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Una docena de bandas de rapados copa la violencia de las tribus urbanas

Jan Martínez Ahrens

La violencia rapada en la Comunidad de Madrid tiene nombre. La generan unos 150 jovenes -casi ninguno, supera los 30 años- que repiten los fines de semana un mismo ritual de palizas, racismo y amedrentamiento. Un ejercicio de brutalidad contra prostitutas, extranjeros y homosexuales que en los siete primeros meses de este año avanzó -sin contar los ataques protagonizados por punkis y otras tribus urbanas- a una velocidad media de dos agresiones por semana, cifra que aumentó a tres en julio pasado. Los protagonistas de esta cadena de agresiones se agrupan en una docena de bandas sin conexión entre ellas.El frente de violencia rapada viene a ampliar la batalla de la criminalidad en una capital en la que se denuncia un delito cada cuatro minutos. Los rapados copan las agresiones protagonizadas por las tribus urbanas. En el primer semestre de este año, la policía les achacó 74 de los 87 actos violentos atribuidos a las distintas tribus. De otros nueve atentados fueron acusados punkis y de los cuatro restantes, otros grupos. En total fueron detenidas 88 personas; entre ellas, 61 rapados y 24 punkis.

La violencia de estos energúmenos, aunque sigue ciertas pautas -por ejemplo, se dispara los fines de semana-, no responde a un impulso coordinado, sino que se diluye en una multitud de grupos, a los que muchas, veces se suman jóvenes cuya única adscripción al fenómeno skin es la vestimenta -hay 400 estéticos, según cálculos de la policía-.

Pero no siempre es así. Las investigaciones del Grupo de Tribus Urbanas de la Brigada de Información demuestran que al menos el grueso de las acciones atribuidas a los skinheads proceden de apenas una docena de bandas. Se trata de grupos de tendencia neonazi cuya marcada territorialidad, excepto en el caso de aquellos encuadrados en las hinchadas futbolísticas, les confiere incluso el nombre.

En la capital despuntan las denominadas Brigadas del Barrio del Pilar, que firman sus acciones con las señas BBP. Compuesta por unos veinte skins, esta banda está considerada una de las más peligrosas. La actividad de las BBP, sin embargo, ha decrecido tras las detenciones de sus integrantes -en su práctica totalidad fichados- Entre sus líderes figura Francisco R., alias Robocop, de 19 años, que en septiembre fue capturado tras participar en un violento ataque contra tres jóvenes en Fuencarral.

La policía considera al grupo que actúa en Argüelles y Moncloa el mas peligroso. En el distrito de Fuencarral también se ha organizado otro grupo, el que radica en el barrio de Mirasierra, que hasta la fecha no cuenta con más de una decena de skins en sus filas.

Más temible es el Grupo Plaza de España, cuyo radio de acción abarca Argüelles y Moncloa, dos de los barrios más castigados por el flagelo extremista. A esta banda, comandada por nueve jóvenes, se le imputa gran parte de las agresiones cometidas los fines de semana en la zona. Una estela seguida por muchos otros rapados, que han hecho a Argüelles merecedor del apelativo de barrio acosado.

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Grupo de Moratalaz

Pero es al sureste de la ciudad donde pulula una de las bandas más sanguinarias, la que con apenas ocho miembros controlaba los barrios fronterizos de La Estrella y Moratalaz. A este grupúsculo, vinculado a Bases Autónomas, pertenecía José Cristóbal Castejón Martínez, alias El Mallorquín, de 20 años, principal acusado del crimen de Costa Polvoranca (el polígono de las copas de Alcorcón), el pasado 21 de mayo. La intervención policial desatada tras el homicidio ha desintegrado su unidad. Pero siempre hay recambios. A la sombra de estos grupos, se mueven pequeñas pandillas de actividad esporádica, como las bandas de la zona de Bravo Murillo y la de Príncipe de Vergara.

Pero el peligro rapado supera los límites de la capital. En las ásperas ciudades-dormitorio de la provincia ha eclosionado el fenómeno, con especial virulencia en Alcalá de Henares (166.000 habitantes), donde la policía tiene fichados tres grupos muy peligrosos y con integrantes que arrastran condenas judiciales. Suelen salir a otros municipios para sus ataques.

En la localidad de Alcobendas (83.000 habitantes) son dos bandas, que se reúnen en las proximidades del supermercado Eroski, las que copan este tipo de violencia. A una se la acusa del apaleamiento de cinco niños. En San Lorenzo del Escorial (10.000 habitantes), el denominado Grupo Sierra, de unos 20 rapados, es el que siembra el terror.

Un terror de sustrato ultraderechista que, en algunas ocasiones, aparece vinculado a Bases Autónomas, un incombustible grupúsculo neonazi.

Uno de los escuadrones más conocidos de este movimiento fue la denominada Sección Cubos, un grupo, que tras el asesinato de la dominicana Lucrecia Pérez, en noviembre de 1992, se dispersó y ahora, según la policía, ha reaparecido dividido en tres facciones: la Sección Centro, radicada en Madrid; la Sección Norte, que está ligada a los grupos de Alcalá y Alcobendas, y la Sección Sur, vinculada a la bandas de Majadahonda, Pozuelo de Alarcón y El Escorial.

Salvo excepciones como la de El Mallorquín, los rapados no suelen reconocer su pertenencia a las Bases Autónomas. Este silencio sirve de escudo a una organización que, pese a su aparente carácter invertebrado, sigue viva tras diez años y ha superado el suicidio en enero de su líder, el abogado Carlos Rodrigo Ruiz de Castro, alias El Cid, cuyo cetro ha sido recogido supuestamente por Fernando Perdices, en la capital, y Pedro Pascual, en Alcalá de Henares.

Pero junto a la adscripción a la ultraderecha, otra de las puntas de lanza de los rapados se afila en las hinchadas de fútbol. Los ultrasur, por ejemplo. Entre estos seguidores del Real Madrid ha cobrado especial virulencia la facción denominada Orgullo Vikingo, de unos 30 miembros. Menos numerosa, aunque igualmente activa, es la Sección TNT, del Frente Atlético, en el que los investigadores atisban. relaciones con las Bases Autónomas.

Un nexo siempre difícil de probar, según los agentes. De hecho, el acoso policial a todos estos grupos ha propiciado el camuflaje de los skins, que cada día tienden más a dejarse crecer el pelo, abandonar las botas, militares y dejar la chaqueta en el armario.

Este intento de pasar inadvertidos ha corrido en paralelo a la conversión de numerosos rapados en delincuentes que encubren el robo con una agresión.

Denuncias erróneas

A la inversa, otro factor de confusión procede de las agresiones que son denunciadas erróneamente como ataques de supuestos grupos de rapados. Las estadísticas del Grupo de Tribus Urbanas & la Brigada de Información muestran que al menos el 50% de estas denuncias no corresponden a ataques cometidos realmente por bandas de skins.

Hay elementos que propician la equivocación. "Se trata normalmente de confusiones, ése es el caso de las peleas con militares, que llevan el pelo al cero", comentó un portavoz del Grupo de Tribus Urbanas.

Entre estos errores de atribución figura el denominado crimen de la plaza de las Comendadoras, ocurrido a finales de 1993, o más recientemente, el ataque en el metro contra el coreógrafo negro Carl Paris o las siete agresiones sufridas en la noche del 22 al 23 de julio por vecinos de Argüelles y Malasaña. Casos, todos ellos, que llenaron los titulares de furia.

El emergente terror punki. Son pocos. Apenas 70 en toda la Comunidad de Madrid. Pero sus ataques, palizas y asaltos han hecho saltar la alarma policial. Se trata de los punkis. Situados en una zona ideológica diametralmente opuesta a los cabezas rapadas, se han encontrado con éstos en el espejo de la violencia.Entre sus víctimas preferidas se encuentran los Seven Eleven (tiendas de conveniencia, que abren las 24 horas). Al menos seis han sido desvalijados en los últimos meses. Y no sin violencia. En las es tadísticas del grupo de Tribus Urbanas de la Brigada de In formación se les imputan nueve agresiones en los seis primeros meses del año -con 24 detenidos, casi tres por delito-. Una cifra que estuvo a punto de ser igualada en un solo mes, el de julio, en el que perpetraron siete ataques y hubo 18 detenidos.

A diferencia de los rapados, desatan su furia antes de caer en manos de la policía. Ahora bien, no se esconden ni les importa ser fichados, sino que por el contrario muchos llevan la marca policial con cierto orgullo antisistema.

Disimulados o confundidos entre okupas y con un arraigado sentimiento de resistencia urbana, los agentes, para explicar sus motivaciones, citan el precedente de Hannover (Alemania). En esta ciudad se celebra cada agosto las jornadas del caos, o kaoticas. En tres días se concentran punkis de toda Europa en la ciudad. La celebración consiste en mostrar la ideología antisistema bebiendo, rompiendo lo que sea y enfrentándose con la policía cuando aparece para calmar las cosas.

Este año, las jornadas, a las que acudieron 2.500 punkis entre el 4 y 7 de agosto, terminaron en empate: 160 heridos por bando.

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Sobre la firma

Jan Martínez Ahrens
Director de EL PAÍS-América. Fue director adjunto en Madrid y corresponsal jefe en EE UU y México. En 2017, el Club de Prensa Internacional le dio el premio al mejor corresponsal. Participó en Wikileaks, Los papeles de Guantánamo y Chinaleaks. Ldo. en Filosofía, máster en Periodismo y PDD por el IESE, fue alumno de García Márquez en FNPI.

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