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Reportaje:

El Dos de Mayo renuncia a sus fiestas

Vecinos y comerciantes de la plaza de Malasaña suspenden los festejos del barrio en protesta contra el Consistorio

Libertad Vicario, una guerrillera de espíritu de pelo blanquísimo y 74 años, recordó ayer las primeras fiestas de la plaza Dos de Mayo. Era 1977. Las amas de casa del barrio se habían encargado de coordinar a los vecinos, comerciantes y autoridades municipales para que el barrio de Maravillas tuviera sus fiestas populares. Querían conmemorar el levantamiento contra los franceses en uno de los lugares más emblemáticos de Madrid.

Misa, juegos, y después, la verbena. El Ayuntamiento les donó 8.000 pesetas (50 euros) y tuvieron todo lo necesario para una buena fiesta castiza: chotis, limonada, aguardiente y chocolate con churros. A Libertad ayer le salía por los ojos toda la ilusión que puso en aquella primera verbena del 2 de mayo en la plaza Dos de Mayo.

La policía consintió un 'macrobotellón' en la plaza porque había verbena popular

Aquellas fiestas le recordaban mucho a las que los vecinos y comerciantes habían organizado este año por su cuenta. Las mismas que ayer a las 12.30, en una asamblea de comerciantes y vecinos, decidieron suspender.

En un tablao, la portavoz del colectivo vecinal, Isabel Rodríguez, explicaba los motivos: "Hemos trabajado con entusiasmo y esfuerzo, nos hemos unido comerciantes y vecinos para hacer un magnífico programa de fiestas y la Junta Municipal de Centro ha boicoteado todas las iniciativas vecinales multiplicando los obstáculos y ha declarado la guerra a nuestras fiestas".

Unas 40 personas escuchaban el discurso con grandes aspas rojas en sus camisetas "contra la intolerancia del Ayuntamiento", según explicaron. En los bancos de la plaza algunos jóvenes empezaban a tomar posiciones para el botellón tolerado -en fiestas populares la ley permite beber en la calle- que se avecinaba para la noche. 25 policías hacían de porteros en los accesos a la plaza para que los jóvenes no entraran con botellas ni vasos de cristal. "Si el Ayuntamiento quería aguarnos las fiestas con un botellón organizado por los municipales, lo han conseguido. Nos han obligado a claudicar", protestaba un vecino.

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El conflicto se remonta a mediados de la semana pasada. La dueña de un bar de copas pidió en la Junta Municipal de Centro los permisos para poner una barra en la puerta de su bar durante las fiestas del Dos de Mayo. En la Junta le aseguraron que no le daban la autorización porque no había fiestas previstas en el barrio. Por segundo año consecutivo -el pasado se suspendieron por los atentados del 11 de marzo- no habría fiestas para conmemorar el alzamiento en la plaza del Dos de Mayo.

Luis Asúa, el concejal de Centro, aseguró que no tenían presupuesto para las fiestas pero se comprometió a apoyar a los vecinos si querían organizarlas.

Las buenas promesas quedaron en eso. Lo único que aportó el Ayuntamiento fue un tablao y decenas de policías -"para organizar el botellón"-, el resto fueron trabas, según los vecinos. "A cada cosa que intentábamos organizar, nos ponían pegas. A lo comerciantes no les dejaron poner sus barras, pero conceden permiso a los puestos ambulantes que les hacen la competencia. El Ayuntamiento no pone un duro para la fiesta y hace negocio con las licencias de los churreros, que pagan 23 euros el metro cuadrado. No vamos a pagar unas fiestas para que otros se lleven el dinero", explica otro comerciante.

Fuentes municipales aseguraron que los puestos de los churros no podían vender alcohol. Ayer, junto al tablao donde se leía el manifiesto, los tres puestos ambulantes de churros, entresijos y bocadillos de panceta intentaban hacer la fiesta por su cuenta. Han cedido churros y chocolate para una chocolatada en los dos centros de mayores del barrio y ayer seguían vendiendo.

Tras el mostrador, cientos de cajas de vino. En dos cartulinas se podía leer escrito a bolígrafo: "Alcohol no se vende". Una joven pide un mini. "No vendemos alcohol", le responde el churrero. La joven se marcha. "Esto es lo que pasa cuando el Ayuntamiento no nos deja vender alcohol, póngalo, póngalo, que nos estamos buscando la ruina", asegura él.

Al minuto otra chica pide un zumo señalando las naranjas del mostrador. "Son para la limonada". "¡Ah! no venden alcohol, pero sí limonada", se queja ella.

Los vecinos tenían su protesta particular. Respaldaron a los comerciantes en su decisión de suspender la fiesta porque creen que los atropellos municipales han sido constantes. El detonante llegó el viernes. La policía consintió un macrobotellón en la plaza, argumentando que eran las fiestas populares. "Los festejos no empezaban hasta hoy [por ayer]. Además, ¿no había delegado el Ayuntamiento en nosotros para las fiestas? Es decisión nuestra cuándo empiezan. No queremos un botellón en nuestra plaza", explicó Carlos Priego, de la asociación de vecinos.

A Libertad Vicario, emocionada mientras escuchaba a su vecina en el tablao, le daban ganas ayer de alzar el puño, como una Manuela Malasaña revolucionaria del siglo XXI: "Os invito a que participéis en la no fiesta concebida por la Junta Municipal. Que vuestros esfuerzos sirvan para que el año que viene, como ya habremos cumplido los 30, tengamos la fiesta en paz".

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