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Dos hombres, detenidos cuando atracaban la joyería Grassy reteniendo a los empleados

Dos atracadores intentaron robar ayer en la joyería Grassy, en la Gran Vía de Madrid. Los dos asaltantes, que se habían encerrado en la tienda con cuatro empleados a la hora de abrir el comercio, fueron detenidos tras un rápido cerco policial del establecimiento. La policía ocupó dos pistolas a los atracadores. Fuentes próximas a la firma Grassy indicaron que las habituales existencias de mercancía en el establecimiento están aseguradas en 100 millones de pesetas, al margen de determinadas antigüedades cuyo valor no ha sido precisado.

Dos hombres jóvenes, uno de ellos madrileño y el otro segoviano, identificados como J. R. S., de 34 años de edad, y J. P. M., de 32, fueron detenidos ayer cuando atracaban la joyería Grassy, de Madrid. Ambos tienen antecedentes policiales. En el momento del atraco portaban dos pistolas. Una de ellas, del 9 corto, les fue intervenida durante la detención. La otra fue buscada y hallada tres horas después, durante un registro policial en la joyería. El arma fue escondida por uno de los delincuentes en unas cajas, en la parte alta de un armario.La joyería es propiedad de Alejandro Grassy, de 90 años de edad. Fue fundada hace unos 25 años, después de que Grassy se separara de la sociedad Unión Relojera Suiza, también instalada en la Gran Vía desde hace unos 60 años. La tienda forma esquina en la confluencia de las calles de Caballero de Gracia y Gran Vía.

Los empleados no hacen sus entradas y salidas de la tienda por la puerta principal, sino por él portal del inmueble, que constituye un pasadizo entre Gran Vía y Caballero de Gracia. Aquí se reparten dos escaleras, a derecha e izquierda, que acceden a las dos alas del edificio. A la joyeria se entra, desde la parte izquierda del pasadizo, a través de dos puertas blindadas que aíslan un pequeño tramo de escaleras.

Los empleados habían comentado varias veces la vulnerabilidad de este acceso y la conveniencia de no entrar nunca uno de ellos solo a la hora de abrir, aunque no lo habían expresado a sus jefes.

A las 9.20 horas de ayer llegaron los dos primeros empleados, Antonio Butrián y Antonio Rodríguez Merino. Según explicó el segundo, cuando estaban en el rellano y había sido abierta la primera puerta fueron abordados por dos hombres jóvenes. "Nos amenazaron con las pistolas, nos dijeron que terminásemos de abrir y que estuviésemos quietos o nos mataban. Yo, no sé por qué, me puse a gritar. Me golpearon, me pusieron una pistola en la cabeza y nos obligaron a entrar".

En esos momentos llegaron Antonio Egea, encargado del negocio, y la empleada de la limpieza, que también fueron amenazados por los atracadores. Pero los gritos de Antonio Rodríguez, ordenanza en Grassy desde hace 30 años, casado, de 69 años de edad, fueron oídos por el portero, en la cuarta planta, y en una empresa de seguros en la planta superior a la joyería. Varias personas se asomaron a la escalera y advirtieron el atraco. Se hicieron varias llamadas al 091, pero nadie consiguió comunicar con la central policial. Sin embargo, un coche patrulla pasó por delante de la joyería y los policías fueron advertidos.

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"Soy el director"

Los asaltantes obligaron a los empleados a desconectar el sistema de alarma y pasar al sótano, donde se encuentra la cámara acorazada. Los ataron con cuerdas. Los atracadores pretendían apresar a todos los empleados -trabajan 15 personas en la tienda- a medida que llegasen. A Antonio Rodríguez lo desataron para otro cometido. Cuenta el ordenanza que uno de los atracadores "sostenía la pistola apoyada en mi cabeza mientras yo cogía la barra para subir los cierres de los escaparates y que todo pareciese normal desde la calle". El atracador vio entonces un coche de la policía y temió que el atraco hubiese sido descubierto.Todo siguió tan rápido como empezó. En el portal-pasadizo varias personas del edificio y otros empleados de la joyería esperaban nerviosos. Uno de los agentes de Policía Nacional llamó al timbre de la puerta blindada. Abrió un atracador, que dijo que era el director y que allí no pasaba nada. Al volver al portal, el policía comentó estas palabras y varias personas le gritaron excitadas que eso era imposible.

En esos momentos el cerco policial ya estaba prácticamente efectuado. Según los testigos, unos 30 vehículos policiales se congregaron en la zona. La Gran Vía quedó cortada desde la calle de Peligros hasta el cruce con Alcalá.

Inspectores del Grupo I de Atracos entraron pistola en mano en el pasadizo. Uno de ellos llamó al timbre de la puerta. Los atracadores, por si era algún empleado, abrieron la puerta, pero pusieron por delante a Antonio Rodríguez. "Al ver a un hombre joven, con ropa vaquera y armado, creí que era otro atracador y traté de cerrar", dice Rodríguez, "pero era un policía, y seguramente fue mi acción violenta lo que le hizo disparar dos veces". Las balas no atravesaron la plancha de blindaje, pero uno de los atracadores decidió entregarse. Una vez dentro, los policías sostuvieron un diálogo con el otro atracador, que estaba encerrado en el sótano con los rehenes, y le convencieron para que se entregase. A la salida, la policía fue aplaudida por el público de la Gran Vía.

Jean Reznak, nieto de Alejandro Grassy e hijo del director comercial de la joyería, manifestó que hace una semana hubo otro intento de robo. Señaló la dificultad de valorar las mercancías existentes en la tienda en el momento de atraco. "Hubiera sido un duro golpe si consiguen llenar el saco que traían", comentó. Fuentes próximas a Grassy indicaron que "las existencias habituales están aseguradas en 100 millones de pesetas, aparte determinadas antigüedades cuyo valor no es precisable, por ejemplo un armario del siglo XVI, que nadie se llevaría a cuestas".

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