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Reportaje:

Allende el mar nuestro

La Biblioteca Nacional presenta una exposición sobre la estela de los reinos hispánicos en el Mediterráneo

La añoranza de mar que en Madrid se vive cabe mitigarla en la Biblioteca Nacional, donde se muestra hasta el 11 de marzo la exposición España en el Mediterráneo, concebida como una travesía por cinco siglos de presencia hispánica en el mar donde Europa, África y el confín occidental de Asia se saludan, tras combatirse durante centurias.

Lo primero que llama la atención es el montaje de la muestra, obra del arquitecto Juan Pablo Rodríguez Frade y de su equipo, que han empleado como soporte una feliz combinación de madera oscura listada, más cristal e iluminación suave. Su resultado es óptimo para el confort del visitante, al que invitan a la reflexión sobre cuanto allí se expone.

La gesta fue el triunfo conjunto de catalanes, aragoneses, castellanos y mallorquines

Que es mucho, por cierto, y que ha sido delicadamente seleccionado en numerosas instituciones estatales, autonómicas y de países vecinos por Miguel Aguiló y Lola Romero, comisario y subcomisaria, respectivamente, de la muestra,

El repertorio objetual abarca desde mapas, planos, vistas portuarias -llamadas vedutas- y retratos, hasta instrumentos de navegación, maquetas de bajeles y, aún, una plétora documental de instrumentos reguladores como los Consulados del Mar, en los que los reinos ribereños, bajo el impulso hispánico, intentaron entre 1250 y 1700 hacer del Mediterráneo un mar para la convivencia, libre al comercio y la navegación, según teorizara Robert Sidney Smith.

Desde el siglo XIII, el reino de Aragón, que resistía el embate musulmán en su litoral sureño, inició un designio expansivo incesante en dirección al Oriente, coprotagonizado por catalanes y mallorquines, contrarrestado a su vez por turcos y berberiscos, al sur; franceses y genoveses, por el norte; venecianos por el este y, al oeste, por los portugueses.

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En aquel tan disputado Mediterráneo, al decir de historiadores como Jaume Vicens Vives y Henri Pirenne, se impuso durante casi tres siglos, del XV al XVII, la hegemonía naval de los marinos de los reinos hispánicos, gracias al esfuerzo aragonés precedente, que se había instalado en buena parte del sur de Italia, Nápoles y Sicilia. Cataluña y Castilla, desde el puerto de Barcelona, lograron asentarse en ese otro prodigio portuario llamado Génova.

Perdida la ruta española hacia el mar del Norte a manos del inglés, la plaza italiana llegaría a ser eje decisivo de la comunicación entre la metrópolis y los Países Bajos: el llamado Camino Español, que la conectaba con el Mar de la Bruma cruzando el Milanesado, los Alpes por los desfiladeros de Saboya -conducían también hacia Austria- el Franco-Condado y Flandes.

La muestra da también noticia de gestas como la del ingeniero y artillero Pedro Navarro, cuyo dispositivo de barcazas para el cruce del río Garellano brindó al genio del Rey Católico la llave para reservarse para España la hegemonía sobre Italia durante casi tres siglos. Navarro sería capturado por Francisco I, para el que acabaría trabajando al negarse el rey hispano a pagar rescate.

Proliferó la fortificación de plazas estratégicas desde la gerundense Rosas hasta Nápoles, Messina la siciliana, incluso La Goleta, en Malta, y Melilla. Ello contuvo el incesante pirateo de los litorales noreuropeos por corsarios berberiscos o por el turco, derrotado en Lepanto -'la mayor ocasión que vieron los siglos', al decir cervantino- por Juan de Austria, una reproducción de cuya Galera Real se expone, con 29 remos a cada borda y su velamen fenicio. Se subrayan además numerosos emprendimientos hispanos de gran envergadura civil, de los que destaca el canal entre el Alto Adda y el lago de Como, construido bajo los auspicios de Enríquez Azevedo. La exposición remarca la construcción de murallas, molinos, silos o acequias inducida por la expansión milita hispánica. Asimismo, se resalta la participación de señores territoriales o navales italianos, sin cuyo concurso y coraje España poco hubiera podido consolidar: Dorias, Spínolas, Farnesios, ...que pie a tierra o al timón de buques reales consolidaron los logros de los bravos ejércitos de Carlos V, Felipe II y sus descendientes.

El principal triunfo allí logrado, la fusión intercultural que implicó un evidente avance civilizacional, fue expresión del esfuerzo conjunto de los pueblos ribereños, entre ellos los de aragoneses, catalanes, mallorquines y castellanos desplazados hasta Italia, Nápoles, Sicilia o Malta, como el poeta y capitán imperial Garcilaso de la Vega, muerto en Niza; el soldado Miguel de Cervantes, herido en Lepanto, o Francisco de Quevedo, diplomático en Italia. Gobernantes como los marqueses de Fuentes o de Villafranca, mostraron allí su talento y valía.

Otra parte de la muestra, donde el montaje aún más se refina, exhibe instrumentos de navegación de bella y magna hechura, tachonados por mapas de puertos descollantes, como Barcelona, con sus Reales Atarazanas de arquerías góticas, representadas en una espléndida maqueta.

La travesía culmina con la gustosa evocación del genio de los moradores ribereños del Mediterráneo que, pese a sus rivalidades por la hegemonía, supieron también acordar normas sabias para convivir en paz, como revela un casi intacto documento entre Jaime II de Aragón y el hijo del emir de Túnez, rubricado en los albores del siglo XIV.

España en el Mediterráneo. De martes a sábados de 10.00 a 21.00. Domingos y festivos, hasta las 14.00. Biblioteca Nacional. Gratis. Pº. de Recoletos, 20.

Puerto de Tarento, de L. Cocorante (1738).
Puerto de Tarento, de L. Cocorante (1738).B. N.

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