_
_
_
_
_
Reportaje:Bienvenido 2010

Punk y rock junto a las lápidas

El Colectivo Dragón celebra una fiesta de fin de año en un caserón 'okupado' situado al lado del cementerio de la Almudena

Pablo León

"¿Oye, esta noche hay fiesta aquí?", pregunta un joven en un aparcamiento poco iluminado junto al cementerio de la Almudena. No hace ni una hora que en la Puerta del Sol miles de personas han despedido la primera década del siglo XXI y en el barrio de La Elipa un grupo de chavales espera junto a la puerta de un antiguo caserón iluminado, situado en la avenida de Daroca, 90. A la 1.30 comienza allí "una fiesta diferente y barata", aseguraba uno.

El plan: música en directo, ska, punk, rock y horteradas, explica el cartel de la convocatoria. Entrada: "Cinco pavos" que incluye desayuno en el espacio social okupado El Dragón. "Es la primera vez que vengo. Nos ha convencido ese amigo del gorrito", dice Jenny Martínez, de 23 años, en la entrada del caserón mientras señala a su colega.

Crestas, vaqueros y camisetas marcan el estilo, pero también hay vestidos y trajes
Los asistentes son rockeros del barrio, antisistema, 'hippies' y modernos

Frente a las calles iluminadas de la ciudad y el tumulto del centro, en la entrada principal del cementerio la luz es tenue y hay poco ruido. Llega la hora marcada y, puntuales, se abren las puertas del viejo caserón.

La planta baja del edificio es perfecta para la fiesta, aunque el inmueble cuenta con cuatro pisos donde se desarrollan todo tipo de actividades, talleres, mercadillos o campaña a favor de la saharui Aminetu Haidar. Hace un año, cuando el Colectivo Dragón ocupó el espacio, el lugar estaba abandonado y lleno de restos de la madera de las ventanas, cristales, condones y escombros. Ahora está limpio tiene un baño y la actividad regresa poco a poco.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Los vaqueros y las camisetas marcan la etiqueta de la fiesta, junto con crestas, de las de verdad y de las de mentira. También hay algunos que respetan el protocolo y se han vestido con tacones o se han calado un traje. "Es que esta noche yo me arreglo y si al final venimos a la fiesta okupa, pues no me voy a cambiar", explica David Muñoz, de 24 años, mientras uno de sus colegas se mofa de su corbata. De fondo suena una canción de Celtas Cortos.

"¡Aforo completo!", exclama un chico en la puerta. Desde hace dos horas no deja de llegar gente y los rezagados tienen que esperar a la intemperie. Aunque el viento gélido resopla, algunos de los que esperan, como Paloma Bermejo, de 36 años y "del barrio de toda la vida", no se impacientan porque "entre la luna, el cementerio y la música de dentro la sensación es increíble".

En ese momento, en el interior de la casa domina el funky de Funkolate, que está tocando en directo. El grupo canta en inglés, aunque es de Rivas, y con sus temas y versiones -la de Los cazafantasmas marcó un hito en la noche- hace que la sala baile al unísono. "Aquí hay un poco de todo, pero en plan de izquierdas", dice Irene, de 22 años, sin dejar de moverse. Ha llegado con su grupo de amigos desde el instituto.

Rockeros del barrio, jóvenes antisistema, punkis, hippies, modernos y colegas cansados de las típicas fiestas "en las que te dejas un pastón" se sirven una copa, en vaso de plástico, como si estuvieran de botellón. Otra diferencia con las celebraciones mainstream (a la moda establecida) es que aquí la barra libre te la puedes traer tú sin tener que esconder la botella en el abrigo para entrar.

La finalidad de la cita es pasarlo bien, hacer algo diferente y destinar el dinero obtenido a "gastos judiciales". Uno de los litigios de la asociación es el que mantiene con la Empresa Mixta de Servicios Funerarios de Madrid, titular del edificio. La sociedad pidió el desalojo ante el juez en noviembre de 2008, justo después de la ocupación.

Avanza la noche y la tradición manda. Como anunciaba el cartel, las horteradas comienzan a dominar en el equipo. Y por muy antisistema o alternativo, los invitados de Daroca, 90 no pueden evitar dejarse llevar por el ritmo de Rafaela, las Spice Girls o Los Chichos. Los clásicos nunca fallan y son lo mejor para que la fiesta dure toda la madrugada. Por algo es Nochevieja. "El año pasado nos quedamos hasta las tres de la tarde por aquí", asegura Mario.

Cuando abrieron, el Colectivo Dragón quería llenar de vida un espacio muerto, un edificio olvidado y abandonado. Esta Nochevieja lo han conseguido: han despedido el año por todo lo alto desde la entrada al cementerio de la Almudena.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Pablo León
Periodista de EL PAÍS desde 2009. Actualmente en Internacional. Durante seis años fue redactor de Madrid, cubriendo política municipal. Antes estuvo en secciones como Reportajes, El País Semanal, El Viajero o Tentaciones. Es licenciado en Ciencias Ambientales y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Vive en Madrid y es experto en movilidad sostenible.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_