_
_
_
_
_
Reportaje:

Collarín y relajante muscular para un tumor

Una mujer de 40 años muere en Alcalá de Henares tras un periplo hospitalario de dos días y un diagnóstico inicial erróneo

Álvaro Corcuera

Mariví Martínez, de 40 años, falleció el pasado 20 de febrero en el hospital Universitario Príncipe de Asturias de Alcalá de Henares. Tenía un tumor de unos cuatro centímetros en el cerebro, diagnosticado gracias a un TAC realizado tan sólo tres horas antes de su muerte. Dos días antes, el centro hospitalario había despachado a la mujer con un collarín, remedio para una contractura cervical que terminó siendo falsa.

"No podemos hacer un TAC a todo el que le duele la cabeza", dice el director médico
La mujer murió sin que nadie en las urgencias se percatara, según los informes médicos

Juan Carlos Badillo, marido de la fallecida, cree que hubo una negligencia médica. El hospital lo niega. Pero los informes del centro desvelan cierta desatención. Los médicos de una UVI móvil que iban a trasladar a Mariví a La Princesa fueron los que la encontraron muerta. Nadie en las Urgencias del Príncipe de Asturias se había dado cuenta del fallecimiento.

Juan Carlos Badillo cumplió tres años el pasado 1 de marzo. En su fiesta de cumpleaños preguntó si su madre iba a estar con él. Durante todo el mes de marzo, Juan Carlos, su padre, le ha ido contando poco a poco que "hay que recoger las cosas de mamá". Porque Mariví Martínez, de 40 años, esposa y madre, nunca volverá. Ella perdió la vida en el hospital Príncipe de Asturias de Alcalá de Henares, después de un periplo de dos días por el centro sanitario con un dolor de cabeza intenso que sólo mereció un TAC cuando su vida estaba a punto de expirar. Lo que los médicos diagnosticaron como un dolor cervical tratado con relajantes musculares y un collarín un domingo, terminó siendo un meduloblastoma un martes. Era un tumor de cuatro centímetros en la parte posterior de la cabeza, detectado por el escáner cerebral sólo tres horas antes de fallecer. "Estoy convencido de que ese tumor hubiera acabado con su vida, pero ella hubiera dado lo máximo por poder luchar, por volver a ver a su hijo", cuenta Juan Carlos.

La trágica historia de Mariví comenzó el pasado viernes 16 de febrero. Se sentía mal, pero lo achacó a que tan sólo una semana antes le habían tenido que sacar una muela. De hecho, ya durante la semana había sentido incomodidades. Al día siguiente, el fuerte dolor de cabeza no había remitido, así que su marido, Juan Carlos Badillo, llamó al 112. Un médico fue a su casa y a la mujer le recetaron Nolotil, Augmentine y Myolastan. Es decir, un calmante, un antibiótico y un relajante muscular. El domingo, Mariví había empeorado. Preocupado, Juan Carlos llevó a su mujer al hospital Universitario Príncipe de Asturias. Entraron a las 10.16. Su informe de admisión en Urgencias dice que Mariví presentaba una "cervicalgia que cede de forma temporal tras descansar tumbada unas horas. Presenta náuseas y ayer realizó cinco vómitos alimenticios".

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Cuatro horas y cuarto más tarde, Mariví salió del hospital con un collarín, después de que le analizaran la sangre y le hicieran una radiografía. Los médicos determinaron que sus dolores eran causados "por una contractura cervical". Juan Carlos está convencido de que en ese momento su mujer "fue sentenciada a muerte". El lunes, Mariví no mejoró pero soportó el dolor. "Te tienes que relajar", le decía su familia, según cuenta ahora el marido, que lamenta que "encima se ha muerto con un sentimiento de culpa por quejarse continuamente". El martes, muy dolorida, no aguantó más y volvió a ir al hospital. "Llevamos al niño al colegio, su madre le dio un beso como cada día, y fuimos al Príncipe de Asturias", recuerda Juan Carlos. Mariví ingresó a las 11.11 en el hospital, según el propio informe del centro sanitario. En éste se detallan los mareos de la mujer, se dice que tiene náuseas y también se describe su "palidez cutánea". "Tenía muy mal color, su aspecto era ya muy preocupante", asegura Juan Carlos.

A partir de ahí, el calvario de Mariví iba a desencadenar en su propia muerte. Sin saber que ésta se acercaba, la paciente tuvo mucha paciencia. Durante ocho horas fue pasando de médico en médico. Análisis de sangre, consulta de otorrino, medicina interna... y por fin el TAC. Éste determinó lo peor: un tumor en la cabeza. Tras la prueba, sobre las ocho de la tarde (nueve horas después de su entrada al hospital), la trasladaron al box número 1 de Urgencias. Allí "la abandonan y ni se dan cuenta de que sufre una convulsión", denuncia Juan Carlos. En el informe se detalla lo siguiente: "Durante su estancia en Urgencias se cae accidentalmente, no vista por el personal, tras lo que parece tener un cuadro convulsivo con breve periodo poscrítico a las 22.05".

Tras lo sucedido, el Príncipe de Asturias se puso en contacto con el hospital de la Princesa, para trasladar a Mariví y operarla de urgencia. La UVI móvil tardó hora y media en llegar. Cuando lo hizo, algo que reflejan los informes, los facultativos de la ambulancia se percataron de que Mariví estaba muerta. "Murió como un perro", asegura Juan Carlos. Nadie del hospital se percató de que la mujer había fallecido. Nadie estuvo atento a ella, a pesar de que había sufrido convulsiones y que se había caído de la camilla anteriormente.

Juan Carlos López Robledillo es el director médico del hospital Príncipe de Asturias. Él insiste en que "no hubo mala praxis". Sí reconoce que siempre hay "oportunidades de mejora". Al preguntarle por cómo es posible que nadie en las Urgencias de un hospital se percate, primero, de que una persona ha sufrido convulsiones y caído al suelo, y segundo, que esa misma persona se ha muerto un par de horas más tarde, dice que "quizá sí hubo desamparo en algunas circunstancias". López Robledillo explica por qué se tardó en realizar la prueba del escáner a Mariví. "No se le hace un TAC a todo el mundo que entra en Urgencias con un dolor de cabeza", dice. ¿Pero cuándo se hace? "Cuando vemos que persiste el dolor", explica. Juan Carlos, el marido, lo ve de manera muy distinta: "Se le hizo el escáner cuando ya estaba pálida y con muchas dificultades para hablar".

El marido de Mariví se reunió con el director médico unos días después de lo sucedido. Según ambos, de ese encuentro salió el compromiso de que el hospital informaría de lo sucedido a la familia. Pero un mes y medio después de la muerte de la mujer, Juan Carlos continúa esperando. "Esta tarde tengo citados a dos médicos y con algunos ya hablé otro día", cuenta el director. En total, dice, "hay 10 médicos que tienen que dar explicaciones, y no es fácil reunirse con todos, porque hay alguno que está fuera". Aunque dice que el hospital "está dispuesto a pedir disculpas si lo tenemos que hacer", López Robledillo insiste en la "fatalidad" de lo ocurrido. "Pueden entrar 600 pacientes al día. No podemos hacer 25 resonancias a toda la gente a la que le duele la cabeza", asegura. A Juan Carlos, el marido de Mariví, eso le indigna: "Si hay que hacer un escáner a 500 personas para salvar a una sola, ya merece la pena".

"Mi suegra comienza a preguntarse cosas y mi cuñada pienso que todavía no está preparada para hablar; pero yo necesito contar lo que ha pasado. Se tiene que saber", explica Juan Carlos. Su abogado y amigo, Blas Antonio García, está convencido de la negligencia médica del Príncipe de Asturias. ¿Cuánto vale la vida de una persona? "Desgraciadamente, no vamos a recuperar a Mariví, pero entendemos que deben indemnizar a la familia con alrededor de 200.000 euros", estima. Mediante el acuerdo o tras un juicio, y si finalmente la muerte de Mariví merece una indemnización, Juan Carlos asegura que firmará un documento en el que ceda todo el dinero a su hijo. "Para que al menos se labre la vida. Yo tengo la mía solucionada", dice.

Según asegura Juan Carlos, él peleará como siempre lo ha hecho en su vida. "A los 15 años me quedé sin padre y estoy acostumbrado a tener que luchar". Muy entero, no deja que sus lágrimas, que asoman en sus ojos inevitablemente en ocasiones, caigan sobre sus mejillas. Eso sí, no deja de preguntarse cómo es posible lo ocurrido con Mariví, su mujer. Juan Carlos necesita respuestas.

Mariví Martínez, de 40 años, junto a su hijo Juan Carlos Badillo, de tres, el pasado noviembre.
Mariví Martínez, de 40 años, junto a su hijo Juan Carlos Badillo, de tres, el pasado noviembre.

"Lo hago por su memoria"

A Juan Carlos Badillo le han arrebatado la mitad de su vida. No volverá a ver a su mujer, por culpa de un tumor, pero también por lo que él cree que es una clara desatención médica. Con una gran serenidad, este hombre sólo reclama justicia. Dice que la memoria de su mujer lo merece, así como poder decir a su hijo, el día de mañana, que hizo todo lo posible porque los culpables pagaran por lo sucedido.Juan Carlos no quiere protagonismo. Al pedirle una fotografía con su mujer e hijo, explica que él prefiere no aparecer. "Lo hago por ellos, yo no importo", dice. Y añade: "Quiero poder explicar a mi hijo que su madre se ha muerto porque el TAC que tardaron demasiado tiempo en hacerle vale miles de euros. Y el hospital sólo pensó en cuadrar las cuentas". Todavía incrédulo, Juan Carlos achaca al "dinero y la burocracia" la tragedia sufrida por su familia.Tras lo sucedido, ya se ha asegurado "en la privada". Pero en el fondo, dice, "es lo que quieren, que renunciemos a la sanidad pública". El trance vivido, sin embargo, es demasiado fuerte. "No podría soportar tener que volver a ese hospital si un día mi hijo enferma", reconoce.Mariví tenía una tienda de ropa compartida con su hermana en la calle Mayor de Alcalá de Henares. "Muchas personas la conocían y se han sentido muy cercanas a ella por lo ocurrido. Lo que le ha pasado a mi mujer podría ocurrirle a cualquiera", afirma Juan Carlos. Según asegura, ha tratado que el consejero de Sanidad, Manuel Lamela, le reciba. No ha tenido éxito, pero promete "luchar hasta obtener justicia".

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Álvaro Corcuera
En EL PAÍS desde 2004. Hoy, jefe de sección de Deportes. Anteriormente en Última Hora, El País Semanal, Madrid y Cataluña. Licenciado en Periodismo por la Universitat Ramon Llull y Máster de Periodismo de la Escuela UAM / EL PAÍS, donde es profesor desde 2020. Dirigió 'The Resurrection Club', corto nominado al Premio Goya en 2017.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_