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SOMBRAS DE LA NOCHE MADRILEÑA

Eva Liberten

La vida de una ex actriz 'porno' que deambula con su hija por los bares de la capital

Francisco Peregil

¿Cómo se gana la vida una chica que hace años lucía un cuerpo imponente en las mejores portadas de Interviú y Lib? ¿Qué puede hacer ahora una mujer que protagonizaba hace tres lustros las primeras películas pornográficas de España; alguien que se adelantó en 10 años a Cicciolina en la cosa de lucir una teta y que llegó a depilarse su sexo en público? Como todas las malas historias, la de Eva comienza desde el principio.

A los 15 años, una ingenua catalana, hija de una familia obrera y vecina de un barrio barcelonés proletario, se fue de casa con 300 pesetas para recorrer Europa haciendo autoestop. Por el camino se encontraba motoristas guapísimos, camioneros tan fuertes como nobles y sencillos y gente maravillosa en todos los aspectos. Ella se inventaba personajes y seducía a sus afables transportistas.Con el camionero jugaba a ponerse como un tomate cuando empezaban los piropos y las alusiones al catre, y a frenarlo cuando había que frenarlo; al motorista probaba a enamorarlo, a meterlo como Alicia dentro de un mundo que siempre era de ella, y así con todos.

Ahora, con 32 años en bandolera, después de jugar siempre con fuego, Eva Liberten arde lentamente y se pasea por todos los locales de la noche madrileña con una hija de seis años a la que nunca le ha ocultado nada. Entre los bares de Madrid se hizo famosa su hija por el contraste que ofrecía con el humo, las minifaldas y las luces. Ahora no le dejan llevar a la niña.

Riqueza rítmica

La vida se la gana Liberten con lo que ella llama performance. Es más o menos lo mismo que cuando hacía dedo, pero esta vez le pagan y el escenario ya no es la carretera, sino una sala de exposiciones o un bar. En un pub del centro hacía hasta hace pocos meses de gogo-girl. Bailaba tres horas diarias sobre un metro cuadrado de espacio.Con un pantalón de ciclista ajustado a unas piernas fuertes y flexibles, gafas negras, walkman, unas botas intergalácticas, la chica mueve su cintura insinuante, profesional, y de vez en cuando se toma un chupito. Cuando rodaba películas, el dinero llegaba con tanta facilidad como se iba. Ahora los que la ven moverse aseguran que su cuerpo no es la mitad de lo que era, o, mejor, que es casi el doble, pero mantiene en su cintura una riqueza rítmica que, si no nació con ella, le llegó con los años de profesionalidad. No le gusta hacer el amor tres veces de la misma forma, ni mirar, ni reír dos veces por la misma cosa.

Actualmente habla de polvos cósmicos y espera el año 2037, al que considera clave en el devenir de la historia. Se considera maga y bruja a la vez y habla con un lenguaje a medias entre Asimov, Campoamor y Henry Miller.

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Si va en el metro y le sale la vena de performance, deja ver unos dientes perfectos en una sonrisa desmesurada que dura lo que dure el trayecto. Una foto no conseguiría quedarse tan estática como se queda ella, ajena a las risitas, los comentarios, los codazos y los frenazos y arrancadas del metro. Dice que es fuerte, "y por eso no ligo, porque los chicos me temen". Pero a veces flaquea. "Cuando me atacan físicamente me afecta mucho".

¿Qué significa ataque físico? "Pues que te invadan campos sensoriales, como cuando alguien en la calle te dice la guarrería más grande y tú vas con tu campo sensorial esponjoso, abierto, lúdico. Vas un día con un traje sencillo y te sientes cósmica, realmente bella, y de repente te encuentras al grosero más gordo que te rompe tu campo energético".

Ahora está en un bar, su hija patina dentro del local, y cuenta que ahora mismo debe tener unas 300 pesetas en el bolsillo, casi lo mismo que cuando salió hace 17 años de su casa. Y vuelve a hablar del amor. "Construir a través del amor es lo que vale la pena. Esa continuidad es el tantra y eso es lo que me importa del amor. Es una joya de nácar, es el más dorado de los pétalos al amanecer".

Asegura que los mejores desfogamientos de amor los ha realizado en cuartos de aseo de lujo y en fiestas importantísimas. "He usado todos los lugares y han sido todos fantásticos, pero cuando la gente se pone guapa, todo es perfecto, se hace mucho mejor el amor". Pero en esas fiestas también le da por tirar la copa al suelo y la gente se le queda mirando y ella, tan tranquila. Guapa, porque es guapa, con su traje que le regaló Manuel Piña o cualquier diseñador espectacular, ella rompe un vaso aposta y es su forma de decir que vale ya de formalismos hipócritas.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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