Cuando hablar por teléfono no es un derecho
Austria plantea limitar el uso del teléfono móvil en lugares públicos como el tren
El transporte público en hora punta puede ser un pequeño suplicio. Vagones a rebosar, empujones, tumulto, alboroto, y cuando la paciencia parece que llega a límites insospechados suena un politono o alguien se empeña en airear su vida privada entre la multitud. El caso es que los habitantes de la segunda ciudad más grande de Austria, Graz, se han hartado de tener que soportar todo este paisaje heredado de las consecuencias de una sociedad que depende más del móvil; de hecho dos de cada tres ciudadanos de Graz ven positivo que se restrinja el uso del móvil en el transporte público o al menos se utilice el vibrador.
La estadística resulta significativa porque tiene algunos ingredientes para el debate. Por un lado se habla de derechos y segundo, el alcalde de Graz, Siegfried Nagl, tiende la mano a la propuesta: "la gente necesita saber que no tiene el derecho de hablar todo el tiempo por teléfono".
No es la primera vez que se habla de este derecho, un ejemplo lo protagoniza Francia, la compañía ferroviaria SNCF que ha tenido una política de zonas zen o lo que es lo mismo zonas donde no se puede hablar por teléfono móvil para que los viajeros se sientan más relajados. También en Dinamarca, Suecia y Finlandia se ha comenzado a ofrecer estas zonas exclusivas a los pasajeros que deseen huir de los teléfonos móviles. Los entresijos del debate lindan la libertad de expresión ¿Qué prevalece el derecho a hablar por teléfono o no tener que escuchar conversaciones ajenas?

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