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Reportaje:

Juan Benet, desde la calle del Pisuerga

Una muestra recorre por sus fotos íntimas la vida del escritor

José Andrés Rojo

"Buenas tardes, soy Juan Benet". Así se presentaba el escritor en un programa de televisión de 1986. "Soy natural de Madrid y tengo 56 años. Vivo en esta casa desde hace 14 y muy probablemente de aquí me sacarán. Soy ingeniero de profesión, y, cuando me autorizan a ello, me dedico a hacer obras públicas: alguna presa o algún que otro túnel. Allí, en el piso de arriba, y sin que nadie me autorice o me tenga que autorizar, por las tardes, me dedico a escribir lo que se me ocurre, algunas novelas o algún ensayo".

La casa a la que se refería Benet está en la calle del Pisuerga, en la colonia de El Viso, y allí murió en enero de 1993. Es una casa llena de historias, dolorosas y felices, y se han contado abundantes anécdotas de las reuniones que allí se organizaban. Las han contado muchos escritores amigos de Benet y, por tanto, están cargadas de literatura. Juan García Hortelano, Antonio Martínez Carrión, Eduardo Chamorro, Javier Marías, Vicente Molina Foix o Álvaro Pombo, entre otros, fueron algunos de los habituales.

Benet fue un tipo especial. Su ironía era demoledora y cultivaba un aristocrático desdén por cuanto hacía, ya fueran obras de ingeniería, libros o lo que se terciara (le dio por pintar óleos, quiso aprender a tocar el violín, fue siempre un lector voraz y lo sabía todo de la Guerra Civil). "Hice el paseíllo", contaba de su experiencia en los toros, "aunque jamás llegué a dar un pase". Y explicaba que Domingo Dominguín rara vez tenía la cuadrilla completa y que se servía de los amigos para llenar los huecos. "Me vestía con un traje de luces de cuarta mano, salía, me cambiaba de inmediato, y veía la corrida".

Nunca hizo concesiones en su literatura y pocas veces sus novelas conectaron con un público muy amplio. Su influencia fue, sin embargo, muy grande, tanto en los que lo admiraban como en sus detractores. El humor y el sentido común lo blindaron contra la atmósfera gris de la dictadura (y algún que otro whisky). Fue a la tertulia de Baroja, fue amigo de Ridruejo, su hermano mayor (Paco) organizó la fuga del penal de Cuelgamuros en 1948. Tenía obsesiones fijas, como un odio perseverante por Walt Disney, Maurice Chevalier y Grace Kelly.

Hoy, en el Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos (Almagro, 42), se inaugura a las siete de la tarde (con una mesa redonda con familiares, amigos y expertos) Rutas, una exposición que reconstruye las distintas facetas de Juan Benet a través de más de 150 fotografías. En una de ellas aparece el andarivel para narrativa continua, el artilugio que construyó con un carpintero amigo para Una meditación. Escribió la novela como si lo hiciera sobre un rollo de papel higiénico. El procedimiento fue extravagante, pero el libro ganó el Premio Biblioteca Breve.

Juan Benet, al fondo a la derecha, en su casa en  1982 junto a varios de sus amigos. Están, entre otros, Marías o García Hortelano. Abajo, Ángel González, Benet y Hortelano, en Taos (Nuevo México), en 1977.
Juan Benet, al fondo a la derecha, en su casa en 1982 junto a varios de sus amigos. Están, entre otros, Marías o García Hortelano. Abajo, Ángel González, Benet y Hortelano, en Taos (Nuevo México), en 1977.
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Sobre la firma

José Andrés Rojo
Redactor jefe de Opinión. En 1992 empezó en Babelia, estuvo después al frente de Libros, luego pasó a Cultura. Ha publicado ‘Hotel Madrid’ (FCE, 1988), ‘Vicente Rojo. Retrato de un general republicano’ (Tusquets, 2006; Premio Comillas) y la novela ‘Camino a Trinidad’ (Pre-Textos, 2017). Llevó el blog ‘El rincón del distraído’ entre 2007 y 2014.

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