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Columna
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Homenaje a Canito: una feliz promiscuidad

Diego A. Manrique

A principios de 1980, la nueva ola madrileña se desenvolvía en la clandestinidad: apenas había locales para el directo, fuera del circuito universitario; sus canciones se escuchaban muy raramente y todavía en estado de maqueta. Sonaban en los programas de Onda Dos de Radio España, presentadas, entre otros, por Gonzalo Garrido, Juan de Pablos, Rafael Abitbol y Jesús Ordovás.

Una muerte absurda permitió que gran parte de aquellos grupos emergentes se juntaran por una noche, en un escenario grande.

El equipo de Popgrama, en la Segunda Cadena de TVE, decidió que sería una buena ocasión para tomar el pulso a lo que parecía aspirar a movimiento. En realidad, sólo Carlos Tena y un servidor apostamos por llevar las cámaras a la Escuela de Caminos. Allí vimos momentos mágicos: un encuentro de las tribus, donde coincidieron proyectos luego irreconciliables, como Mamá y los Pegamoides. También destacó el deleite del público: unos desconocidos Mario Tenia y Los Solitarios trenzaban pasos de baile mientras tocaban y provocaban rugidos de placer; aquellos músicos hacían pop y reivindicaban su historia.

Todo hubiera quedado en un acontecimiento local de no estar presente TVE. La emisión del Concierto para Canito lo convirtió en un revulsivo nacional. Los grupos, en general, estaban muy verdes; tampoco suele ser bueno el sonido en conciertos colectivos y nosotros no teníamos grandes medios.

Así que sobre Popgrama cayeron cartas airadas, deplorando que diéramos cancha a semejantes diletantes, en vez de programar honestos grupos de rock urbano. Hasta nuestros compañeros fueron muy críticos con aquel especial. Sin embargo, supuso la irrupción mediática de una nueva generación, de espíritu lúdico y voluntad rupturista. Lo que luego se bautizaría como la movida.

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