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Reportaje:Policías mafiosos en Coslada

"Nos pedían dinero bajo cuerda"

Un hostelero recuerda los chantajes y abusos que padeció en su discoteca

Faltaba apenas un día para que Julián abriese su discoteca en Coslada. Según cuenta, estaba ultimando el local, dándole los últimos retoques junto a algunos empleados cuando tres agentes municipales vestidos de paisano entraron por la puerta. Uno de ellos era el propio Ginés Jiménez, oficial jefe de la Policía Local de Coslada, el sheriff.

Julián, nombre ficticio que adopta este empresario cosladeño porque aún siente mucho temor a las represalias, sabía perfectamente a lo que venían aquellos agentes. No a protegerle, precisamente. "Era un secreto a voces que la policía pedía dinero bajo cuerda a los dueños de bares de copas a cambio de no hacernos la vida imposible", explica antes de desgranar los detalles de cómo actuaban Ginés Jiménez y "sus chicos".

Los encargados de bares hablan de una "paga" de entre 2.000 y 5.000 euros
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"Le pregunté que por qué tenía que ir a verle, y contestó que él era el comisario jefe de la policía de Coslada y que controlaba todo lo que se hacía en la ciudad". Los agentes, con su jefe a la cabeza, empezaron a charlar sobre las características del bar, aforo, música, horarios... Todos los papeles estaban en regla. Finalmente, Ginés Jiménez fue más explícito. "Me pidió que colaborase con él", explica Julián, aún hoy muy alterado cuando rememora el episodio. "Me dijo: 'Si no quieres tener problemas, ya sabes qué es lo que hay'. Yo me hice el sueco, le di la mano y seguí trabajando".

Julián sabía qué es lo que había. Los encargados de bares de copas de la ciudad del este de la Comunidad aseguran que hay dos cosas claras: que la "paga" de los policías locales rondaba entre los 2.000 y los 5.000 euros en un solo pago -según el tamaño y la recaudación del local- y que en la barra no podía faltar ginebra de la marca Gordons. Era la que le gustaba al jefe, en vaso alto, con hielo y cola.

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En ninguno de al menos una decena de locales que solía visitar con objetivos más que dudosos pagó una sola copa. Su camarilla, que siempre le escoltaba y acompañaba en estas correrías nocturnas, tampoco pasaba por caja.

Los encargados de pubs de Coslada coinciden en que El Bloque, como era conocida la supuesta camarilla del jefe, podía hacerles la vida imposible. Para ello tenían un extenso manual de cómo llevar a pique el negocio de quien no se aviniese a sus exigencias. Por ejemplo, controles de alcoholemia en las cercanías del local que se resistía a la extorsión, cacheos a los clientes que se dirigían hacia él, inspecciones injustificadas, multas falseadas...

"Siempre se ponían en los alrededores del local", recuerda Julián, "y presionaban mucho a la clientela. Y, claro, la gente entre irse a un bar en el que les cachean y acercarse a otro, poco a poco decide alejarse del lugar donde está la policía. Se hundió el negocio y tuve que cerrar", lamenta con pesar ahora Julián. Desde entonces, han pasado dos años.

"No eran pocas las veces que entraban 10 o 12 agentes, vestidos de paisano pero armados, a tomar copas en el local cuando ya habíamos cerrado, a partir de las seis de la mañana", explica. Según su relato, pasaban entre tres y cuatro horas bebiendo sin tener en absoluto en consideración los horarios de cierre de los establecimientos ni las horas que los dueños y los camareros llevaban trabajando en el local.

"Por aquel entonces Ginés tomaba whisky de la marca Johnnie Walker", recuerda. "Yo tenía que quedarme hasta las diez de la mañana allí currando, y también un camarero para atenderles a ellos". Nunca les echó del establecimiento por temor a represalias. Sabía lo que había.

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