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Columna
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Cabreo y humillación

El Día del Español se les preguntaba a los estudiantes de distintas sedes del Instituto Cervantes qué palabra en nuestro idioma les había impresionado más. Algunos decían amor y otros gilipollas. Yo habría elegido cabreo. Durante esos días me cabreó bastante la humillación que sufrieron varias personas sordas al hacerles abandonar un crucero porque no se les consideraba capaces de atender las indicaciones en caso de peligro. Poco antes otros pasajeros tuvieron que salir de un avión por los mismos motivos. Es muy fácil medir a los demás partiendo de nuestro propio modelo, de nuestras propias facultades y carencias, lo que no deja de ser una prepotencia estúpida, sobre todo porque todos tenemos limitaciones y todos, como le escuché decir a un científico, sufrimos alguna minusvalía por insignificante que sea. Nadie es perfecto, como diría Billy Wilder.

Hay que atender a las minorías, nadie tiene más derecho que otro a vivir de una manera normal

Tengo una amiga sorda, a la que considero mucho más capaz que yo y que mucha gente que conozco, porque no creo que muchos pudiésemos superar todos los impedimentos que ella salva día tras día. Mi amiga trabaja, conduce, ha estudiado, educa a sus hijos (oyentes), me lee los labios cuando le cuento mis cosas y me habla, no perfectamente, pero logra formar sonidos que no ha oído jamás y construir frases como las mías. Me dejan boquiabierta su inteligencia y viveza. Siente la música a través de la vibración que produce. En su casa hay una luz roja que se enciende cuando suenan el timbre y el teléfono y otras maneras de sustituir unas señales por otras. Solamente pensar que a una mujer de este calibre se atreva alguien a decirle que no puede viajar en avión sola o a no disfrutar de un crucero es insultante. Uno de los pasajeros comentó en televisión que se había sentido tratado como un menor de edad, y no como el adulto que tiene que pelear y ganarse la vida para pagarse sus viajes.

Me pregunto qué estarían pensando los empleados encargados de "echarles", me pregunto si no se les caería la cara de vergüenza por cumplir con su deber, me pregunto si no se cuestionarían que estaban ofendiendo la dignidad de un ciudadano que paga sus impuestos. Las compañías aéreas, marítimas, el transporte por cielo, mar y tierra, para favorecer la seguridad de sus viajeros sordos no debe dejarlos en tierra sino disponer de intérpretes. Vamos a ver, si hace unos días había en el Senado siete intérpretes traduciendo a sus señorías de una a otra lengua del Estado (lo que está bien porque así se da trabajo a la gente y se hacen fluir las lenguas por la Cámara), ¿por qué los servicios públicos no contratan también intérpretes del lenguaje para sordos como sucede en otros países? Hay poca presencia del lenguaje de sordos en televisión y en todas partes.

Hay que atender a las minorías, a quienes necesitan una atención distinta, nadie tiene más derecho que otro a vivir de una manera normal. Tampoco se le puede exigir a alguien que sea tan excepcional como mi amiga, de la misma forma que no se le exige a ningún oyente. Esta sociedad está montada sobre los cinco sentidos, no sobre la sensibilidad, aunque algo se va avanzando.

No recuerdo ahora en qué playa se ha ideado un mecanismo para que los ciegos puedan bañarse sin tener que ir acompañados de nadie. Más que de dinero se trata de que se le dé a la imaginación.

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A veces me siento orgullosa de formar parte de un país en que los homosexuales se pueden casar, en que se hace avanzar la ley del aborto, un país tolerante en general, pero donde increíblemente a dos ciudadanos de nuestra Comunidad, José Miguel Troyano y Alberto Rodríguez, ambos sordos, que por sorteo iban a ser presidente y vocal, respectivamente, en dos mesas electorales al Parlamento Europeo, se les relevó de tales tareas por ser sordos. Ante esto, el orgullo se va a hacer gárgaras.

¿Y a quién no le cabrea lo de El Rafita? El Rafita fue uno de los cuatro sádicos que mataron a Sandra Palo después de violarla, atropellarla y prenderle fuego. Una chica de Getafe, discapacitada, que volvía a su casa hace seis años y se tropezó en su camino con estos monstruos. El Rafita, ahora en libertad vigilada, sigue haciendo de las suyas. ¿De qué hablamos cuando hablamos de reinserción? No es lo mismo ser un delincuente o alguien que mata por accidente que un asesino. No es lo mismo robar que violar, atropellar, matar y prender fuego a una chica ¿por diversión? A ver si hago memoria, creo que a los 16 años, a los 15, incluso a los cinco años sabía perfectamente lo que era matar y hacer daño. Para algunos actos no hay minoría de edad, para otros sí.

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