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Reportaje:

Relato de tres musas extraviadas

Desde hace cuatro décadas se desconoce el paradero del grupo escultórico de Suñol que coronó 70 años una de las fachadas del Prado

Un grupo escultórico que coronó durante siete décadas la fachada norte del Museo del Prado y que fue retirado hace ahora treinta años, ha desaparecido. Pesaba varias toneladas. Nadie, ni en el Ministerio de Cultura, ni en el propio Prado, ni en el Ayuntamiento, sabe a ciencia cierta qué sucedió con aquella alegoría de las Bellas Artes. La formaban Pintura, Escultura y Arquitectura, tres damas. Surgida del cincel del escultor Jerónimo Suñol (Barcelona, 1840-Madrid, 1902), fue instalada en la fachada norte del museo en torno al año de 1886. Costó 32.000 pesetas. Suñol fue autor de la estatua de Colón y de la del marqués de Salamanca en las plazas de sus respectivos nombres, y la del general O'Donnell, en la iglesia de las Salesas.

La última foto la hizo en los años sesenta desde el Ritz el pintor y ex espía Tom Harris

Los últimos testimonios gráficos de aquellas esculturas datan del comienzo de la década de 1960, cuando Tomás Harris, pintor, mecenas y coleccionista de pintura, las fotografió desde una habitación alta del cercano hotel Ritz. Harris, fallecido poco después en accidente de automóvil en Palma de Mallorca, había sido uno de los principales agentes del Servicio Secreto británico en la Segunda Guerra Mundial.

El mismo frontis de la fachada norte del Museo del Prado, donde estuvo la escultura ahora perdida, permaneció ocupado antes por otro grupo atribuido al taller del artista Valeriano Salvatierra; natural de Toledo, nacido en 1789, fue estudiante en Roma, alumno de Canova y Thorwaldsen y escultor de Cámara; a él pertenecen muchas de las 12 estatuas y de los 16 medallones que jalonan la fachada occidental este del museo, llamada de Velázquez. Pero el grupo escultórico de Salvatierra, en yeso, fue retirado y dio paso al de Jerónimo Suñol, "que ha de colocarse sobre el entablamento del pórtico de la entrada Norte del museo", según las bases del concurso que demandaba que Pintura y Escultura, fueran abrazadas por la Arquitectura y esculpidas en piedra.

Cuando los arquitectos Dionisio Hernández Gil y Rafael Olalquiaga restauraron las cubiertas del Museo del Prado, a partir de 1992, se plantearon la necesidad de reinstalar sobre esa fachada el monumento que durante tanto tiempo la coronó, pero no hallaron de él ni rastro. "Desapareció como por ensalmo", dice Olalquiaga con una sonrisa. Lo cierto es que él y Hernández Gil previeron mantener arriba un espacio liso para albergar el grupo, tras ser restaurado. "Ahí sigue la plataforma lisa", destaca Olalquiaga. Nadie parece conocer lo sucedido con esas tres musas, salvo que su estado, según las fotos de Harris, mostraba erosiones.

El Prado ha recurrido a veces a instituciones capaces de albergar tallas de gran formato. El Ayuntamiento cuenta con almacenes grandes que podrían alojar aquel grupo escultórico, concretamente en la Casa de Campo, Casillas, y otro cerca de Atocha. Fuentes municipales consultadas al respecto señalan, sin embargo, que hace seis meses, el Prado pidió información sobre algunas esculturas suyas, por si pudieran hallarse en su poder, pero ésta concretamente de Suñol no figuraba en el listado.

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Otro de los lugares adonde podría haber ido a parar sería el Instituto del Patrimonio Histórico Español (IPHE), en la Ciudad Universitaria, que depende del Ministerio de Cultura, en las inmediaciones del palacio de la Moncloa. Pero personal consultado al respecto carece de respuesta.

La fachada norte del museo del Prado ha sido escenario de numerosas transformaciones. Hoy mismo, está siendo peatonalizada al completo y un poyete de granito que circunda la pequeña ladera que alberga una gran estatua de Francisco de Goya, con certeza se va a convertir en lugar de paraje obligado para los futuros visitantes, toda vez que culminen las obras de rehabilitación y ajardinamiento de su entorno.

Esta fachada fue intervenida por el arquitecto Pedro Muguruza tras la Guerra Civil. En un principio, hubo una estatua de Goya vuelta de espaldas al museo, que miraba de frente a los visitantes y era de un escultor llamado José Llaneces (Madrid, 1863-1919). Se decidió instalar otra, de Mariano Benlliure, que se encontraba en la intersección de las calles de Velázquez y Goya, en el barrio de Salamanca, por haber resultado embestida y dañada por un autobús. El caso fue que la estatua de Goya de Benlliure llegó al Prado y fue instalada de frente al museo, sobre una peana elevada situada en una especie de chiscón pétreo excavado en el talud de una ladera de desmonte que allí se halla.

Fue el arquitecto municipal Joaquín Roldán quien sugirió la creación de una escalera que conectara el acceso al Museo del Prado con la calle de Felipe IV, evitando así la propuesta inicial, que situaba la estatua cincelada por Benlliure en un fondo de saco sin salida. De tal manera, se abrió esa conexión y la estatua anterior fue enviada a la ermita de San Antonio de la Florida, donde la primavera pasada fue retirada para la construcción de una piscina de tormentas.

En las próximas semanas, la efigie de Goya volverá a su solio ante la ermita, mientras su homóloga, tallada por Benlliure, seguirá donde se yergue, a la espera de que culminen las obras que hoy la rodean y con el presumible deseo de ver reaparecer las tres musas vecinas, esfumadas de la fachada que lleva su nombre.

Grupo escultórico atribuido a Jerónimo Suñol que coronó la fachada norte del Museo del Prado.
Grupo escultórico atribuido a Jerónimo Suñol que coronó la fachada norte del Museo del Prado.MUSEO DEL PRADO

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