_
_
_
_
_
Reportaje:

Antón Martín, más allá del casticismo

Un grupo de comerciantes jóvenes lanza Lineadoré, una ruta de 20 locales vanguardistas entre Huertas y Lavapiés

La modernidad grita desde una habitación tipo años treinta. A Claudia, una zaragozana de 27 años, le ha sorprendido cuando pasaba por una acera estrecha, deteriorada y atestada de coches. "No sabía que aquí había una galería tan moderna", susurra mientras ojea más allá de unas columnas distinguidas. La calle es Torrecilla del Leal, junto al metro de Antón Martín. La habitación es la galería especializada en dibujo Columpio, donde Susana Bañuelos, con su aire a lo Sofia Coppola, expone y vende la obra de jóvenes artistas. Trazos subversivos machihembrados con las performances. A un paso, en la calle del León, está The Rara Shop, un multiespacio con ropa original, cuadros y té de todas partes del mundo. En el trayecto entre un establecimiento y otro, una mujer de pelo blanco sale de un comercio con letras chinas. Lleva dos limones. "¿Usted sabe qué es Lineadoré?". Respuesta: "¿El cine Doré? Sí, eso rosa que está ahí detrás, al lado del mercado".

"¿Usted sabe qué es Lineadoré? Sí, eso rosa que está ahí, al lado del mercado"
Los vendedores dan a los visitantes un mapa de la zona con todas las tiendas

A la señora, su barrio de toda la vida se le va quedando grande. En torno a estas dos calles han surgido en los últimos tiempos una sucesión de tiendas que ya no son aquellas que lo mismo vendían latas de atún que botellas de whisky. Son 20 espacios y pequeñas empresas que apuestan por una oferta cultural bohemia, innovadora, chic. Arte, cafés, cine, talleres de grabado y fotografía, teatro, muebles de colección... Han nacido de forma independiente, pero han terminado por configurar una ruta a la que le han puesto nombre, Lineadoré, porque toma como ombligo el carácter agitador de la Filmoteca Nacional. Tiene web (www.lineadore.com) que publicita las actividades, todas, salvo excepciones, gratuitas. Y el plano del itinerario ya está en cada uno de los locales.

La idea de formar un colectivo fue, precisamente, de Susana Bañuelos, que tiene 34 años. "Cuando a algún cliente le tenía que recomendar un sitio, era un lío guiarlo". El plano se llevó esa dificultad. Pero la calle de Atocha, que corta la ruta como un machete, es una barrera. A un lado queda Huertas, lleno de guiris por la noche. Al otro, el multiétnico y hippy Lavapiés. Son dos zonas separadas en un mapa hecho con escuadra y cartabón. Pero la vida y los emprendedores no entienden de planos. Juan Castro, de la tienda de muebles de colección Tado, subraya que Lineadoré pretende "fomentar el tráfico de un barrio a otro". Romper el límite psicológico de Atocha. Él resume el ideario de la ruta: "Comercios libres e independientes con trato personal, lo cual tiene más que ver con la frutería de siempre que con la franquicia".

En la especialización se basa el asunto de casi todos estos locales, la mayoría abiertos en los últimos cuatro años: El Sur es una cafetería con una exposición permanente de carteles del cine español; Ficciones es el conocido videoclub con cintas de autor; la sala Triángulo; Modernario y sus muebles de colección; la investigación artística y sin prejuicios de la sala Off Limits; la unión de la creación y los sentimientos en la galería Rita Castellote; la sala de teatro alternativo Tis; la floristería creativa Vinca per Vinca; el soplo oriental de Geishamemucho; los grabados de Zambucho; el diseño en cuero de Valentín del Barrio, la excepción de esta lista, cuyo propietario es un veterano a cuya tienda muchos políticos vienen desde el Congreso de los Diputados a comprar sus carteras... Así hasta 20. Y todo, sin contar la enorme U artística que envuelve el perímetro de Lineadoré: el Prado y el Reina Sofía, CaixaFórum, el teatro Valle-Inclán, La Casa Encendida...

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

La rebelión contra el costumbrismo ha dado de sí. Esta iniciativa recuerda a la de TriBall, que en 2007 inició una cruzada: convertir el triángulo de Ballesta, un reducto de drogas y prostitución detrás de la Gran Vía, en un barrio cool. El Soho madrileño, decían. Charo Díez, de la asociación, se enorgullece: "En el último año hemos abierto 45 espacios". La promotora privada Rehabitar se lanzó a comprar viejos locales para realquilarlos por cuatro duros. Rentas tiradas de precio. La polémica no tardó en aparecer: muchos comerciantes se quejaron de que a ellos les sale más caro sostener su negocio. Incluso ha nacido el movimiento Anti TriBall, cuyo lema es revelador: "Somos un barrio, mucho más que una marca".

A diferencia del triángulo de Ballesta, Antón Martín es un barrio animado y seguro. Hay más diferencias: la columna de TriBall es diseño de nueva generación (unas zapatillas de último modelo posan sobre el terciopelo rojo de un antiguo lupanar). Lineadoré aún no es tan sofisticada. Se contenta con ser el catalizador de las tendencias alternativas. Del inconformismo. Aunque la señora de los limones ni se haya enterado.

Figura decorativa a la entrada del local Geishamamucho, en la calle de Atocha.
Figura decorativa a la entrada del local Geishamamucho, en la calle de Atocha.CRISTÓBAL MANUEL

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_