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Reportaje:El urbanismo en la región

Madrid, ¿distrito federal?

La región ha alcanzado ya su población prevista (seis millones) para 2017. Los expertos prevén un crecimiento imparable

Antonio Jiménez Barca

Saltando de adosado en adosado, una ardilla podría atravesar toda la Comunidad de Madrid.

La frase es algo exagerada. Pero sólo algo. Un ejemplo: la aldea de Rivas, a 20 kilómetros de la Puerta del Sol, desapareció del mapa a cañonazos en la batalla del Jarama. En los años cuarenta se reconstruyó. Contó con 500 habitantes y una parroquia con campanario y cigüeñas, hasta hace 20 años. En 1997 ya había censados 20.000 vecinos. Hace cinco años, 40.000. Ahora tiene 60.000, un macropolideportivo, un auditorio, una pista de atletismo, y polígono industrial. Hay además un Ayuntamiento nuevo y una estación de metro donde, en un alto poste indicador, ha puesto su nido una pareja de cigüeñas de última generación. El alcalde, José Masa, de IU, asegura que en 2010 contará con 100.000 habitantes. "Y entonces la ciudad estará terminada", vaticina. "Habremos conseguido levantar una ciudad equilibrada, donde será acogedor vivir", promete. Rivas sí. Estará terminada. Transformada completamente. También casi subsumida. Casi pegada al barrio de Vallecas. Para entonces, el avance centrífugo de Madrid, la megaciudad que se traga ciudades para alimentarse a sí misma, habrá seguido devorando terreno en dirección a Toledo.

Cada año se construyen 70.000 viviendas de media, sin contar los edificios de oficinas
Hay pueblos de 5.000 habitantes que se están convirtiendo en ciudades de 60.000
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La metamorfosis vertiginosa de Rivas ejemplifica el crecimiento meteórico que experimenta toda la región, donde han saltado por los aires todas las previsiones demográficas. Esto último no es una frase: el Instituto de Estadística calculó en 2004 que la región, que por entonces contaba los cinco millones, alcanzaría los 6,5 millones de habitantes en 2017. No ha hecho falta esperar tanto: ahora mismo, cuenta ya con seis millones de habitantes gracias a los inmigrantes. Para procurar espacio a toda esta población que llega o se expande, cada año se construyen 70.000 viviendas de media, sin contar con los edificios de oficinas, los centros comerciales o las autopistas necesarias para conectarlo todo. El incremento económico no desmerece del arreón inmobiliario: el año pasado, el producto interior bruto de Madrid fue el año pasado del 4%. El mayor de España.

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Este crecimiento urbanístico responde a la táctica de la cebolla: al cuerpo central se añaden capas sucesivas que vienen delimitadas por las autovías de circunvalación: la M-30, la M-40, la M-50 (aún no terminada, la autovía que separa Rivas de Madrid) y la M-60 (no iniciada, pero ya prevista). El avance significa, por lo general, la destrucción de las poblaciones que alcanza y que desaparecen convertidas en un mar de edificios y de chalés adosados al paso del monstruo.

¿Hacia dónde va este crecimiento? ¿Se convertirá Madrid en una megalópolis del tamaño de Londres, París, Los Ángeles o México DF? Fuentes de la Consejería de Medio Ambiente consideran que Madrid se comporta yacomo una única megaurbe delimitada por el norte por la sierra castellana y por el sur por las llanuras manchegas.

Esther López y Marta Chinchilla, trabajadoras de una agencia de viajes, lo sufren: hasta hace unos meses iban a trabajar a la plaza de España, en el corazón de Madrid. Pero desde septiembre, la empresa, para abaratar costes, se ha desplazado a Pozuelo, una ciudad localizada al norte, a un polígono industrial de nueva factura más allá de la M-40. Pilar, de 28 años, vive en Villaverde, un barrio al sur de la capital, y emplea más de una hora en llegar a su trabajo. "Cojo el metro, luego un autobús, luego el tren y luego la lanzadera de la empresa. Me falta el helicóptero", comenta. Cuando se independice, en Getafe, una ciudad aún más al sur, tardará unas cuantas estaciones de autobús más. No es la única. El Ayuntamiento de Madrid calcula que, diariamente, más de un millón de coches entran en el municipio.

Pero esto ya no es sólo así: cada vez hay más desplazamientos transversales, o de dentro a afuera. La megaciudad cada vez es más interactiva. Un ejemplo: el Banco de Santander decidió en 1999, también para abaratar costes, agrupar todos sus empleados en la región, en una miniciudad propia, de 160 hectáreas, en Boadilla. El 13 de abril de 2004 comenzó el traslado de los empleados hacia el nuevo enclave. "Ahora somos 6.000 trabajadores aquí. Hay bares, gimnasios, tiendas, restaurantes de muchos tipos, 6.000 plazas de aparcamiento", comenta Elena Levi, de 35 años, una vecina de Boadilla que consiguió trabajo en el Santander por la cercanía que le suponía. "A mí me cambió la vida. Para mejor. Antes, desde Boadilla a Madrid, donde trabajaba, empleaba casi una hora. Ahora, unos pocos minutos. Hay una flota de 112 autobuses que acarrean empleados, más de veinte rutas. Y, para mí, una de las cosas más importantes, una guardería para 400 niños, que está llena, con un horario flexible, que te permite venir a trabajar con tu hijo".

Este modelo anglosajón de reunir en el mismo espacio, fuera del centro de las ciudades, a todos sus empleados, será también seguido por Telefónica.

Mientras tanto, Emilio Langle, director del departamento residencial de Aguirre Neuman, considera que Madrid, a corto plazo, "va a seguir creciendo". "Tal vez no tanto como en los años que nos han precedido o ahora mismo, pero nada indica que se vaya a detener", añade. "Donde más han subido los pisos es donde están ahora más caros. El mercado de oficinas también está disparado. Son buena prueba de ello los cuatro rascacielos que ahora se levantan al norte de Madrid (en el lugar que antes ocupaba la Ciudad Deportiva) y que van a cambiar el perfil de la ciudad" agrega Javier Sarrado, director de análisis e investigación de mercados. Concluye con otro dato: "En el centro de la ciudad el volumen de oficinas desocupadas no llega al 2%".

El diputado socialista Modesto Nolla, portavoz del PSOE en Urbanismo, sostiene que el problema de la región no es tanto el crecimiento como una suerte de crecimiento "descabezado, sin plan" que se practica en Madrid. "Cada pueblo hace de su capa un sayo y redacta su plan de urbanismo, y eso no puede ser". Nolla cita Arroyomolinos como ejemplo. El concejal socialista Juan Carlos García, en la oposición, recuerda que hace cinco años esta localidad contaba con 5.000 habitantes. "En 2010 habrá 40.000", explica, mientras señala con la mano el mar de chalés adosados y pareados que se pierde de la vista. En las últimas fiestas, los vecinos se dieron cuenta de que el sitio de siempre para colocar la plaza de toros desmontable de todos los años ya había sido ocupado por terreno edificado. "Entonces nos tuvimos que ir todos muy lejos del centro, a un erial, y fue cuando supimos que el pueblo ya no sería más nunca un pueblo". García se queja de que faltan infraestructuras, de que el ritmo de crecimiento es tan acelerado que las carreteras se colapsarán y habrá atascos.

Un ex director general de Urbanismo, Ignacio Sáenz de Pipaón, asegura que muchas veces "es inevitable" que las infraestructuras lleguen por detrás de la gente. "El crecimiento es tan acelerado que no se puede prever, que se llega siempre tarde", explica De Pipaón. "¡Si basta darse una vuelta por Madrid para no reconocer muchas partes!". Fuentes de la Consejería de Medio Ambiente señalan que en 2026, la ciudad (la megaciudad) contará con 10 millones de habitantes (el gran París tiene 11).

Jesús Leal, catedrático de Sociología Urbanística de la Universidad Complutense, asegura que es cierto que la Comunidad de Madrid "carece de un plan definido". Y añade: "Aunque, ojo: esto puede ser bueno y malo, porque lo que se planifica hoy, dado el ritmo que se lleva, va a la papelera mañana. Con todo, yo creo que sí debería haber un Plan de Estrategia Territorial". Leal no cree que Madrid se convierta en una megaurbe del tamaño de París, "aunque eso dependerá de la creación de puestos de trabajo".

Santiago Martín Barajas, de Ecologistas en Acción, es mucho más pesimista: "Hay infinidad de pueblos de 5.000 o 6.000 habitantes, sobre todo en el sur, que se están convirtiendo en ciudades de 60.000. Esto se va a convertir en una especie de Los Ángeles tremendo y horrible. Va a haber problemas de infraestructuras, pero también de agua, y todo lo que hagamos y destruyamos ahora no sólo nos va a perjudicar a nosotros, sino, sobre todo, a las generaciones que llegan detrás, y para siempre".

Mientras, la enorme maquinaria que es Madrid sigue funcionando: en mayo se abrió, en el Nudo Eisenhower, cerca de la carretera de Barcelona, el mayor centro comercial de España. Se llama Plenilunio y cuenta con más de 200 tiendas, una pista de karts en la última planta y una bolera, denominada Bowling Park, que no tiene nada que envidiar a la de las películas de boleras de Estados Unidos. Sandra Garro, de 22 años, es una de las empleadas: "Viene gente de Madrid, pero también de Coslada, de Torrejón. Yo vivo en Fuenlabrada. Ah, y viene mucha gente de Azuqueca, que está en Guadalajara, aunque Guadalajara ya parece de Madrid, ¿no?".

Edificio El Mirador, en el moderno barrio de Sanchinarro.
Edificio El Mirador, en el moderno barrio de Sanchinarro.CRISTÓBAL MANUEL

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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