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Condenado a 12 años de cárcel el médico que abusó de varias pacientes

La sentencia critica a Sanidad por su "pasividad" a pesar de conocer las denuncias

Elena G. Sevillano

La Audiencia Provincial de Madrid ha condenado al médico rehabilitador Miguel Ángel Lobo a 12 años y cinco días de prisión por abusar sexualmente de siete de sus pacientes entre 2002 y 2004. La sentencia, a la que ha tenido acceso EL PAÍS, considera probado que Lobo les tocó los pechos, el sexo y les llegó a introducir los dedos en la vagina mientras les realizaba masajes con la excusa de que formaban parte de su rehabilitación.

"En lugar de prescribir el tratamiento adecuado a la dolencia [...] se limitó a dar masajes no curativos, con la única finalidad de satisfacer sus deseos libidinosos", afirma.

Miguel Ángel Lobo tendrá que pagar un total de 20.000 euros a las siete víctimas

Además de la pena de prisión, el fallo inhabilita a Lobo para el ejercicio de su profesión durante 12 años y le condena a indemnizar a sus víctimas con cantidades que van desde los 2.000 a los 6.000 euros (20.000 en total). El tribunal también declara responsable civil subsidiaria a la Consejería de Sanidad, ya que Lobo trabaja para la sanidad pública. Cuando sucedieron los hechos, pasaba consulta en el centro de especialidades Federica Montseny (Villa de Vallecas). Actualmente trabaja en el hospital público Infanta Leonor (también en Vallecas).

La sentencia es especialmente crítica con la Consejería: "Debe abundarse la absoluta pasividad con la que actuó a pesar de tener conocimiento de las quejas". La más antigua, de una enferma con las iniciales M. B., consta como presentada el 12 de julio de 2002. Las quejas, además, se trataron en la Mesa de Salud que se celebró el 18 de marzo de 2003. Todos estos errores son, según la sentencia, "reveladores de la inactividad de la Consejería de Salud, quien adoptando una mínima diligencia pudo evitar la reiteración de estos actos en otras pacientes".

Hasta que las denuncias llegaron a la Guardia Civil, Sanidad no abrió expediente al médico, que finalmente fue suspendido seis meses de empleo y sueldo. Pasado ese medio año volvió a su puesto, pero se tomaron precauciones: le asignaron una enfermera para que no pasara consulta solo. Y así siguió trabajando con normalidad hasta el juicio, que se celebró a finales de mayo pasado. Entonces, la gerencia del hospital decidió apartarlo de la actividad asistencial, es decir, de los pacientes. Una portavoz del centro admitió que la repercusión mediática del caso "afectaría a la necesaria confianza entre médico y paciente".

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La sentencia da absoluta credibilidad a los testimonios de las mujeres, que durante el juicio relataron cómo el médico les pedía que se quitaran la ropa interior para tratarlas de un problema de cervicales, o cómo les masajeaba los pechos cuando el dolor estaba en el hombro: "La sensación que tuvieron todas ellas es que las estaba tocando un hombre y no un médico". Lobo citaba a sus víctimas directamente, sin pasar por el servicio de atención al paciente. Cerraba la puerta con pestillo. Y realizaba tratamientos que, como médico rehabilitador que únicamente evalúa y prescribe, no le correspondían.

Los 12 años de prisión corresponden a dos delitos de abusos sexuales (un año cada uno) y cinco de abusos sexuales continuados (dos años y un día). Lobo, a punto de cumplir 57 años, no volverá a ejercer. La sentencia puede recurrirse en el Supremo. "Aunque se admita, dudo mucho que el tribunal modifique la sentencia, que es muy justa", aseguró ayer un abogado de la acusación particular, Ángel Goñi.

Miguel Ángel Lobo, a la salida de la Audiencia Provincial, donde fue juzgado en mayo.
Miguel Ángel Lobo, a la salida de la Audiencia Provincial, donde fue juzgado en mayo.JOSÉ RAMÓN AGUIRRE

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

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