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Hornos y vitrocerámicas para calentar chabolas

Pablo de Llano Neira

La respuesta a la falta de electricidad de los gitanos rumanos del Gallinero, un poblado de la Cañada Real, al sur de Madrid, es robar la luz de un transformador de Unión Fenosa y conducirla por una maraña de cables hasta sus chabolas. Allí no hay velas como en Leganés. El peligro viene por otras vías.

Planchas de vitrocerámica, hornos y estufas sustituyen a la calefacción en estas infraviviendas para contrarrestar las temperaturas bajo cero y la humedad del invierno. La instalación pirata es un peligro para los vecinos, unas 80 familias con muchos niños. Los cables cruzan los caminos y los cortocircuitos son frecuentes en estas casas de madera, mantas y latón.

En los días más fríos, el consumo de electricidad aumenta para alimentar los aparatos que calientan las chabolas y falla el transformador de luz. Esta semana, muchas familias pasaron la noche sin más cobijo que sus casuchas por este problema. Técnicos de Unión Fenosa trabajaban ayer a las cinco de la tarde en el poblado para arreglar la avería, respondiendo al aviso de los voluntarios de la cercana parroquia de Santo Domingo. Ángel Castiblanque, uno de sus cooperantes, pedía allí que se primasen las necesidades básicas sobre las ilegalidades: "Roban la luz, sí, pero no pedimos que se les den lujos, sino lo básico para que, pese a todo, vivan con un mínimo de dignidad".

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Minutos después de que los operarios se marchasen, un grupo de jóvenes manejaba los cables del transformador sin guantes. Saltaban chispas azules. Y seguían a lo suyo. "Estamos acostumbrados. No hay peligro. Esto ya lo hacíamos en Rumania", decía uno de ellos. Del transformador salían decenas de cables negros, verdes y amarillos, colgados de los árboles, de camino a las chabolas del poblado. Una de las infraviviendas a las que llegaba la red era la casa de Florica, que vive con su marido y cuatro hijos pequeños. Una plancha de cocina encendida al máximo daba buen calor al lugar. En una pared había dos cables unidos sobre una punta, conectados con una floja cinta de esparadrapo.

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