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La ultraderecha se descompone en Francia sin Le Pen

La sucesión del fundador desata las luchas internas en el Frente Nacional

Antonio Jiménez Barca

La carrera cuesta abajo del Frente Nacional (FN) empezó en junio de 2007, cuando se estampó electoralmente arañando sólo el 4,2% de los votos, los mismos que el Partido Comunista. Continuó en agosto de este año, cuando anunció que vendía su sede de siempre en Saint Cloud (Hauts-de Seine) para enjugar parte de sus deudas millonarias; de hecho, ayer, el FN celebró por primera vez en su historia un Consejo Nacional en una nueva sede más pequeña y barata, situada en Nanterre.

Más etapas en dirección al abismo: en septiembre, el líder y creador de la formación de ultra derecha, Jean-Marie Le Pen, de 80 años, aseguraba que en 2010 se retiraría, formando un maremoto interno. Hace unas semanas, Jean-Claude Martinez, el cerebro económico de la formación, y Carl Lang, secretario general durante muchos años, desafiaron a su antiguo jefe y mentor y proclamaron que se presentarán por su cuenta a las elecciones europeas de junio. Han sido suspendidos del partido.

Marine, hija del veterano dirigente, está dispuesta a tomar el testigo
Sarkozy presume de haber dado la puntilla a la extrema derecha

No son las únicas desafecciones, aunque sí las más importantes. Y dan cuenta de que el FN, el partido de la ultraderecha francesa que en 2002 llegó a disputar la segunda vuelta de las elecciones presidenciales a Jacques Chirac, toca fondo y coquetea con la desintegración a medio plazo.

Detrás de todo se encuentra, claro está, la venenosa cuestión de la sucesión. El mismo día en que Le Pen adelantaba que se retiraría en menos de dos años, señalaba a la persona que, según él, debía reemplazarle: su hija Marine, actual vicepresidenta del Frente Nacional. "Ella está más cerca de los problemas de la calle; es una joven madre de familia. Y yo, un abuelo y Bruno, pues también, casi otro abuelo", dijo. Bruno es Bruno Gollnisch, catedrático de idiomas, de 62 años, hombre fuerte del Frente Nacional y candidato a la sucesión. Pero la preferencia del líder estaba clara.

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"Lamento que el FN haya pasado de nacional a familiar", se apresuró a denunciar Lang. El viejo Le Pen le contestó en su estilo grandilocuente: "Yo creía que Lang estaba hecho de la aleación con que se forjan las armas, y no con el zinc con el que se hacen las escudillas".

Marine Le Pen, abogada, amante de la doma hípica, buena oradora, con buenos resultados en las elecciones municipales y cantonales de marzo, con un perfil político más templado que su padre pero sin su habilidad para mantener juntos elementos refractarios y casi contrapuestos de extrema derecha, ha declarado que se presentará en 2010, en el Congreso Nacional, como candidata a la presidencia del FN. "Pero que quede claro que mi padre no me ha designado; serán los militantes quienes lo hagan. Él se limitó a expresar una preferencia. Por eso me presento, porque, en caso de ser elegida, será por métodos democráticos", dijo ayer en una radio, poco antes de entrar en el Consejo Político.

En el aire queda la cuestión clave: hasta qué punto sobrevivirá este partido sin su líder, muñidor y creador. El ex combatiente de la guerra de Argelia Jean-Marie Le Pen, condenado hace unos meses por minimizar el nazismo, ha mantenido una presencia constante en la política francesa durante más de medio siglo. Fue elegido diputado por primera vez en 1956. En 1972 fundó el FN y en 1974 se presentó por primera vez a las presidenciales. Fracasó ostensiblemente. Obtuvo un 0,75% de votos. Atravesó en solitario el desierto político para reaparecer con una fuerza insólita en las elecciones europeas de 1984, cuando se aupó hasta el 11% de los votos. Se instaló ya definitivamente en el paisaje político francés. Supo recolectar el voto ultraderechista y xenófobo y además el de muchos ciudadanos desengañados de la política que procedían en muchas ocasiones de la izquierda.

Hasta la llegada de Nicolas Sarkozy, que en las últimas elecciones presidenciales se apropió de algunos de los valores más queridos del FN sin pactar nunca con él (identidad e integración nacional, inseguridad...). No sólo se apropió de sus valores. También de más de la mitad de los votos, dejando de paso al partido del abuelo Le Pen, que le detesta, sin electorado, sin mensaje, ahogado de deudas y abocado a la lucha interna mientras rueda cuesta abajo. De hecho, el presidente de la República francesa ha llegado a afirmar que él ha matado al FN.

"Él lo dice, pero el cadáver está aún vivo", advirtió ayer Le Pen en su nueva sede.

Jean-Marie Le Pen y su hija Marine, en mayo en París.
Jean-Marie Le Pen y su hija Marine, en mayo en París.REUTERS

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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