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"Cien kilos ahora y otros cien..."

Leguina rememora en una novela con pasajes autobiográficos los episodios más oscuros de la moción de censura que perdió Gallardón en 1989

"Un día de 1989, el CDS cambió de rumbo y decidió apoyar mociones de censura contra los socialistas. ¿Por qué? Probablemente porque Adolfo Suárez se sintió traicionado por algunos de sus fieles que querían pactar con el PSOE en el Ayuntamiento de Madrid y pensó que los concejales socialistas habían pervertido a sus huestes con promesas y su gente había cambiado la primogenitura por un plato de lentejas.

El caso es que Suárez montó en cólera y también montó un número, un número que, primero, llevó a su amigo Rodríguez Sahagún a la Alcaldía de Madrid y, luego, destrozó a su partido como opción electoral... pero la moción de censura no prosperó en la Comunidad.

Un diputado elegido en las listas del PP que había abandonado ese partido tiempo atrás, pasándose al Grupo Mixto, se negó a votar la censura. Se abstuvo y esa abstención impidió que la moción prosperara. Soporté con desagrado y también con no pocas tensiones las sospechas, las denuncias y los silencios acusadores según los cuales yo le había dado una bolsa de monedas a un Judas llamado Nicolás Piñeiro -ése era el nombre del diputado-... y si no había sido yo, habría sido el PSOE... Pero fueron otros quienes sí ofrecieron comprar la voluntad de un diputado de Izquierda Unida... y los pillamos con las manos en la masa.

"Soporté con desagrado y con no pocas tensiones las sospechas"
Interior me prestó un aparato capaz de grabar un suspiro detrás de un muro
Un 'broker' se ha dirigido a un diputado de IU para pagarle por su voto
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El intermediario, un sedicente broker llamado Durán, fue juzgado y condenado por ello, pero nunca se supo de quién era la mano que movía los hilos ni de dónde venía el dinero. (...)

Ángel [Joaquín] se halla esta tarde -cuando acaban de dar las cinco- sentado en su despacho en la primera planta que es, prácticamente, la única que ya está completamente rehabilitada y en buen uso... pero Egusquiza [Leguina] no está solo, lo acompañan, en torno a una mesa baja donde se han servido cafés, el portavoz socialista en la Asamblea junto a dos consejeros. Es el portavoz quien habla.

-¿Te acuerdas de Miguel Ángel Olmo?

-Sí -asegura Egusquiza [Leguina]-, lo he visto por la Asamblea y lo he saludado un par de veces.

-Pero ¿sabes quién es? -interviene uno de los consejeros.

-Pues sí, un muchacho joven con bigote, diputado de Izquierda Unida, pero no es comunista, sino de un grupo ecologista que ha montado Ramón Tamames.

-No está mal -acepta el portavoz, como si de un examen se tratara.

-Y qué le pasa a Miguel Ángel Olmo? -solicita Egusquiza [Leguina].

-Ha venido a verme -anuncia el portavoz-. Y ésa es una gran noticia? -pregunta, impaciente y zumbón, Ángel Egusquiza [Joaquín Leguina].

-Pues sí, lo es... y lo comprobarás cuando te diga lo que me ha contado -contesta el interpelado con un toque de suspense en la voz.

-Soy todo oídos -declara Egusquiza [Leguina]-. Como Nicolás Piñeiro se ha negado a retractarse y no quiere volver al redil del PP, pues los "populares" han creído encontrar un buen sustituto en Miguel Ángel Olmo. Un broker, eso le ha dicho que era, se ha dirigido a él por teléfono para ofrecerle dinero a cambio de su voto favorable en la moción de censura.

-¿Y qué ha dicho Olmo?

-Que no traga.

-¿Te lo ha dicho a ti o se lo ha dicho a ellos? -insiste Egusquiza [Leguina].

-Me lo ha dicho a mí... No iba a venir para decirme que aceptaba el soborno -se defiende el portavoz-. Lo importante no es eso. Lo que puede cambiar la situación es que Olmo está dispuesto a hacer dos cosas. Una: aceptar una cita con el corruptor. Y dos: dejarse aconsejar por nosotros.

-No está mal... -concluye un meditabundo Egusquiza [Leguina]-, pues lo único que nos sería útil es cogerlos con las manos en la masa... -y luego, como para sí, continúa-. Si yo sé que se va a cometer un delito, tengo la obligación de avisar a la policía para que ésta impida que se cometa ese delito... Así que voy a llamar al ministro del Interior.

-No tan deprisa -corta uno de los consejeros-. Para empezar, no sabemos aún dónde va a tener lugar la cita...

-Pero lo sabremos esta misma tarde -interviene el portavoz.

-¿Y con quién va a citarse? -insiste el consejero.

-Alguna seña, algún distintivo tendrá que darle el tipo antes de la cita -se defiende el portavoz.

-Vayamos por partes -interviene de nuevo Egusquiza [Leguina] dirigiéndose al portavoz-. Tú te citas con Olmo cuanto antes y le dices dos cosas: que la cita con el otro no debe ser antes de mañana por la tarde (así tendremos algo más de tiempo) y que le saque toda la información personal (por lo menos el nombre) al broker ese. Entretanto, yo hablaré con los de Interior a ver si están dispuestos a hacer algo... Así que cada mochuelo a su olivo -dice, levantándose-. En cuanto yo hable con los de Interior, te llamo -concluye dirigiéndose al portavoz.

Hora y media más tarde, Egusquiza [Leguina], que se ha trasladado hasta el Ministerio del Interior, está de vuelta en su despacho y pide que le pongan en comunicación con el portavoz.

-Hola, ¿estás con Olmo? -quiere saber Egusquiza [Leguina].

-No, acaba de irse y se mantiene en sus trece. Sólo espera que le informemos sobre el "operativo".

-Olvídate de eso. El "aparato del Estado" no está dispuesto a mojarse.

-¿Por qué? -se inquieta el portavoz.

-Tienen miedo de que todo acabe por ser una trampa para ellos. En el fondo, lo que temen es a la prensa y a alguno de esos jueces grandiosos. El argumento es el siguiente: si hacen intervenir "preventivamente" a la policía, cualquier periódico "enemigo" en connivencia con un juez puede acusar al Gobierno de haberle preparado una encerrona al pobre broker.

-Eso sí que es cogérsela con papel de fumar... Como hagan lo mismo con los demás chorizos no detienen a ninguno -se queja el portavoz.

-Ya sabes que aquila non capit muscas -dijo sonriente Ángel [Joaquín]-. En otras palabras: hay que preservar al Gobierno de cualquier riesgo, así que nosotros a lo nuestro. Porque, eso sí, me han prestado un aparato diminuto pero capaz de grabar un suspiro detrás de un muro... Eso me han dicho.

-A diferencia del "aparato del Estado", Olmo sí está dispuesto a ir hasta el final -aclara el portavoz-. Lo que más le ha molestado, lo que verdaderamente le ha jodido, es que lo hayan tomado por corruptible. "¿Por qué a mí?", repite.

-Es una buena noticia que echa por tierra la hipótesis esa de que cada hombre tiene su precio, pero no me parece conveniente verme con él antes de que se acabe esta película. (...)

Olmo le propondrá al broker una cita a las siete de la tarde de mañana.

-Muy bien, pero si el broker trae el dinero encima, que Olmo no coja ni un duro -previene Egusquiza [Leguina].

-No te preocupes. No creo que el tipo lleve encima el dinero. Además, si así fuera, Olmo le dará largas. Han pasado veinticuatro horas y en el despacho de Egusquiza [Leguina] están de nuevo, inquietos, los mismos cuatro personajes del día anterior.

-¿Probasteis la grabadora antes de dársela a Miguel Ángel Olmo? -pregunta Egusquiza [Leguina].

-Sí, y funciona muy bien -aclara el portavoz.

-Perdona, pero ya sabes que soy pesimista respecto a la electrónica.

-Llama el señor Olmo -asoma Margarita su cabeza cana entreabriendo la puerta-. Es para ti -concluye la jefa de Secretaría dirigiéndose al portavoz.

El portavoz sale y vuelve al rato a punto de dar saltos de alegría.

-Ha salido perfecto. Dice que lo ha grabado todo. Está en el Comercial esperándome. Me voy.

-Te esperamos -anuncia Egusquiza [Leguina], acompañándolo fuera del despacho. Egusquiza [Leguina] les dice a las secretarias que se vayan y a Margarita le pide que se quede.

-Probablemente cenaremos aquí. Que nos traigan algo de picar de Ciriaco -añade.

La espera se hace larga, pero llena de proyectos. El consejero de Presidencia se explaya, mientras repinta sus blasones de abogado en ejercicio:

-Mandamos hacer varias copias de la cinta... y la transcribimos. Necesitaremos algunas mecanógrafas...

-Ni hablar -corta Egusquiza [Leguina]-. Sólo se queda Margarita. Cuanta menos gente sepa del asunto, mejor.

-Pues nos van a dar las uvas -acota el consejero de Educación.

-No tenemos nada mejor que hacer -replica Egusquiza [Leguina].

-Si Olmo va a ir mañana al juez, conviene que le busquemos un abogado.

-Cristina Almeida -señala Egusquiza[Leguina].

-Vale. Los de Izquierda Unida no van a poner pegas a ese nombre, pero es Olmo quien tiene que dar el visto bueno -interviene el consejero de Presidencia.

-Una vez que Olmo y la abogada presenten la denuncia en el juzgado, filtramos la cinta a los medios -aventura el consejero de Educación, y los demás asienten-. Creo que les hemos pillao...

-No conviene vender aún la piel del oso -aconseja, cauto, el consejero de Presidencia.

Llega el portavoz con la cinta y todos -incluida Margarita- la escuchan en silencio, sólo interrumpido por alguna exclamación y varios exabruptos.

El broker, apellidado Durán, habla en ella con la voz "del que sabe". A Olmo se le pide el favor -"que estará bien remunerado"- por el bien y la estabilidad de la institución. "No tenemos nada contra los socialistas -asegura Durán en plural mayestático-, pero tal y como están las cosas, es mejor que den paso a una coalición sólida entre el PP y el CDS". Y cuando Olmo le exige precisiones económicas, el broker no se corta. "Cien kilos ahora y otros cien después de la votación en la Asamblea". Olmo asegura en la grabación que lo tiene que "consultar con la almohada". "Sí, habla con tu mujer. Las mujeres son mucho más realistas que nosotros", asegura el broker... y se despiden.

Cuando la cinta -ya transcrita- aparezca, con llamativos titulares, en EL PAÍS y cuando se oiga por la radio la voz del broker ofreciendo el dinero, Nicolás Piñeiro pasará a un discreto segundo plano, y en ese ambiente cargado de sospechas se celebrará una tensa sesión de censura que acabará en fracaso, aunque en el envite Agustín Rodríguez Sahagún, del CDS, se hará con la Alcaldía de la capital.

Algún tiempo después el broker Durán será condenado y llevado a la cárcel... para acabar disolviéndose sin hacer ruido y sin confesar la procedencia del dinero con el que intentó comprar la voluntad de un diputado. Recuerdo con horror la peripecia de la moción de censura en la que nos metió el CDS, pero me sigo sonriendo al recordar cómo cazamos al broker aquel. Una práctica gansteril que se ha repetido en España con bastante frecuencia.

Alberto Ruiz-Gallardón y yo hemos conversado desde entonces muchas veces y de muy variados asuntos, pero nunca hemos hablado de aquellos acontecimientos. Probablemente a él tampoco le agrada recordar aquellas jornadas, pero unos meses atrás y estando sentados juntos en un homenaje-aniversario un metepatas (hay tantos), queriendo echar una paletada sectaria contra los socialistas, coló en su discurso una referencia a aquel episodio, que calificó de "transfuguismo". Nos miramos y Alberto me dijo al oído: "Para mí hubiera sido un pésimo negocio haber ganado la moción de censura". Le pregunté por qué pensaba eso. "Hubiera sido presidente un par de años y en 1991 hubierais vuelto a ganar. Entonces me habría convertido en un presidente derrotado... Muchas veces es mejor esperar", añadió. Mas, fuera como fuera, sería estúpido pensar que la lluvia de sospechas no llegó a mojarme. "¿Le dieron o no le dieron dinero a Nicolás Piñeiro para que se abstuviera en la censura?". Tengo para mí que no, pero es imposible aportar pruebas de algo que no ocurrió. Por otro lado, estoy convencido de que nadie le pidió permiso a Gallardón, mi oponente de entonces, para usar en su favor la millonada con la que pretendieron comprar la voluntad del diputado Olmo. La huelga general, la moción de censura, los nuevos inquilinos en el Ayuntamiento de Madrid, a cuya Alcaldía llegó Agustín Rodríguez Sahagún (el "eficiente" ministro de Defensa en el momento del golpe de Tejero)... llenaron la vida política madrileña de incomodidades.

El nuevo alcalde de Madrid resultó ser un ocurrente. Había llegado al Ayuntamiento dispuesto a innovar y fue capaz de pactar millonarias subidas de salarios con un sindicato corporativo de la EMT, disparates que estuvieron a punto de poner patas arriba el funcionamiento del Consorcio de Transportes que con tantos esfuerzos habíamos conseguido poner en pie... También fue capaz, él solito, de meternos a todos en un lío a la hora de renovar los cargos de la Caja de Ahorros. Por no hablar de otra ocurrencia que aún subsiste según la cual los concejales que están en la oposición cobran lo mismo que los que tienen la responsabilidad de gobernar el municipio. Pero basta con mirar un "pirulí" que mandó levantar próximo al edificio del antiguo Rectorado de la Complutense, a unos metros del Arco del Triunfo de la Moncloa, para ver en aquel vástago de 60 metros de altura que sostiene una especie de platillo volante la inutilidad de su mandato. Una inútil plataforma, paradigma y quintaesencia del escaparatismo municipal que se ha puesto de moda sin razón y sin sentido... No sé por qué escribo estos párrafos en contra de un hombre que ya murió..., quizá porque durante su estancia en la Alcaldía gozó del apoyo entusiasta de la prensa -municipal y espesa-, siempre dispuesta a ensalzar las naderías.

Joaquín Leguina, durante la moción de censura que PP y CDS presentaron contra los socialistas en la Asamblea de Madrid.
Portada del último libro de Joaquín Leguina, editado por Alfaguara.
Joaquín Leguina, durante la moción de censura que PP y CDS presentaron contra los socialistas en la Asamblea de Madrid. Portada del último libro de Joaquín Leguina, editado por Alfaguara.MIGUEL GENER

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