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Crítica:MÚSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Jolgorio 'ochentero'

Olía a años ochenta, a Licor 43 con Cointreau; a suavizante del pelo, que surgía en aquella época; a gente hecha de otra pasta, de la mejor pasta. Fue como enchufar el canal historia. Hoy: programa especial dedicado a los años 80. Ocupando el escenario de Rock Ola (perdón, La Riviera), Madness, ese grupo londinense que encabezó la revuelta ska en plena nueva ola de finales de los setenta, aquellos que fabricaban esos vídeos tan creativos, esos bandarras ingleses que conseguían con su música reflejar lo que pasaba en las calles de la city. Abajo, cuarentones coleccionistas de vinilos, ex encargados del Rock Ola con camisetas de los Clash, veteranos porteros de la sala El Sol, pinchadiscos míticos de Radio 3, músicos de la Movida, gente de la vieja escuela, en definitiva. Ambiente fetén.

Madness

11 de junio. La Riviera. Tres cuartos de entrada (1.500 espectadores). 45 euros.

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Julián Hernández, jefe de Siniestro Total, hablaba emocionado: "Me los perdí en los ochenta porque se corrió el rumor de que la gente de seguridad de aquel concierto era de Fuerza Nueva. Y, claro, no iba a ir. Pero ahora va a ser la locura. Probablemente lloraré. Y si tocan Michael Caine me desmayo". Unos metros más allá, Rafa Gutiérrez, guitarrista de Hombres G, mini de cerveza en la mano, se mostraba inquieto: "Vengo de grabar y ni he pasado por casa. Voy a botar en primera fila. Es un grupo con una estética apabullante y un gran sentido del humor".

Y comenzó el espectáculo con una muestra de poderío, un directo a la mandíbula, su tema más popular, One step beyond, cuya versión en español, Un paso adelante, rompió las pistas de las discotecas españolas hace tres décadas. Qué recuerdos. La sala parecía moverse de tanto brinco. Deberían solicitar una radiografía de los ligamentos de las rodillas en la puerta de todos los conciertos de Madness. Un médico diagnosticaría: usted los tiene sanos, para adentro; usted, sin embargo, corre el peligro de rompérselos con movimientos violentos, se queda fuera.

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Se presentaron elegantísimos, todos trajeados, y la plantilla estelar: dos saxos, un trombón, una trompeta, guitarra, bajo, batería, teclados y dos maestros de ceremonias, sobre todo uno de ellos, el vocalista Graham McPherson, alias Suggs. Hoy Madness se encuentran más arrugados (todos rondan los 50), pero igual de flexibles y eficaces. Su concierto de anoche fue lo más divertido que se recuerda en la ciudad en los últimos meses.

Madness formó parte de la terna bullanguera del revival ska junto a Specials y Selecter. Eran los menos politizados. Ellos preferían el lado lúdico (que no fácil). Como señaló anoche Andrea, una aficionada cuarentona que vivió con pasión la Movida, "Madness es la música hecha alegría". A la segunda canción, el saxo ya se había subido a las barras laterales. Sus mocasines granates sorteaban cubatas mientras soplaba su instrumento. Fue un concierto divertidísimo, de ska, reggae, pop. El grupo cuenta con un disco nuevo, The liberty of Norton Folgate, el primero en una década, bastante decente. Pero en La Riviera no querían saber nada de las nuevas canciones. Allí todo el mundo fue a bailar One step beyond, Our house, It must be love o House of fun, todo himnos ochenteros de celebración.

¿Tiene sentido Madness en 2009? Sí, han perdido todo el tamiz sociológico, ya no viven en las calles de un Londres bullicioso y mestizo. Pero a quién le importa. Se trata de levantar el ánimo a la tropa. Y en eso son unos maestros.

Los integrantes de Madness, en un momento de su actuación en la sala La Riviera.
Los integrantes de Madness, en un momento de su actuación en la sala La Riviera.CARLOS ROSILLO

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