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Columna
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Grace Morales con pasamontañas

Que temblaran los herededros de González-Ruano, decían los de la web Madrid Me Mata en el post titulado El Madrid de Grace Morales. Y con razón: si la ínclita Grace Morales, firma estrella del mítico fancine Mondo Brutto, ha tomado la pluma de Répide y, de Álvarez, el tintero para ejercer de cronista social de la Villa, se revolverá en la tumba el propio César, cuyas Memorias, Mi medio siglo se confiesa a medias, leía nuestra Grace en pleno puente de diciembre. Lo cuenta en el post titulado "De lo castiz@", en su sección "Creaciones Madrid" de la revista digital de "librepensamiento y explicaciones" El Butano Popular (donde también escriben -van a mogollón para que quede constancia de que el elenco es de lujo, aunque puede usted, querido lector, saltarse las líneas que siguen si le parecen un chorizo, que para algo esta columna es vegana-: Sr. Ausente, Carlos Acevedo, Jorge de Cascante, Borja Crespo, Mike Ibáñez, Rubén Lardín, Don Lindyhomer, Santiago Lorenzo, Raúl Minchilena, Francisco Nixon, Miguel Noguera, Joan M. Oleaque, Carlo Padial, Marta Peirano, Javier Pérez Andújar, Joan Ripollés Iranzo, John Tones, Antonio Trashorras y Nacho Vigalondo).

Nos remite a Galdós porque asegura que don Benito es el que mejor cuenta todo lo madrileño

"Dirá el lector, no sin razón", dice Morales en su post constitucional e inmaculado, "que a quién se le ocurre, en medio de unas fechas como estas hacer cosa semejante, con la que está cayendo en la capital, ponerse con semejante ladrillo, con un escritor cuya obra se limita a acumular polvo en las estanterías". La que está cayendo sigue siendo la misma (y gracias, Grace, a que aún no han empezado a ser mirlos muertos a decenas, como en Arkansas) y las fechas son -han sido- navideñas, es decir, otras pero semejantes, en un cierto sentido que podríamos adscribir a lo que la mundana y brutal califica de "vertiginoso-contemporáneo": la adquisición (compulsiva, puntual, religiosa) de lo más supérfluo e idiota. "El acto más puramente radical", sigue diciendo la creadora madrileña, "sería, por ejemplo, entrar a revolver trapos en el interior del antiguo Palacio de la Música". Pues de lugares saboteados, desaparecidos, abandonados trata su colaboración butanera: del Palacio de la Música al H&M, del cine Bellón al Telepizza, del chalecito televisivo del Paseo de la Habana a la nada, del Galerías Preciados de Callao, donde no sólo Grace robaba discos, al Cash Converters de su barrio, pasando, claro está, por La Metralleta y, menos, obviamente, por Madrid Rock, digo, por Berska. De la Corte al Corte Inglés.

Ella nos remite a Galdós porque asegura, con razón no excluyente, que don Benito es el que mejor cuenta todo lo madrileño; eso sí, en formato 1.0. Y yo me remito a ella, con razón incluyente, porque me deleito con su colección de columnas, que gracias al formato 2.0 de esta Red en la que ya estamos irremisiblemente atrapados no tendremos que recortar y guardar en cajas de zapatos como las suyas, que esconden viejos billetes de Metro con anotaciones personales al dorso ("memorias de conciertos, cenas, cursos, borracheras, ligues, hospitales") y que su archivera denomina "Compendio de Ontología Metropolitana de lo que ya no es" o "diario de notas a pie de página del Subsuelo". Algún día se abrirán esas cajas y, al modo de Blanca Sánchez y Santiago Fisas con la movida madrileña, un curador del futuro se marcará una expo del underground que para sí la quisiera Ignacio González, con perdón. Con una pizca de suerte, es posible que para entonces hayamos cambiado de Consejero de Cultura y Deportes, aunque, pensándolo bien, quizá lo conviente fuera que no, ya que lo de esta expo no es más que pura especulación.

El último post de Grace Morales en las "Creaciones Madrid" de El Butano Popular se titula "El mercado" y está dedicado a un Pablo Olivares que me regocijo en temer sea el cantante de rock cristiano nacido a la luz en Argentina, tras sufrir su madre un parto, y a la Luz en México, tras sufrir su banda un secuestro. Se ocupa Grace del Mercado de Puerta Bonita, en cuyo abandono estuvo dispuesta a infiltrarse con nocturnidad, a través de un ventanal sin cegar y ataviada con un pasamontañas urban style, cuando se lo encontró okupado y con pancartas que reivindicaban un centro social.

Ella, la que nos ocupa, cámara en ristre, esperaba una cita con esa infancia en la que íbamos al mercado llevando el carrito que, de vuelta, ya pesado, traían nuestras madres. A la suya le pasaba el Mundo Obrero un vendedor de aceitunas y me pregunto, pues el mercado de mi infancia era otro pero el Mundo Obrero de mi madre era el mismo, si no habría en el Madrid preconstitucional, como en el Jaén bélico, una red de aceituneros altivos, por no decir comunistas, que explicaría el elevado consumo de aceitunas y otros variantes que se producía en mi casa materna. Sin ir más lejos, pues estoy hablando de Argüelles. Ni más ni menos. Grace Morales no pudo encontrar su infancia en el mercado, pero nosotros podemos encontrarla a ella en la Red. Y deleitarnos con su pasado, su presente y su futuro. Con su pasamontañas. ¡Ave, Morales, los madrileños, que van a morir, te saludan!

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