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Columna
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¡OMS!

La culpa es del mando a distancia. O tal vez de los ordenadores portátiles, de Internet, del teléfono móvil... Porque antes uno se levantaba a cambiar de canal en la televisión o de disco en el aparato de música o a por folios; y si había necesidad de escribir una carta, era necesario ir a comprar el sello al estanco y el sobre a una papelería, y luego acercarse a Correos o a un buzón. Ahora las cosas a por las que había que ir vienen hacia ti y de pronto abres el periódico y te muerde una serpiente larguísima que se llama Estudio de Hábitos de la Actividad Física, Deporte y Calidad de Vida de la Comunidad de Madrid, y que te inocula el veneno de la pereza, aunque también podría matarte por asfixia si tratas de pronunciar sus siglas: EHAFDCVCM. En cualquier caso, no me digan que inocular no es un verbo temible.

Parece toda una hazaña al revés que en Madrid alguien no ande 10 minutos de media al día

La serpiente es un oráculo y, por lo tanto, habla para decir que uno de cada cuatro madrileños no camina ni siquiera 10 minutos al día, y para recordarnos que la falta de actividad física es un factor de riesgo que causa dos millones de muertes al año en el mundo, según dice la Organización Mundial de la Salud, contra la que en España, por increíble que parezca, siempre acabamos dándonos un golpe: ¡OMS!

Si a Juan Urbano, a mí y al 90% de ustedes nos parece increíble que exista esa legión de vagos, porque damos por hecho que en ese estudio no se incluye a las personas que no pueden moverse a causa de una enfermedad, es por muchas razones. La primera es que si no te has muerto hace dos horas o estás disecado, parece toda una hazaña al revés, o sea, parecida a la del alpinista de esa canción que solo sabe bajar montañas, que en una ciudad como Madrid alguien no ande 10 minutos de media al día. Vamos, que uno lee eso y se lleva las manos a la cabeza como cuando el delantero echa fuera la pelota a puerta vacía y los hinchas exclamamos: ¡Pero si era más fácil meter el gol que fallarlo!

La segunda razón es que España ya no es el país de zoquetes bajitos que siempre fue, ese "intratable pueblo de cabreros" del que habla Jaime Gil de Biedma en uno de sus poemas: ahora hablamos idiomas y en los deportes somos unos jefes, llevamos la estrella de campeones del mundo en la camiseta de la selección, a Nadal en la raqueta, a Contador en la bici y a Alonso en la carrocería del coche, eso para empezar, y todavía podemos tirar del baloncesto si nos provocan. De modo que los inmovilistas, o autoinmovilistas, porque esa gente suele tirar de coche para todo, van en sentido contrario al del país, o al menos eso parece. O igual es que después de leer ese informe y ver los resultados del sondeo que nos han hecho, ¡OMS!, convendría repetir la frase de Mark Twain: "Hay tres tipos de mentiras: las patrañas, los embustes y las encuestas".

Como se acaba el verano y ya empezamos todos a tomar carrerilla hacia la gran ciudad, se acerca el momento de los buenos propósitos y no se me ocurre otro mejor que poner boca abajo esa tendencia a quedarnos quietos que parece que nos acecha, dejar nuestro vehículo aparcado, cortarle la cabeza a la anaconda EHAFDCVCM, perder el mando a distancia a propósito, dejar de echarle la culpa de todo al Gobierno, porque uno no se queda quieto por falta de polideportivos y ahí está la Casa de Campo y, de propina, pasar de largo por los locales donde venden comida-basura. En noviembre, todos suecos.

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