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Reportaje:

Lavapiés, baldosa por baldosa

Una artista crea irónicas placas de calles que nadie ha retirado

Patricia Gosálvez

Viendo la placa de la calle de la Cabeza, uno no cae en la cuenta de que es una infiltrada. Está hecha con los mismos azulejos y el mismo tipo de letra que tantas otras placas que adornan el centro histórico de la ciudad. Pero esta es distinta. En vez de un motivo alegórico, sobre los azulejos hay un dibujo de la realidad: una esquina más de Lavapiés, con su edificio medio en ruinas, sus grafitis, cables colgando, humedades y una señal de STOP llena de pegatinas que anuncian habitaciones por 200 euros. Lo que hay dibujado en la placa es precisamente la esquina de la que está colgada. ¿Qué pasa, que se ha puesto en plan autorreferencial el Ayuntamiento?

"Yo quería reflejar una realidad usando un elemento muy común para poner en evidencia cómo está el barrio", explica Diana Larrea, autora de esta intervención urbana. "Pero las camuflé tan bien que mucha gente ni se da cuenta".

"Yo quería usar un elemento común y poner en evidencia cómo está el barrio"

El proyecto se llama Calles distinguidas (www.dianalarrea.com) y ganó un concurso de la asociación AVAM (Artistas Visuales Asociados de Madrid) subvncionado por la Comunidad.

Lo curioso es que en principio era una obra efímera; iban a durar lo que habitualmente dura un grafiti -o lo que dura la Noche en Blanco, con la que coincidían-, pero han aguantado casi seis meses sin que nadie las toque.

"Los operarios municipales han pintado de gris los grafitis de las calles donde están, pero han dejado mis obras", dice la artista, "creo que no lo pillan y dan por supuesto que es cosa del Ayuntamiento".

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En la placa original de la calle de la Cabeza, unos metros más abajo, aparece una daga, una cabeza de hombre sobre una bandeja y la cabeza ensangrentada de un carnero. Hace referencia a una leyenda del siglo XVII según la cual un criado decapitó al cura al que servía. Tiempo después compró una cabeza de carnero en el Rastro y cuando un alguacil le dio el alto por el reguero de sangre que soltaba, abrió el paquete y apareció la cabeza del asesinado. Sobre ese Madrid de leyenda cae la fina ironía de Larrea.

"Las placas originales están bien, pero muestran un Madrid idílico, ese casco histórico imaginado como una suerte de Disneylandia para el turista".

Larrea colocó cinco placas a plena luz del día, con una escalera, un taladro y sin permiso. "Lo hicimos con tanto descaro que la policía pasó varias veces pero no nos dijo nada", recuerda la artista.

En la calle Embajadores retrató un maravilloso edificio blasonado que lleva tapiado por lo menos desde que ella llegó al barrio hace ocho años. En Sombrerete dibujó a un subsahariano doblando la esquina, "al verla, un amigo comentó '¡qué moderno el Ayuntamiento que pone inmigrantes en las placas!". En la plaza de Ministriles, los grafitis que Larrea dibujó ya han sido borrados y su placa es el único recuerdo.

En la calle de Rodas no queda ni la placa ni el edificio retratado, que fuera la casa ocupada feminista Eskalera Karakola. Lo derribaron la semana pasada según cuenta el dueño del bar de al lado, que nunca se fijó en la discreta placa insumisa.

"La gente ya solo usa la calle para ir de un sitio a otro y no se fija en nada", dice Larrea, que tiene una teoría sobre por qué tantos meses después nadie ha quitado sus placas: "Porque están en Lavapies, eso es lo bueno y lo malo de este barrio, el descontrol del espacio público... si estuviesen en Serrano no hubiesen durado tanto".

Cristóbal Manuel

Un poco de historia

- En el siglo XVIII se colocan la primeras placas cerámicas, con el número de manzana en azul cobalto.

- Entre 1880 y 1890 se ponen unas rotuladas en negro sin adornos, la mayoría desaparecidas.

- En el siglo XX, en los treinta y los sesenta, se colocan algunas con elementos decorativos de la Escuela de Cerámica de la Moncloa.

- Entre 1991 y 2003, Álvarez del Manzano pone las placas actuales del ceramista de la escuela de Talavera Alfredo Ruiz de Luna.

- En 2010 Diana Larrea coloca las suyas, con vinilo impreso sobre azulejos.

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Sobre la firma

Patricia Gosálvez
Escribe en EL PAÍS desde 2003, donde también ha ejercido como subjefa del Lab de nuevas narrativas y la sección de Sociedad. Actualmente forma parte del equipo de Fin de semana. Es máster de EL PAÍS, estudió Periodismo en la Complutense y cine en la universidad de Glasgow. Ha pasado por medios como Efe o la Cadena Ser.

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