre comercio (TLC) que Estados Unidos forjó con seis países de Centroamérica entró finalmente en vigor este 1 de enero para Costa Rica, la última pieza del rompecabezas de la influencia norteamericana sobre el centro del continente. La pieza más compleja, más difícil de encajar, pero también la más valiosa, para mostrar completo el mapa centroamericano ante las autoridades comerciales y políticas de Washington.

El resultado del referendo que Costa Rica celebró en octubre de 2007, con un 3% de ventaja a favor del TLC, ha tardado un año y tres meses en aplicarse. Como si no hubiesen bastado los años de discusión previa al primer referendo nacional en la historia de este pequeño país de renta media, más de un año adicional consumió la aprobación legislativa de numerosas leyes que incluyeron la ruptura de históricos monopolios estatales en telecomunicaciones y seguros. El trasfondo ideológico ha sido innegable.

Ya no hay frontera que detenga el bloque comercial formado alrededor de Washington, desde Canadá hasta el límite entre Costa Rica y Panamá, país que ahora espera las divagaciones demócratas para conocer el futuro de un acuerdo similar ya negociado.

México, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica, además de República Dominicana, figuran en la lista de 14 economías con las cuales Estados Unidos tiene vigente un TLC, el modelo de integración "por partes" al cual ha apostado tras el fracaso aún no declarado del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA).

Panamá, Colombia y Perú tienen pendiente la aplicación de acuerdos firmados. Aunque la Oficina del Representante de Comercio los incluye en su lista de pactos comerciales, lo cierto es que el triunfo de Barack Obama en noviembre mantiene inquietos a estos Gobiernos, pues manifestó en la campaña su descontento con las reglas comerciales concedidas por Estados Unidos en el molde del TLC. Esto, viniendo de un demócrata, no es nada que sorprenda en América Latina, más aún en tiempos de apuros económicos internos.

Aparte del TLC de América del Norte, quedan ahora en plena vigencia el de Centroamérica y el de Chile. Perú espera la implementación ya aprobada, mientras Colombia y Panamá siguen pendientes de los nuevos congresistas y los compromisos con gremios de trabajadores estadounidenses. Y basta en la región. Tampoco hay a la vista disposición para nuevas negociaciones, en parte por los obstáculos que para Washington representa el proyecto "de integración bolivariana" del presidente venezolano, Hugo Chávez, y la relativa autonomía de los países grandes del Cono Sur.

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Los resultados de estos acuerdos de libre comercio resultan difíciles de ver con neutralidad. Para sus simpatizantes, ha sido el gancho del crecimiento económico que la región experimentó en los últimos 15 años, pero sus opositores no dejan de achacarle el aumento de la desigualdad social, en lo cual América Latina bate marcas mundiales.

Para quienes celebran la aplicación del TLC en Costa Rica, sus efectos serán valiosos pero sencillos: la liberalización de aranceles y obstáculos de inversión harán crecer las exportaciones al país donde viaja ya el 42% de los productos costarricenses, en especial suministros médicos, componentes de ordenadores, piña, banano y café. También esperan que se eleve la inversión del país originario del 55% del capital productivo instalado en el país menos pobre de la región. La coincidencia entre el TLC y la crisis económica internacional, sin embargo, hace al Gobierno considerar exitoso el solo mantenimiento de las ventas y la inversión actuales.

Pero hay quienes no están dispuestos a quitar de las ventanas de sus coches y casas las pegatinas del "no" con la bandera tricolor de Costa Rica y frases como "yo no vendí a mi país". Aunque la discusión parece haber perdido voltaje, aún hay sectores que se presentan como la "resistencia" ante la ejecución de políticas que, según ellos, tienen más ideología que comercio y favorecen sólo a las grandes corporaciones norteamericanas, como arguye Ottón Solís, el líder del principal partido opositor, Acción Ciudadana (PAC, centroizquierda).

A pesar de que él sí reconoce el debate como página superada, Solís mantiene su criterio. "Comete un error el que cree que este TLC beneficia a Estados Unidos. No, esto es un programa de beneficios de unas pocas corporaciones y así lo ha dicho Barack Obama. Por eso invirtieron tanto esfuerzo en validar este tratado para Costa Rica, hasta interfiriendo en el proceso del referendo. Es que el país era la pieza más importante; sin él, Estados Unidos perdía la batalla a favor de sus TLC. Costa Rica es todavía una isla en una región de desigualdad y carencias".

El Gobierno insiste en la necesidad del TLC para enfrentar la crisis y servir de plataforma para otras economías que quieran ingresar en el mercado estadounidense, a pesar de la caída del consumo.

Una mujer coloca bananos para exportar en una plantación cercana a la localidad de Parrita, en Costa Rica
Una mujer coloca bananos para exportar en una plantación cercana a la localidad de Parrita, en Costa RicaAP

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