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Reportaje:

Un trozo de calle

Una galería de Madrid abre su espacio a 18 especialistas en pintadas urbanas

Durante todo el mes de enero, una galería de Madrid expone los muros decorados por 18 artistas urbanos. Son escritores -así se autodenominan estos pintores del spray- que han llevado su arte de fin de siglo a las paredes de un local cerrado que está consiguiendo un público extraordinariamente joven. París y Nueva York ya dejaron entrar la pintada en sus museos. Ahora, Madrid se suma a esta iniciativa de poner techo a los grafitos.José Antonio Campos, director de la galería D -calle Coloreros; horario vespertino de 18.00 a 24.00 horas-, decidió aplicar la particular manera del profeta de acercarse a la montaña. Organizando una exposición de grafitos urbanos mataba dos pájaros de un tiro. Los artistas de la calle podían disponer de las paredes de una galería de arte. De paso, los jóvenes, incluso los más críos, poco amigos de visitar museos, acudirían a ver exposiciones, como lo hicieron los adolescentes de París o Nueva York."Entre el público que está visitando la exposición hay una mayoría exagerada de chavales de 14 años. Además, esto provoca a los artistas para pintar cada vez mejor, procurando esmerarse. Tarde_cuatro meses en reunir a los 18 nombres de esta muestra", comenta José Antonio. "Pero lo que se venden son láminas pintadas con aerógrafo, entre las 15.000 y las 20.000 pesetas. No sé si decir graffiti es lo más correcto. Pero quizá decir pintada tiene un sentido más político, de protesta, algo que no corresponde ni es muy actual. Hay un buzón de sugerencias a disposición del público, y la mayoría de las opiniones son muy buenas, pero no falta alguna frase como: 'A pintar... a la calle".

Porque, sin duda, el aerosol, arma por excelencia de los escritores, no está hecho para los interiores. La galería D cerró 10 días para que tres artistas la invadieran a diario. Pintaban con mascarillas entre un olor insoportable. "Es arte para espacios abiertos y grandes dimensiones, por eso las mejores obras no están en el centro de Madrid, sino en los alrededores, donde se encuentran solares, muros y puentes, a excepción de los tangs, término traducido en España por firma". Firmas que suelen' ir adornadas con algún rasgo que las diferencia de un simple autógrafo. ¿Quién no recuerda la palabra Muelle, pulcramente escrita, coloreada y rubricada en tres dimensiones por las paredes de Madrid? -

Los especialistas ven rasgos de caligrafías hebreas, árabes y góticas. Como anécdota, se recuerda que un grafólogo de la Policía Nacional, más espabilado de la cuenta, quiso ver en muelle la contraseña de toda una trama delictiva, relacionada con el tráfico de alguna sustancia ilegal. Decidió seguir la peligrosa pista, a través de las contraseñas escondidas en los trazos de spray. Hubiera sido un buen guión para una película sobre bandas rivales en el Bronx de Nueva York, pero aquí provoca la sonrisa del propio autor, hoy retirado de las calles y dedicado a la música.Aunque pintan a la vista de cualquiera, les gusta imaginar al público preguntándose: "Y éstos, ¿quiénes son?" Glug, uno de los más antiguos, no recuerda por qué empezó ni sabe lo que significa su apodo. "Solía llevar un spray en el bolsillo y cada vez que entraba en el metro firmaba. Luego me encantaba verlo. Siempre en sitios que no molestaran, nunca en un monumento, desde luego. Pintaba un día enteró cada semana, pero ahora he dejado la firma y me dedico a hacer murales en colores. Porque en esto también hay tendencias".

Glug tiene 23 años y estudia Bellas Artes. Cuando empezó a disfrutar rubricando pedazos de Madrid debía de tener 13. Todo lo que aprende en la facultad le sirve para la calle y viceversa. "Para mí son cosas complementarias". Su momento más crítico lo vivió en Alicante, huyendo de la policía en una Vespa, "después de haber pintado toda la ciudad". Le cogieron y fue absuelto. "No conozco Nueva York, pero te aseguro que, cuando vaya, algo pintaré". Todavía, cada vez que se sumerge en el metro madrileño, si lleva a mano un-spray que suele llevarlo, no, puede reprimir la tentación de marcar su territorio.

David tiene 18 años y estudia vídeo. A los 12, en. su instituto, un compañero le retó a pintar los 100 extintores colocados en los pasillos, y no lo dudó un instante. "Me gusta más decir pintada que graffiti, pero lo mío es la firma. La otra tendencia es hacer formas geométricas en los muros. Competitividad, sí; rivalidad, no. A mí me gusta firmar en lugares cuanto más públicos mejor. Si me das a elegir, pues... la Gran Vía. De esto jamás he sacado un duro, pero la exposición lo dignifica".

El metro es su favorito. "Jamás en los vagones" siempre en los carteles publicitarios, porque, además, las multas son mucho más bajas. Pinto menos porque tengo menos tiempo, pero ahora asumo lo que hago. Dejó de ser una aventurilla".

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Arte sin techo

Graffiti podría significar pintada, pero es más decorativo y menos protestón. Un tang es una firma. Un tagger, el que pinta. Un tov, un novato. Un black book, el libro donde los graffitistas coleccionan las firmas de sus compañeros.En 1991, a golpe de ritmos hip hop, París celebró una exposición sobre el grafito americano y francés de toda una década. Era mucho más que una sucia costumbre de emborronar el metro,y se estudian sus orígenes neoyorquinos. allá por los primeros años de la década de los sesenta, cuando en España cada cual lo ejercía como podía. Dibujando un corazón en la corteza de un árbol a golpe de navaja o escribiendo, como un turista más, "aquí estuvo fulanito..." o con las pintadas de contenido político de los años setenta.

Las puertas de los lavabos públicos están llenas de declaraciones de amor y odio, y los modelos de las vallas publicitarias ven cómo se oscurecen sus dientes con un rotulador o se destacan, obscenamente, partes de su anatomía. Eso es otra cosa. El grafito ha tenido un contenido social. Con habilidad y disciplina ha decorado por fuera lugares emblemáticos de más de una ciudad. Bienvenido a los museos.

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