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Gallardón: "Todo lo de Mariano lo hago mío"

El alcalde recurre de nuevo a los dobles sentidos en el entierro de la sardina

Quién le ha visto y quién le ve. Porque ha pasado un año. Tan sólo 12 meses escasos. Y aquel hombre desolado, marginado por la dirección de su partido, humillado por la eterna rival y con los dos pies fuera de la política, es hoy un alcalde feliz. Un político imprescindible en actos electorales y el más perenne de los futuribles si le van mal dadas al presidente de su partido. Porque siempre que llueve, escampa. Y porque, cómo él mismo dijo citando a Nietzsche, "sólo donde hay sepulcros hay resurrecciones".

Y es que termina el Carnaval, el único momento del año en el que quizá no sea pecado la mentira. Y el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, volvió ayer a realizar un discurso lleno de dobles sentidos para celebrar el entierro de la sardina. El año pasado fue Doña Cuaresma, "la del gesto agrio y estricta conducta", y sus parecidos con la presidenta de la Comunidad, Esperanza Aguirre. "Claro que se refería a ella. Estaba jodido, pero mantuvo el sentido del humor", opina un compañero del partido.

Pero ayer la dejó de lado. Quizá, cuentan algunos de sus allegados, porque no era elegante hacer leña del árbol caído. Y tras pedir a la concurrencia que le tomaran "a pies juntillas, sin quitar ni poner, que luego vienen los exégetas del antruejo y ven fantasmas donde no los hay", se puso otra vez la máscara y aprovechó para hablar de economía, guerras políticas e incluso -quizá sólo para los que él definió como palabreros y murmuradores, analistas y hermeneutas y almas de confidencial- también de la crisis interna de su partido.

Y para ello tiró de Mariano, "porque todo lo de Mariano lo hago mío", aunque se refiriera, dijo luego, a Mariano José de Larra. Y recurrió al periodista y a su El mundo todo es máscaras, para apuntar que es su mayor deseo "ir con la corriente de las cosas, sin andarme a buscar cotufas en el golfo, ni el mal fuera de mi casa, cuando dentro de ella tengo el bien". Mientras lo recitaba, se conocía la presunta implicación de más miembros de su partido en el escándalo de corrupción. Un partido cuya dirección se ha esforzado en presentar el caso como una cacería de jueces y Gobierno. Tesis, la de "mirar el mal fuera de casa", a la que, por cierto, el alcalde ni en público ni en privado se ha apuntado.

Y es que este año, lo entendieron algunos ayer, la actualidad no ha sido su guerra con la presidenta. "En vez de Don Carnal y Doña Cuaresma, andaban enzarzados keynesianos y monetaristas, socialdemócratas y liberales, globalizadores y proteccionistas". O sea, que la cosa iba de dinero. O su escasez. Porque criticó el alcalde popular, más bien sonando a dirigente sindical, que hemos pasado "años de esplendor y frenesí multicolor [...] comprando, vendiendo y más que nada especulando, poniendo en riesgo, en suma, el beneficio de los pequeños". Quizá fue porque venía del congreso de CC OO.

Pero sacó a relucir también los Juegos Olímpicos. Una cita que pasa por Copenhague el próximo 2 de octubre, y a la que, pase lo que pase, Gallardón esperará para tomar las decisiones que le correspondan, todavía, como alcalde.

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"Si me guardan el secreto, yo tengo un plan", confesó. A nadie le cabe ninguna duda.

El alcalde, Alberto Ruiz-Gallardón, durante su discurso en el entierro de la sardina.
El alcalde, Alberto Ruiz-Gallardón, durante su discurso en el entierro de la sardina.SAMUEL SÁNCHEZ

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