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Columna
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Gescartera

El asunto Gescartera y sus personajes tienen cierto aire decimonónico. Una de las primeras gescarteristas de la historia financiera madrileña fue doña Baldomera, hija de Mariano José de Larra y de su mujer, Josefa Wetoret. Como se sabe, Fígaro tuvo tres hijos: Luis Mariano, que fue libretista de zarzuelas, El barberillo de Lavapiés entre otras, y Adela y Baldomera, que tenían cinco y cuatro años, respectivamente, cuando Larra se suicidó, en 1837.

Adela fue amante de don Amadeo de Saboya y Baldomera se casó con el médico del rey, don Carlos de Montemar, quien, al renunciar don Amadeo al trono, emigró a América y dejó a su esposa con hijos pequeños en Madrid. Entonces se le ocurrió a ella su negocio: pedir dinero al ciento por ciento de interés, prestarlo y pedir más para pagar los intereses del primer préstamo. Así, de préstamos en préstamos, creó la Caja de Imposiciones o Banco de los Pobres, donde depositaron sus ahorros gentes modestas y también familias de posibles, virtuosos clérigos, aguerridos militares, avispados políticos y algunas congregaciones y obras pías.

Doña Baldomera entregaba a los depositantes, al recibir el dinero, el 60% del capital en concepto de primeros intereses. Hacía correr el rumor de que su marido invertía el dinero en minas de oro americanas. Y llevaba un gran tren de vida. Pero cuentan los cronistas, el último fue José María de Mena en sus Episodios históricos en Madrid, que doña Baldomera, bien porque no pudo hacer frente a los pagos de todos los intereses o porque se quedó con parte del dinero, cerró en diciembre de 1876 la ventanilla de su casa de banca de la plaza de la Paja.

Anduvo huida durante un tiempo y después fue encarcelada. Lo bueno fue que los estafados presentaron miles de peticiones de perdón para su 'benefactora' y el juez rebajó la pena solicitada. Doña Baldomera estuvo un tiempo en prisión y después, con el nombre de doña Antonia, se fue a Buenos Aires, donde murió a comienzos del siglo XX.

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