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Tarde de ilusiones en la capital

Paraguas para coger caramelos

La lluvia da una tregua a los miles de niños que se acercaron a ver la cabalgata de Reyes

La Castellana era un millón de chillidos, berridos, pucheros. Niños llorando en brazos, a hombros, subidos a escaleras de pintor de tres, cuatro, seis peldaños. "¡Imbécil, dame mi globo!", "¡no veo!", "¿quiénes son esos tan feos?". Largos momentos de espera hasta que a las seis y media de la tarde arrancó la cabalgata en la plaza de San Juan de la Cruz y tomó el vuelo una bailarina suspendida por 300 globos de helio. Entonces las bocas se abrieron en un alboroto de admiración: "¡Waala!".

La del 5 de enero es una tarde convencionalmente mágica. La tarde en la que se puede ver a una señora de visón recogiendo de rodillas caramelos, o a una abuela regateando con Winnie de Pooh: "Y si me llevo dos globos, ¿me hace un precio?". La tarde en que se sacan paraguas aunque no llueva; sólo para recoger dulces. El día en que los padres invitan a sus hijos a orinar en la Castellana. "¿Quieres pis, Robertito? Haz pis, hijo mío".Para que el público bailara, una banda de swing de Nueva Orleans navegaba en un barco del Misisipi dentro de la comitiva de Phileas Fogg, el personaje de la noche junto a sus majestades de Oriente. Jirafas rojas y un elefante corrían en estampida. La cabalgata recorrió el espacio de Nuevos Ministerios a Cibeles hasta las ocho y media de la tarde. Familias enteras esperaban desde las cuatro para coger sitio, sobre todo a partir de Rubén Darío, donde comenzaban los graderíos. Contra el pronóstico general, no llovió.

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Nos colamos en la cabalgata

"¡So salvaje!", le gritaba un padre llamado Ramón García a algún niño encargado de lanzar caramelos desde las carrozas, que prefería deshacerse de las bolsas cerradas antes de complicarse extrayendo puñados. A Carolina, una joven colombiana que presenciaba su primera cabalgata en España, le impresionó en general la pasión de los padres por las golosinas (se repartieron más de 1.000 kilos de caramelos sin gluten). "Parece lo único que les interesa. Con lo original que es el espectáculo, creo que hay cosas que merece más la pena mostrarle a los niños", explicaba.

Porque abundaban los padres más emocionados que sus hijos, recorriendo de arriba abajo el paseo en busca del punto más cercano a las carrozas. "¡Cómo se lo está pasando el Paquito! Ya no va a faltar a ninguna cabalgata", le gritaba un hombre a su mujer mientras Paquito, en brazos, les miraba con cara de susto. Los niños disfrutaban con los animadores, los caballos y el dragón chino, pero no renunciaban a placeres más accesibles. Por eso más de un padre seguía con el rabillo del ojo las carrozas mientras agarraba la capucha del niño para evitar que escapara hacia el vendedor de globos chillando como un guerrero mongol.

El invento de las escaleras tenía sus peligros. Manuel, con 80 centímetros y uno de los mejores rastreadores de dulces de la Castellana, se cayó de una intentando robarle el sitio a su hermana. Algunas familias, en lugar de una escalera colocaban dos con un tablón en medio para subir a cuatro o cinco niños. Cuanto más alto, parecía que más fácilmente se escucharían las peticiones de regalos. Entre las niñas, las estrellas eran las bicicletas y los patines; los niños eran menos clásicos: "Yo quiero una Nintendo DS", explicaba Juan, de siete años. "Y yo unos muñecos Gormiti", añadía su primo Alejandro. Todas las peticiones se juntaron en un grito cuando pasaron las cabalgatas con los Reyes. Después del rey negro en la última carroza, se abrió la valla y los cazadores de golosinas se lanzaron a rebañar la calzada. Una mujer observaba la marabunta y reía:

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-Míralos, todos ahí como desquiciados.

-Pero yo también quiero ir, mami, le tiraba una mano desde abajo.

Entonces la mujer se encogió de hombros, agarró a la niña y se lanzó a atravesar la valla.

Un momento de la cabalgata que discurrió por las calles de Madrid.
Un momento de la cabalgata que discurrió por las calles de Madrid.ÁLVARO GARCÍA
Una comitiva de nueve camellos ha llevado este mediodía a los Reyes Magos desde la orilla del mar, en la playa de La Concha, hasta el Ayuntamiento de San Sebastián, donde el alcalde donostiarra, Odón Elorza, y el concejal de Juventud y Cultura, Denis Itxaso, les han recibido en la terraza consistorial. No sólo los reyes van en camello, también dos de sus pajes, más un centenar a pie con antorchas. Han repartido 1.500 kilogramos de caramelos entre los niños.
Una comitiva de nueve camellos ha llevado este mediodía a los Reyes Magos desde la orilla del mar, en la playa de La Concha, hasta el Ayuntamiento de San Sebastián, donde el alcalde donostiarra, Odón Elorza, y el concejal de Juventud y Cultura, Denis Itxaso, les han recibido en la terraza consistorial. No sólo los reyes van en camello, también dos de sus pajes, más un centenar a pie con antorchas. Han repartido 1.500 kilogramos de caramelos entre los niños.JAVIER HERNÁNDEZ

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