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La carrera hacia la Casa Blanca

El voto hispano aspira a decidir las elecciones primarias de EE UU

La batalla demócrata espolea la participación de la comunidad latina

Antonio Caño

Aunque en las tranquilas calles del centro de Santa Ana, que podrían ser las de cualquier ciudad de provincias en México, no se respira ambiente electoral, los clientes de la taquería Guadalajara, en la calle del Cuatro, dan fe de que algo nuevo está pasando entre la comunidad hispana en California.

Más de la mitad de los improvisados tertulianos se han registrado para votar en las elecciones primarias del próximo martes. Quieren participar en este proceso, se sienten importantes y más cortejados que nunca. Y advierten de que, aunque todo el mundo anticipa que van a votar por Hillary Clinton, puede haber sorpresas.

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Según datos del New Democratic Network, un organismo especializado en la materia, las solicitudes de ciudadanía por parte de los hispanos han crecido en el conjunto del país en el último mes un 60%; en Los Ángeles, un 110%. Espoleados por la fuerte campaña contra los inmigrantes desarrollada por el Partido Republicano y animados por la competencia dentro del Partido Demócrata, los hispanos, que fueron el 4% de los votantes en las primarias de 2004, pueden ser decisivos ahora.

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Alberto Rivera, un administrativo y estudiante que nunca había participado en unas elecciones, está convertido hoy en un activista de Barack Obama en Santa Ana. Dedica más de dos horas todos los días a visitar domicilios, repartir propaganda y hacer llamadas telefónicas a favor de su candidato. "Nadie me cree, pero estoy convencido de que vamos a ganar", asegura.

Xavier Becerra, un miembro del Congreso por California y también simpatizante de Obama, no comparte tanto optimismo, pero cree que "si hubiéramos tenido un poco más de tiempo o si Obama hubiera podido dedicar más tiempo a California, hubiéramos podido dar la vuelta a la situación".

La situación, hoy por hoy, sigue favoreciendo a Hillary Clinton, que obtuvo tres veces más votos que Obama entre los latinos en las recientes primarias de Nevada y tenía hasta hace pocas semanas una ventaja similar en las encuestas en California, donde casi una cuarta parte de los potenciales electores son hispanos, y en los demás Estados (Colorado, Nuevo México, Arizona, Nueva York y Nueva Jersey) en los que los votantes de origen español constituyen un porcentaje relevante.

"Muchos hispanos se sienten obligados con los Clinton, por el recuerdo de la gestión de Bill Clinton y por lealtad con las estructuras tradicionales del partido", afirma Jorge Mariscal, director de una cátedra de asuntos hispanos en la Universidad de California en San Diego.

Dolores Huerta, dirigente del sindicato de campesinos, compañera del legendario líder hispano de los años sesenta César Chávez, y una de las voces más autorizadas de la comunidad, es un ejemplo de eso. Tanto ella como otras figuras hispanas asentadas en las estructuras del Partido Demócrata -el alcalde de Los Ángeles, Antonio Villaraigosa o el ex ministro Henry Cisneros-, así como los inmigrantes de más edad, están del lado de Clinton. Para los más jóvenes, para quienes Bill Clinton es tan antiguo como Abraham Lincoln y no se sienten políticamente casados con nadie, Obama es, como para cualquier joven de cualquier otra raza o comunidad en otras partes del país, la ilusión de un futuro diferente.

Esos jóvenes son los que el viernes pasado llenaban el local del Community College, en el este de Los Ángeles, en el que un Ted Kennedy renacido para la política alentaba en español a votar por Obama. El de los Kennedy es un apoyo muy valioso. Ansiosos, como todo colectivo de inmigrantes, de encontrar un vínculo afectivo con el país que les acoge, los hispanos en Estados Unidos han sentido siempre a John Kennedy, el primer presidente católico, como su padrino y mentor. Su foto sigue colgada en los salones de muchas familias hispanas. Los hispanos fueron determinantes para que Robert Kennedy ganara en 1968 las primarias de California y, con ello, la nominación como candidato presidencial de su partido.

No es imposible, pero tampoco fácil que esto mismo ocurra con Obama. "La verdad es que los Clinton no merecen el voto latino porque nunca han hecho nada por los latinos, pero lo tienen", opina Jorge Navarrete, uno de los columnistas más reputados en estos temas.

Una de las razones de que lo tengan ahora es la resistencia entre muchos hispanos a votar por un negro. Hispanos y negros mantienen un enfrentamiento abierto y a veces sangriento en los barrios deprimidos de las grandes ciudades del país. Los Ángeles es el mayor y el más violento escenario de lo que aquí se conoce como la guerra black-brown. El origen de este problema es, obviamente, la competencia entre una comunidad que viene de abajo y empuja con fuerza (los hispanos) y otra que está en el fondo de la clase social y no consigue remontar (los negros). Y, por supuesto, se refleja en las decisiones políticas.

No es, por tanto, simple racismo lo que lleva a muchos hispanos a votar por la candidata blanca, sino desconfianza, desconocimiento y cierto recelo hacia el candidato negro. "Se parece al rechazo que algunos heterosexuales sienten hacia los homosexuales", explica Navarrete. Éste es, desde luego, un fenómeno en ambas direcciones. Cuando Villaraigosa era candidato a la alcaldía de Los Ángeles, algunos pastores en iglesias negras aconsejaron no votar por alguien cuyo nombre no podían pronunciar.

Fabiola Rodríguez, jefa de comunicación de la campaña de Clinton para asuntos hispanos, confía en que, como ocurrió en Nevada, los votantes latinos compensen la pérdida de votos de la senadora entre otros colectivos y aseguren su victoria, al menos en California. Una derrota aquí sería un daño casi irreparable para Clinton. Por eso ha dedicado varios días a cortejar personalmente el voto latino en Los Ángeles y en San Diego. En el debate del pasado jueves en Hollywood, Clinton no pudo, sin embargo, satisfacer una de las principales demandas de los hispanos en la actualidad, la concesión de permisos de conducir para los inmigrantes ilegales. Clinton era antes favorable a esa iniciativa, pero corrigió tras observar la impopularidad de la medida entre los votantes blancos de otras partes del país. Obama la ha respaldado siempre.

El segundo punto de preocupación actual de los hispanos es la iniciativa de algunos republicanos de convertir el inglés en idioma oficial. Éste es un motivo más para que los hispanos se registren como demócratas en proporciones mayores que nunca. Su voto, por tanto, es mucho menos relevante en las primarias republicanas.

Hillary Clinton, acompañada por el alcalde de Los Ángeles, Antonio Villaraigosa, saluda a sus partidarios en un mitin en San Diego.
Hillary Clinton, acompañada por el alcalde de Los Ángeles, Antonio Villaraigosa, saluda a sus partidarios en un mitin en San Diego.AP

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