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Bares y restaurantes, llenos de humo tras dos años de ley antitabaco

Rebeca Carranco

Saca la mascarilla de su bolsito blanco bordado con encajes, se la pone y entra en la cafetería-restaurante. "¿Zona de no fumadores?", pregunta Joaquina Fernández, de 54 años. "Todo es para fumadores", le indica la camarera, apurada. El local tiene más de 100 metros cuadrados. Eso les obliga a tener una zona habilitada. Pero no la hay. "Si vas a desayunar, puedes sentarte ahí". La mujer señala unas mesas, separadas por unos muebles bajos, meramente decorativos. El ambiente está cargadito de humo. Fernández tiene que salirse. Es asmática grave desde hace seis años. "Quedarme aquí significa poner mi vida en peligro", reprocha, indignada.

En un radio de medio kilómetro, en el centro de Madrid, Joaquina Fernández y Soledad Alonso, también asmática, de 58 años, tienen que salirse de hasta cuatro bares que no cumplen la ley. Pero no les coge de nuevas. Como presidenta y vicepresidenta de la Asociación de Asmáticos Madrileños (ASMA) ya conocen la situación en la región. El 2 de noviembre de 2006, la presidenta de la Comunidad, Esperanza Aguirre, promulgó un decreto que desarrolla con cierta permisividad la ley antitabaco. El Ministerio de Sanidad lo ha recurrido ante el Tribunal Constitucional.

"Para los asmáticos, el humo puede ser la muerte", se queja Teresa Fernández
"Es indignante, me van a caer 3.000 euros de multa", dice un hostelero

Uno de los trabajadores de La Fábrika, de donde se ha salido Fernández, en la plaza de los Cubos, defiende que sí hay zona de no fumadores. "Es ésa", repite, indicando la decena de mesas. Pero no está señalizada. "Ni aislada", reconoce. La ley estatal obliga a establecer una separación física. El decreto de la Comunidad se conforma con "mecanismos de extracción o eliminación" de humos. Ninguna de las dos cosas se da en La Fábrika, con aforo para unas 200 personas. Pero según el trabajador eso no importa a sus clientes, que "por no esperar se sientan donde haya sitio". Por su local jamás se ha pasado un inspector, aunque está denunciado ante la Agencia Antidroga de la Comunidad de Madrid.

Siguiente parada: restaurante Cáscaras, en Ventura Rodríguez, 7. Soledad Alonso sale del local por el mismo camino que ha entrado. "Incumplimos la ley y siempre la hemos incumplido", reconoce su dueño, Pedro Martínez. No hay señalización, ni separación física de zonas, aunque sí un par de extractores. La Agencia Antidroga le ha multado con 201 euros. "Hace un mes vino un inspector", cuenta Martínez. Piensa pagar la sanción, pero va a "seguir incumpliendo la ley". Frente a su restaurante, hay un bar de menos de 100 metros, que permite fumar. "Los dos servimos desayunos. ¿Si yo separo las zonas, dónde se va a ir la gente? No puedo permitirme el lujo de perder esos clientes", justifica.

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"Cuando salió la ley, algunos sitios prohibieron fumar. Ahora se está invirtiendo la tendencia, como ven que no se hace nada, vuelven a permitirlo", lamenta la presidenta del partido de No Fumadores, Ana Bernia.

Su asociación nació hace dos años para defender a los que no consumen tabaco (en Madrid fuma el 40,9% de la población, frente al 41,7% nacional, según datos de la Agencia Antidroga madrileña de 2007). En ese tiempo han presentado más de 1.000 denuncias. Y no tienen constancia de que hayan multado a nadie. Según los últimos datos de la Agencia, el año pasado se hicieron 5.110 inspecciones (1.428 más que en 2007), que han dado lugar a 914 expedientes (724 más que en 2007), y se han recaudado 223.069 euros. "Hemos incrementado la inspección", asegura la Agencia, aunque no especifica el número de locales sancionados, ni los motivos. "Oscurantismo", recrimina Bernia. En Cataluña, con un millón más de habitantes, se han abierto 600 expedientes, pero se han hecho muchas más inspecciones: 30.000. Madrid no llega a las 8.000.

Los Empresarios por la Calidad del Ocio en la región sostienen que cada vez cumplen más la ley. De los 40.000 locales de restauración y ocio que hay en la región, casi 30.000 tienen menos de 100 metros cuadrados, según su presidente, Vicente Pizcueta. "Obviamente, han optado porque se fume. El resto, poco a poco, se van adaptando a la ley", sostiene.

O todos moros, o todos cristianos. Ésa es una de las quejas recurrentes de los hosteleros. Se sienten discriminados por una ley que diferencia en función de tamaños. Si el local tiene menos de 100 metros, puede elegir: fumador o no fumador; si tiene más, está obligado a separar. "Por qué unos sí y otros no", se pregunta Juan Hernández, dueño del bar-restaurante Duduá, en la Cuesta de San Vicente. Es el tercero, en el radio de 500 metros, que no cumple la ley. El sitio exhala humo por todas las rendijas. Alonso pregunta, por si acaso: "¿Para no fumadores?". "Todo es de fumadores". Es la respuesta de uno de los camareros. Alonso insiste: "Es que soy asmática". "Esto es todo de fumadores, qué le vamos a hacer. Si se pone en aquel lado, no le da el humo", le dice, invitándola a sentarse junto a una ventana. Pero enseguida una camarera corrige: "Abajo tenemos un salón de no fumadores". Alonso prefiere la calle.

"Es indignante, me van a caer 3.000 euros", se queja el propietario. Hace una semana una televisión grabó, según él con cámara oculta, las instalaciones. Al día siguiente una inspectora le multó por no señalizar y por no tener correctamente separadas las zonas. Tiene que hacer reformas. "Debe haber 8.000 locales en mi situación, pero me multan a mí", lamenta.

A Joaquina Fernández no le da ninguna pena que multen a los empresarios. "Tienen que cumplir y la Comunidad tiene que inspeccionar", insiste. Camina por la calle esquivando a fumadores, teme a los coches que despiden muchos humos y si ve a una persona limpiando, huye porque la lejía le destroza los bronquios. Soledad Alonso siempre le dice: "Huyes del cigarro y te metes en medio de la Gran Vía. Cualquier día te atropella un coche". Pero a Fernández no le hace gracia: "Para los asmáticos una bocanada de tabaco a los pulmones puede ser la muerte".

La búsqueda del café con leche sin humos llega a su última parada. Tapas y Cañas, Gran Vía, 72. Fernández se pone la mascarilla... "Todo el local no llega a los 100 metros. Aquí se fuma". Fernández lo entiende, aunque le gustaría que no se pudiera en ningún recinto cerrado. El dueño de la franquicia, Luis Álvarez, fue multado hace un par de meses por no tener el cartel en la puerta. Tiene que pagar 201 euros.

Javier Blanco, portavoz del Club de Fumadores, defiende a los hosteleros: "Siempre hay gente que se salta la ley. Pero hay que reconocer su esfuerzo. Han hecho una inversión para separar espacio y nadie les ayuda". Está convencido de que el conflicto entre los fumadores y los no fumadores "no es real". Por eso "nadie vigila el cumplimiento de la ley antitabaco a rajatabla".

Teresa Fernández, asmática, en la barra del bar-restaurante La Fábrika.
Teresa Fernández, asmática, en la barra del bar-restaurante La Fábrika.SAMUEL SÁNCHEZ

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Sobre la firma

Rebeca Carranco
Reportera especializada en temas de seguridad y sucesos. Ha trabajado en las redacciones de Madrid, Málaga y Girona, y actualmente desempeña su trabajo en Barcelona. Como colaboradora, ha contado con secciones en la SER, TV3 y en Catalunya Ràdio. Ha sido premiada por la Asociación de Dones Periodistes por su tratamiento de la violencia machista.

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