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Guerras de patentes

Oscuras y milmillonarias, las disputas por el uso de tecnologías protegidas están en el día a día de las grandes corporaciones

Las batallas legales sobre patentes son como el objeto que se disputan: borrosas y aburridas. El mundo hiper tecnológico del principio de siglo ha traído consigo un desarrollo explosivo de las posibilidades de uso de las herramientas informáticas y especialmente de Internet, y con él, una avalancha de patentes sobre todo tipo de procedimientos, sistemas y métodos. La cosa ha llegado a tal extremo en Estados Unidos que el Senado de ese país va a comenzar las deliberaciones para tratar de reformar el sistema de patentes para hacerlo más fluido, y sobre todo, para que la mayor parte de las disputas se ventilen ante la propia oficina de patentes, y no en el sistema judicial.

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Y es que en los últimos años, el de los juicios por patentes se ha convertido por derecho propio en un subgénero de la información legal y tecnológica, la mayor parte de las veces utilizadas como arma para esquilmar los bolsillos del adversario o para obligarle a aceptar acuerdos comerciales en otros campos, y las menos, para defender derechos legítimos. La última de estas batallas se ha saldado de forma sonora y millonaria en un juzgado de EEUU, que ha condenado a Microsoft a pagar más de 1.100 millones de euros a Alcatel-Lucent por usar el formato MP3, de compresión de audio, en la parte que le corresponde por la invención.

Todos contra Microsoft

Pero no es ni mucho menos la única batalla que tiene abierta la marca de Windows en juzgados por temas relacionados con patentes. La más reciente es la que AT&T, gigante de las telecomunicaciones y a la sazón propietario de montones de esos certificados de propiedad industrial, ha entablado contra la compañía de Redmond asegurando que utiliza su tecnología de digitalización y compresión de voz sin pagar un duro por ella, y que lo hace separando el software que exporta a otros países en piezas teóricamente legales por sí mismas y que, fuera de los Estados Unidos, vuelven a montarse. El caso está desde esta semana en el Tribunal Supremo.

Los de Microsoft tienen también otros frentes, como el de la empresa de software de seguridad Symantec (te sonará por Norton Antivirus), que la demandó en mayo del año pasado acusándole de apropiarse indebidamente de tecnologías en materia de almacenamiento de datos. O el de una compañía llamada VirnetX, que acaba de lanzar a sus abogados a perseguir a los de Microsoft para que acepten que su compañía está violando dos patentes relacionadas con la tecnología de redes privadas virtuales (VPN). En Redmond también saben disparar, y desde hace meses resuenan cada poco tiempo las amenazas de sus responsables sobre un posible desembarco legal contra Linux, su competidor de código abierto.

Antes que Microsoft, sin embargo, otros grandes nombres han sonado en los pasillos de los tribunales norteamericanos, a menudo para terminar resolviendo sus problemas con acuerdos extrajudiciales. Como el sonadísimo caso de NTP contra RIM, fabricante del Blackberry (un teléfono móvil que permite llevar el correo a todas partes), y que terminó saldándose con un acuerdo en marzo de 2006. Por él, y previo pago de 612 millones de dólares, la demandada podía seguir desarrollando su software y fabricando sus teléfonos. La cosa le debió saber tan bien a NTP que el pasado noviembre repitió contra Palm, por motivos muy similares: usar ilegalmente una tecnología de correo electrónico inalámbrico en sus PDAs.

Grandes demandas, grandes acuerdos

Casos, seguimos, como el de Creative contra Apple. En una auténtica guerra del reproductor de audio portátil, la primera compañía demandó a la segunda por hacer uso, sin pagar un céntimo por ello, de una creación tan luminosa como genérica: la interfaz de usuario usada por la mayoría de los reproductores multimedia portátiles, incluido el iPod de la marca de la manzana. Como en el caso de NTP-RIM, la cosa se solucionó pasando por caja. En esta ocasión, fue la compañía de Steve Jobs la que tuvo que comprar su tranquilidad por 100 millones de dólares.

Claro, que no estamos, ni mucho menos, ante una especie de moda. Ya en 1999 Amazon, la librería on-line por excelencia, demandaba a su gran rival, Barnesandnoble.com, por copiar su sistema de compra en un clic, que básicamente consistía en permitir al usuario comprar directamente sin introducir sus datos, que ya tenía almacenados la tienda. LLegaron a un acuerdo en 2002, sin que se supiera con certeza qué se puso sobre la mesa para llegar al acuerdo.

También fue sonado en su día el caso de Unisys por su patente sobre el formato gráfico .GIF. La tenía desde 1985, pero hasta que no se avecinaba el año 2000, no se decidió a exigir a varias de las empresas más grandes del sector que pagasen por ella. Y aún colea otro clásico de la litigación tecnológica: eBay contra MercExchange, una compañía que cayó arrastrada por el reventón de la burbuja tecnológica, pero que tenía en sus manos numerosas patentes sobre métodos de negocios muy parecidos a los usados por la archifamosa casa de subastas en prácticamente todas sus operaciones. El caso, que aún colea en las manos poco poderosas del fundador de MercExchange, corre el riesgo de morir entre el polvo, a la sombra de un acuerdo que no llegará... y de puro aburrimiento. Como tantos otros.

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