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Tribuna:SAN ISIDRO 86
Tribuna
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San Isidro, Madrid v viceversa

Éste es el primer año (me refiero a la última serie de San Isidros gloriosos, los que yo he vivido y gozado) que no torea Antoñete ni, ¡ay!,. canto yo. Claro, que soy consciente de que la comparación es desmesurada y petulante, pero me han pedido un artículo y de algún modo hay que empezarlo.Un artículo que, vaya por delante, va a ser inevitable y voluntariamente entusiasta. Porque creo que si hay, algo que merezca la pena recuperar, ese algo son las fiestas, porque creo que los madrileños, y los isidros, y los cantantes, y los concejales, y los toreros, pero sobre todo la gente ha conseguido (hemos conseguido) en los últimos años el milagro de recuperar, casi de reinventar, una alegría participativa y festera que estaba perdiéndose irremisiblemente, como para siempre se han perdido ya, mucho me temo, en el resto de nuestros queridos, cultos y vecinos países aliados europeos.

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Adiós a las fiestas

Y eso a pesar de los almidonados y tristes teóricos del desencanto, a pesar de esos cuatro listos repeinados (y no señalo, porque es de mala educación) que inventaron la movida para consumo reducido en clubes privados donde estaba "reservado el derecho de admisión", los mismos que ahora, cuando ven que se les escapa, que no la controlan, que la movida se ha democratizado, se ha ensanchado; cuando ven que eso que ellos llaman la chusma, o la canalla, se ha apropiado de la calle, de los bares, de la risa, de la ropa, de la música, hasta de la moda, afirman que la movida no ha existido nunca.

Pues mire usted, se ponga como se ponga, sí que se ha movido Madrid (y sigue moviéndose), sí que ha cambiado, sí que ha conseguido en un tiempo récord hacer imprescindibles unas fiestas como las isidriles, que hace apenas un lustro eran simple y llanamente inexistentes.

Así que, hágame caso, desoiga ese coro de voces elitistas y agoreras, coja usted el programa oficial y ponga una crucecita roja al lado de los conciertos, o las corridas, o las verbenas, etcétera, que le apetezca ver (parecerá el programa un cementerio), o bien lárguese a la calle por libre, a la fantástica calle, que es suya (glorieta de Atocha, por fin sin el odioso escalextric), y déjese llevar por el azar, o siga a la -basca, a la riada humana que se dirige, botellón de cerveza en mano, al nuevo auditorio de la Casa de Campo, o échese unas piezas, sin más, con la parienta en cualquier bailongo debarrio, pero, eso sí, dándole un cuartelillo a cuerpo, que para eso están las fiestas, para hacerle un corte de mangas a la soledad, para escupirle en la cara a la tristeza, para acostarse de madrugada, para abrazar a los desconocidos, para mover el culo en los conciertos, para pedir la oreja, para emborracharse un poco, para descontrolar un poco, para colocarse un poco, para divertirse un poco, para enrollarse un poco, para desmadrarse un poco, para revolcarse un poco, para reírse un poco, para enamorarse un poco, para achucharse un poco, para gritar también un poco, para pasarse un poco.

Aunque mañana haya que volver, con resaca, a la oficina, aunque el aire esté un pelín (¿?) más radiactivo, aunque Hacienda apriete los tornillos, aunque siga aumentando el paro, aunque los grupos desafinen, aunque de Madrid no se vaya directamente al cielo, aunque a Curro no le salga la media verónica, aunque seamos un año menos jóvenes, aunque los ángeles de san Isidro no trabajen por nosotros, aunque llueva o haga relente, aunque ni la Virgen de. la Paloma nos saque de la OTAN, aunque no toree Antoñete, aunque yo no cante este año, aunque el alcalde ya no Sol. llame Enrique Tierno.

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