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Reportaje:

Farinelli cumple tres siglos

El castrato Carlo Broschi convirtió Madrid en capital mundial de la ópera tras su 'fichaje' por la reina Isabel Farnesio

Los madrileños amantes de la música tienen una deuda de gratitud con un napolitano de nombre Carlo Broschi, cuyo esfuerzo y afección por Madrid la convirtieron en la capital mundial de la ópera durante el siglo XVIII. "En el mismo año en que se festeja al cuarto centenario de la primera edición del Quijote", dice Margarita Torrione, catedrática de Historia Moderna en la Universidad francesa de Savoya, "sería justo y estupendo que Madrid le dedicara un homenaje". Y explica: " Carlo, nacido este mes de enero hace exactamente tres siglos en Andria, Apulia, cerca de Nápoles, cobró celebridad universal bajo el apodo de Farinelli".

Según la especialista francesa "Farinelli era inteligente, esbelto y dotado de una voz soprano que abarcaba tres octavas y media más que los otros cantantes". Llegaría a ser el castrato más disputado por las principales Cortes de Europa, de Viena a Londres, "pero fue la de Madrid quien se llevó el gato al agua, porque Isabel Farnesio, reina de España y compatriota suya, pujó por él y lo trajo a esta Corte; quería combatir con su voz prodigiosa la honda melancolía que se abatía cada vez con más frecuencia sobre su melómano esposo, Felipe V", explica Torrione.

La Escuadra del Tajo era una flota de falúas que lo cruzaba con los reyes cantando a bordo

El fichaje de Farinelli por Isabel Farnesio lo fue en exclusiva y hubo de hacerse a contramano de los contratos que, en 1734, tenía el castrato napolitano suscritos con la aristocracia londinense, que abarcaban tres años más. Mediante trabajosas gestiones diplomáticas, la Corona española se disculpaba con los nobles británicos, pero les aclaraba de manera firme que Farinelli se quedaría en Madrid: y lo hizo en condiciones envidiables, con elevadísimos honorarios, una casa en el Paseo del Prado, coche de caballos propio y, sobre todo, acceso directo a los aposentos reales donde recibía el distintivo tratamiento de 'Criado Familiar de Su Majestad'.

Al poco de su llegada, Carlo contribuyó a la sorprendente mejoría de Felipe, hasta entonces postrado en cama y paralizado por la depresión. Farinelli se consagró a la tarea y cantó únicamente para el rey y la reina, en su círculo íntimo, hasta la muerte de Felipe V, en 1746. Cuando Fernando VI tomó las riendas del reino entonces, su boda con la portuguesa Bárbara de Braganza fue un golpe de suerte para el napolitano, ya que ella era una melómana singular. Ya había cantado para ambos cuando eran Príncipes de Asturias. De entonces databa una estrecha amistad entre los tres, mal vista por la reina viuda Isabel, que quiso llevarse a Farinelli a su palacio de los Afligidos, en la montaña del Príncipe Pío, pero el cantante, al acceder Fernando VI al trono, pudo salir de tal férula y dedicarse a convertir el teatro del Palacio del Buen Retiro en el escenario más grandioso de la ópera mundial, con apoyo financero de Zenón de Somodevilla, marqués de la Ensenada y valido del joven monarca. Con obras y libretos de Paolo Metastasio, residente en la Corte de Viena, el napolitano rozó la gloria ante un público que le idolatraba.

Uno de los montajes más singulares de la música operística española de todos los tiempos fue el representado por la denominada Escuadra del Tajo. Se trataba de una flotilla de falúas que surcaban el gran río a su paso por Aranjuez, con la pareja real, Fernando y Bárbara en la cubierta del navío real y Farinelli junto a ambos. El rey, gran aficionado a la música, tocaba el clave y la reina y Farinelli, a dos voces, entonaban bellísimas piezas ante el asombro de cortesanos y diplomáticos.

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Aquellas óperas y muchos otras que fueron desplegadas en torno al teatro del Buen Retiro, fueron obra de distintos genios de la escenografía, como Jacomo Bonavía, Antonio Ioli, el vedutista Francesco Battaglioli y el propio Farinelli, contratados por Isabel Farnesio en una sabia política de adquisiciones. Ella fue el verdadero talento de los fastos aúlicos. El abate y posteriormente cardenal Julio Alberoni, la definía de esta manera: "Es más astuta que una gitana". Su intuición escenográfica, su pasión por la música -de la cual conocía su fuerza curativa- y, sobre todo, su comprensión de la importancia de los símbolos y el arte para la consolidación del poder políticvo, hicieron de Isabel Farnesio una impar estratega.

Por su parte Carlo Broschi, Farinelli, mostró una prudencia extrema, que le mantuvo a salvo de numerosas conspiraciones. La catedrática Margarita Torrione ha seguido su rastro por Italia y en Madrid, en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, ha hallado cuadros del celebérrimo castrato, quien había reunido una colección de pinturas, con lienzos de Velázquez, Murillo y otros grandes pintores. Su pinacoteca sería vendida y dilapidada por su sobrino Mario Broschi, que la dejó dispersa por numerosas colecciones europeas.

Cuando Carlos III, hermano de Fernando VI, llegó a España para suceder a éste en 1759, licenció a Farinelli, pero le reservó privilegios de los que había gozado. Entonces, Farinelli marchó a Italia y se instaló en un palacete boloñés, donde murió en 1782. "La ciudad de Bolonia va a rendirle este año un magno homenaje en su tercer centenario", dice Margarita Torrione. "¿Va a ser menos Madrid?", se pregunta.

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