_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El viraje de Obama

Flip-flopping es un término exclusivo de la jerga política estadounidense. Según el diccionario de Oxford, se aplica a las personas que dan un giro de 180 grados en sus posiciones políticas. ¿Es Barack Obama, candidato a la nominación presidencial por el Partido Demócrata, un flip-flopper, o simplemente un político pragmático que sabe que desde posiciones que la sociedad americana considera de izquierdas es más que dudoso que pueda instalarse en la Casa Blanca después de las elecciones del próximo noviembre? El senador por Illinois se prodiga estos días en toda clase de foros para demostrar que sigue siendo el mismo de las primarias. El político nuevo, no contaminado por las maneras de Washington, -vade retro para la mayoría de la ciudadanía-, que, con sus propuestas de nuevo cuño, derrotó uno a uno a todos sus oponentes y, especialmente, a su contrincante más fuerte, la senadora por Nueva York y ex primera dama, Hillary Clinton, hasta conseguir el número suficiente de delegados que le asegura, salvo cataclismo imprevisto, -recuérdese la batalla campal de 1968 en la convención de Chicago-, la nominación demócrata en Denver dentro de un mes.

Pero, ocurre que las primarias nada tienen que ver con las presidenciales. En las primeras, sólo votan los fieles del partido, salvo en algunos Estados donde se permite votar a los independientes. En las segundas, se convoca a toda la ciudadanía. Y la historia de las elecciones presidenciales demuestra, y Obama y sus asesores lo saben, que desde posiciones de izquierda, o liberales para utilizar la terminología estadounidense, se satisface a un sector del Partido Demócrata, pero se pierden los comicios. Así ocurrió con Adlai Stevenson, George McGovern, Walter Mondale o Michael Dukakis, por citar sólo las más estrepitosas derrotas demócratas desde finales de la II Guerra Mundial. Bill Clinton, el demócrata más exitoso de las últimas cuatro décadas, lo comprendió perfectamente y, como Tony Blair en el Reino Unido con su Tercera Vía, se presentó ante el electorado como un New Democrat, libre de ataduras con los elementos más a la izquierda del partido.

¿Qué ha hecho Obama para merecer el rechazo de muchos demócratas, que lo acusan prácticamente de apostasía? Simplemente aprender la lección de las primarias en Estados clave como Ohio, Pensilvania, Virginia Occidental o Michigan, donde triunfó ampliamente el mensaje de su contrincante, Hillary Clinton. Obama y su equipo se dieron cuenta inmediatamente de que sin esos Estados nunca conseguirían la victoria en noviembre. Y empezó el viraje al centro. Desde entonces, Obama ha apoyado la decisión del Tribunal Supremo sobre el derecho constitucional a llevar armas; ha decidido cambiar la financiación pública de su campaña por la privada, gracias a su capacidad de recaudar fondos donde cuadruplica a su contrincante, John McCain, pero algo que dijo que no haría nunca; ha apoyado la ley, patrocinada por Bush, que concede inmunidad legal a las compañías de telecomunicación que colaboran con el Gobierno en la vigilancia telefónica de posibles terroristas; apoya restricciones al aborto en los últimos meses de gestación; se ha convertido en más halcón que los propios halcones israelíes hasta el punto de defender la indivisibilidad de Jerusalén, sin aceptar una capital palestina en la parte oriental de la capital judía. Y, aunque el martes reiteró su disposición a retirar las tropas de combate de Irak, -¡ojo, sólo las tropas de combate!-, en 16 meses desde su toma de posesión, ha reconocido la mejora evidente de la situación en el país, ha elogiado la labor del general David Petraeus y ha prometido trasladar todo el esfuerzo bélico estadounidense a Afganistán. Una petición, la de la retirada escalonada de Irak, que pierde atractivo al coincidir con la petición hecha por el primer ministro iraquí, Nuri al Maliki, a Washington de un calendario de retirada.

Su viraje le ha costado a Obama una reducción de 10 puntos en la ventaja que tenía sobre McCain, de 15 a 5, según una encuesta reciente de Gallup. Pero, esta encuesta y otras iniciales, sólo reflejan el desencanto inicial de los entusiastas. Porque lo que pierda por la izquierda lo ganará por el centro, sobre todo ahora que John McCain se ha convertido en otro flip-flopper y ha protagonizado otro viraje, el suyo hacia la derecha. Es tremendamente instructivo leer la lista de asesores del candidato demócrata. Encontrarán que muchos les suenan. No podía ser de otra forma. La mayoría pertenece a los equipos de Bill Clinton en sus dos mandatos. Con esa asesoría, a nadie debe sorprender el golpe de timón al centro del candidato.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_