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Crónica:CHICAGO | El candidato, en familia | Cambio en la Casa Blanca | El cuartel general demócrata
Crónica
Texto informativo con interpretación

"El viaje se acaba", afirma Obama tras depositar su voto

El votante número 200 acudió a su colegio electoral con su esposa e hijas

Yolanda Monge

Barack Obama fue el votante número 200 de la Escuela Elemental Shoesmith, en el número 1.330 de la calle 50, a pocas manzanas de su casa en Hyde Park. Michelle Obama, su mujer, la 201. Sasha y Maia, siete y diez años respectivamente, tendrán que esperar. "Demasiado jóvenes para votar", bromeó el senador por Illinois. Pasaba un minuto de las 7.35 cuando la familia negra con más proyección internacional del planeta llegaba al gimnasio de la escuela. Curiosamente, 20 minutos antes abandonaba el lugar tras ejercer su derecho al voto William Ayers, el profesor de la Universidad de Chicago y antiguo radical utilizado por los republicanos para manchar la imagen de Obama. Ayers entró, votó y se marchó. Pero cuando fue reconocido por sus vecinos, saludó, sonrió y sacudió algunas manos. Obama y Ayers no se vieron.

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La noche del lunes no fue una noche cualquiera para el candidato demócrata. Se acostó soñando -si es que durmió- con una presidencia que parece tener al alcance de la mano y tratando de digerir la triste noticia de la muerte por cáncer de su abuela materna, Madelyn Dunham, que, aunque anunciada, fue un golpe para el joven político. La anciana de 86 años ya nunca sabrá si su nieto, por quien votó el 27 de octubre, pasó a la historia como el primer presidente negro de la nación.

Pero Obama se enjugó las lágrimas, o mejor dicho, la lágrima, recogida por los cientos de cámaras que siguen al aspirante a la Casa Blanca y ayer comenzó un nuevo día. Llevaba de la mano a su hija Sasha, vestido de traje oscuro y con su sempiterna camisa blanca. Obama se encaminó a la máquina de votación. Michelle iba enfundada en negro, zapato plano y pelo recogido. Michelle al lado del hombre que conoció en esta ciudad, al que cambió su forma de ver el mundo, que fue su becario y luego su enamorado. Michelle y Barack, votando uno al lado del otro y haciendo historia, palabra repetida cientos de veces a lo largo de la jornada de ayer.

Desconfiado porque su compañera se recreaba al rellenar su papeleta, Obama miró de reojo lo que escribía. Más tarde confesaría, bromeando, que "Michelle tardaba demasiado en votar". "Me preocupé y miré para asegurarme de por quién estaba votando".

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Bromas aparte. Pareció que el tiempo se paraba cuando la familia entró en el gimnasio que hacía las veces de centro de votación. Nadie se atrevía a acercarse a la pareja. Al fin y al cabo, puede que estuvieran ante el próximo presidente. Excepto Don Jackson y su mujer, Rose. "Estábamos encantados", dice Jackson. "Me acerqué y le estreché la mano, no me podía resistir a formar parte de la historia". Otra vez la historia.

"Voté", dijo Obama y enseñó su justificante. Cientos de cámaras dispararon sus flashes. Para la historia. La presidenta de mesa que registró el voto le dijo que estaba convencida de que sería un buen presidente. "Ya veremos", dijo un sereno Obama a Charletta Tibbs. "Entonces me estrechó la mano y me dijo que yo estaba haciendo un buen trabajo", explica Tibbs. "Me gustó", dice la mujer que ejerce de presidenta de mesa por quinta vez.

Noviembre en Chicago. Sobra lo que no sea una camisa. Veintidós grados y un sol que parece llegado para dar la bienvenida a un presidente. Pero la corbata no parecía sobrarle ni molestarle lo más mínimo al elegante candidato demócrata. Obama votó y ni tan siquiera ayer se tomó un respiro. Se despidió y el servicio secreto le introdujo en el todoterreno negro que le condujo al aeropuerto. Desde allí volaría a Indiana para un último mitin de campaña antes de dar su discurso final esta noche en el Grant Park, en el centro de Chicago. Se esperan 100.000 personas. Miles más se quedarán fuera de las vallas del recinto.

"Ha sido emotivo y me ha encantado ir a votar acompañado de mis hijas", declaró el hombre marcado por la ausencia de la figura paterna en su vida. Con la campaña a punto de concluir, ¿siente nostalgia el candidato? "Supongo que la tendré cuando cierren los colegios porque el viaje se acaba". O comienza.

El senador Barack Obama y su esposa, Michelle, se dirigen a votar en Chicago junto a sus dos hijas.
El senador Barack Obama y su esposa, Michelle, se dirigen a votar en Chicago junto a sus dos hijas.AFP

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Sobre la firma

Yolanda Monge
Desde 1998, ha contado para EL PAÍS, desde la redacción de Internacional en Madrid o sobre el terreno como enviada especial, algunos de los acontecimientos que fueron primera plana en el mundo, ya fuera la guerra de los Balcanes o la invasión norteamericana de Irak, entre otros. En la actualidad, es corresponsal en Washington.

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