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Columna
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El Papa y el papá

Vicente Molina Foix

La noticia ha saltado a la calle, y a algunos nos ha pillado sin confesar: la democracia española se cuela en las alcantarillas de la historia, disuelta por la cultura del laicismo radical y demás abortos pergeñados por José Luis Satán Zapatero. La cosa se dijo el pasado domingo en la plaza de Colón, en un aquelarre a la luz del día en el que, después de oír a los tres santos brujos del episcopado español, Rouco Varela, García-Gasco y Cañizares (a secas), las palabras del antiguo inquisidor Ratzinger, hoy Benedicto XVI, supieron -en videoconferencia- a bálsamo bendito.

La familia. Se supone que esta especie en extinción a la que los purpurados propietarios de la Cope quieren proteger con el celo que los demás reservamos a la avutarda o las playas de arena del Mediterráneo, volverá a salir mañana a las calles de Madrid, espero que corregida y aumentada. Yo mismo -que no he formado familia y por tanto no puedo disolverla con ninguno de los productos cáusticos lanzados al mercado por el Gobierno- pienso ir a la cabalgata de Reyes, el único espectáculo callejero que, junto al Día del Orgullo Gay, me hace salir del armario de marfil donde paso las noches de claro en claro (leyendo) y los días (escribiendo) de turbio en turbio, como dijo aquél.

Aún hoy me cuesta contener el impulso de mirar la mesa del salón el día 6 por la mañana

¿Le parecerá a alguno disolvente esta misma comparación? No pretendo ofender. El 5 de enero, los niños salen -salimos, iba a decir en una regresión infantil imperdonable a mi edad- para ver de cerca una fantasía, meter bulla y asegurarse tangiblemente de los regalos; más o menos lo mismo que lo que buscan gays y lesbianas en su juguetón día del año. Otras coincidencias: los tres Magos van pintados como una puerta, no sólo el rey negro, y para qué hablar de los pajecillos y demás séquitos de las carrozas regias (se han visto hasta odaliscas en años permisivos). Se me dirá que la comitiva de mañana no practica el semidesnudo ni el contoneo capcioso de las musculocas que desfilan por Alcalá y Gran Vía, pero en ello sólo hay un matiz meteorológico: a finales del mes de junio todo invita a quitarse una prenda.

La mirada encandilada de los niños al paso de los Reyes de Oriente es parecida a la de tantos homosexuales mayores que observan los fastos del Orgullo Gay desde la barrera; ellos y ellas echaron hace años una carta al buzón de las ilusiones, y después de varios decenios de recibir carbón, parece que ahora los hados (o las reinas) les dejan en el alféizar de su ventana trenes eléctricos sin diferencia de 1ª y 2ª clase, muñecas de carne y hueso que, aparte de hacer pipí y llorar, pueden amar.

Mañana salen 18 carrozas, y las luces, trajes y atavíos (a un coste para las arcas municipales de un millón de euros) superarán en esplendor a los de la cabalgata rival de junio. Una y otra -así las veo yo en mi fuero externo- constituyen una versión madrileña de las reñidas y legendarias regatas de Oxford y Cambridge. Y hablando de cosas inglesas, aquí va mi outing más atrevido. No sólo asisto, a veces con disimulo de adulto que pasaba por allí, otras con la coartada de acompañar a amigos que aún tienen hijos pequeños, a la cabalgata de Reyes, sino que creí fervientemente hasta una edad escandalosa en esa monarquía coronada en tres cabezas y reinante un solo día al año. Aún hoy me cuesta contener el impulso atávico de mirar la mesa del salón al levantarme el día 6 por la mañana (más temprano que de costumbre, por si acaso), y me irrita, mucho más que el Papa y sus cardenales, toda la liturgia de Papá Noel.

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Por eso, al saber que en Madrid se había creado una agrupación llamada La Despensa, en defensa de los Reyes Magos, me puse a buscar su página web (www.yosoydelosreyesmagos.com). La intención es buena. Pésimo el contenido, quizá hasta racista y sexista, en la peor tradición del rap, música (por decir algo) que da soporte al videoclip colgado en esa dirección electrónica. Humillado y ofendido de la manera más chusca, el Papá Noel de La Despensa acaba siendo aniquilado por los guerrilleros adeptos a Melchor, Gaspar y Baltasar. No hay que llegar a eso, ni siquiera con Gasco, Rouco y Cañizares, los papables de nuestra curia.

Queda pendiente el tema de la democracia. Bueno, ahí no hay que dejarse llevar ni por unos ni por otros. Los reyes de todo signo seguirán representando -mientras no crezcamos más- una fantasmagoría útil y cálida, y lo que diga el Papa que vaya sólo a misa.

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