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Mampara antimendigos

14 indigentes tendrán que irse del soportal donde vivían desde hace tres lustros

"¿Pero cómo nos van a echar a la calle, si estamos en la calle?". A Damián (nombre ficticio), uno de los 14 indigentes que duermen y pasan el día en los soportales del número 6 de la calle de Pradillo, no le entraba en la cabeza lo que le explicaba la Policía Municipal. "Deben irse hoy", comunicaban los agentes. "¿Y dónde vamos?", resistían los sin techo.

Una mampara de cristal, cuya instalación comenzó ayer, cerrará por completo este espacio frontal de entrada de dos supermercados y una consultoría jurídica, y los indigentes tendrán que moverse del rincón que ellos siempre habían considerado "calle", es decir, suelo público donde no tienen restringido pernoctar. Esta vez, la legalidad urbanística juega en su contra. La comunidad de vecinos y los comerciantes han decidido tapiar el hueco tras determinar con el Ayuntamiento que esos 150 metros cuadrados de pasarela son propiedad privada. "Es que no se puede aguantar más", explicaba el conserje del portal junto a una vecina, que acudía en representación de la presidenta, y Antonio de Santiago, trabajador de la consultoría. "Si sólo fuese dormir... pero es que tienen aquí sus cosas, beben, orinan, se pelean entre ellos... y están todo el día, es que por mucha pena que nos dé...", explicaba la vecina.

El problema viene de largo. Desde hace más de 15 años personas sin hogar utilizan este soportal de Chamartín para resguardarse en sus veladas al raso. "Casi todos estamos aquí por alcohólicos", reconoce el asiduo más veterano. Junto a Pedro, otro de los históricos, este barbudo de ojos celestes que prefiere no dar su nombre ha visto congregarse hasta a una veintena de hombres para dormir aquí. También les ha visto irse. "De todos los antiguos, salvo nosotros dos, todos están muertos", afirma.

La decena de indigentes que permanecieron ayer en el soportal sin saber qué suerte iban a correr cuando la mampara estuviera acabada comprenden algunas quejas, pero sostienen que ellos no molestan. En su "pequeña familia" tienen sus normas: "Nos acostamos pronto y nos levantamos a las seis porque vienen los repartidores", explica Damián. "Por las mañanas barremos", continúa, "y es mentira que hagamos aquí nuestras necesidades", contrapone a la versión vecinal. Sí reconoceque a veces llegan a las manos entre ellos. Entra dentro de su misma ley. "Si uno se ha pasado con la botella, dos hostias y se le acuesta. Aquí no se viene a armarla", argumenta. Varias asociaciones y el SAMUR Social les atienden, pero ellos no quieren ir a los albergues. "Ni loco", dice uno, "yo estuve y no pude quitarme ni las botas para que no me las robasen", añade.

Al final hubo suerte. La mampara no llegó a instalarse y pudieron pasar allí la noche. "Mañana, ya veremos", dijo un policía.

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