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Rubens se despide de Madrid una vez más

El Prado clausura la muestra del pintor, que vivió casi un año en la capital

Patricia Ortega Dolz

Pedro Pablo Rubens llegó a Madrid en el mes de agosto de 1628. El pintor flamenco de 50 años acababa de enviudar y se había volcado en el trabajo y en sus misiones diplomáticas, que acostumbraba a realizar desde que en su juventud sirvió durante nueve años (de 1601 a 1610) al duque de Mantua (Italia), Vincenzo Gonzaga, amante del arte y de los artistas y con quien atendió tanto cuestiones artísticas como diplomáticas. Él, que había empezado a ganarse la vida con 13 años como paje al servicio de la condesa Margarita de la Ligne d?Aremberg en Oudenaarde, era ahora la pieza clave para la paz en Europa.

El objetivo era que España e Inglaterra alcanzaran la paz y se pusiera fin al conflicto que desangraba la economía y las vidas de un buen número de hombres y mujeres de los Países Bajos (la llamada Guerra de los Ochenta Años).Tenía que convencer a Felipe IV (el Grande), al que de entrada no le hacía demasiada gracia eso de que un pintor se entrometiese en cuestiones políticas. Pero Rubens se trajo consigo, aparte de su encanto natural y su don de gentes (cortesanas), varios de sus cuadros a modo de regalo y se plantó en Alcázar, la casa Real, que entonces ocupaba el lugar que hoy tiene el Palacio de Oriente.

El de Flandes debía convencer a Felipe IV para firmar la paz con Inglaterra
Un libro recrea las conversaciones entre Velázquez y el artista de Amberes

El Madrid de entonces contaba con una docena de iglesias y alguna que otra casa palaciega, pero estaba plagado de casuchas de tapial y tablas. Había algunas calles y plazas empedradas, pero la mayoría tenía el piso de tierra y un sucio arroyuelo dividía la urbe.

Rubens pasó nueve meses en esta ciudad, más de lo que tenía previsto. Se convirtió en cómplice y confidente del también llamado Rey Planeta que, pese a tener como pintor oficial de la corte a un Velázquez veinteañero, le hizo múltiples encargos, tanto de retratos como de copias de cuadros de otros pintores italianos. La admiración y la devoción del rey por Rubens crecía por días. En total, el afamado pintor barroco, realizó 40 obras durante su estancia en Madrid, muchas de las cuales permanecen en el Prado, que clausurará su gran muestra dedicada al pintor de Amberes mañana.

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Y como colofón, la noche del jueves se presentó en la pinacoteca nacional el último libro de Santiago Miralles Huete (Velázquez y Rubens, conversación en El Escorial, editorial Turner), una joya de 150 páginas en la que su autor recrea y ficciona, basándose en hechos y datos reales, las conversaciones que pudieron surgir entre los dos pintores en aquellos momentos y transita, mediante ese diálogo, por una época crucial en la historia de España.

"He querido inventar lo justo, exponer datos contrastados y dejarles hablar para que defendieran sus posiciones", dijo Miralles en esa presentación que incluyó la lectura dramatizada de unas páginas de su libro.

El Escorial fue la única excursión que hizo Rubens estando en Madrid, pero en aquellos meses pasó largas tardes en el Palacio del Buen Retiro (en una zona de las zonas del parque), por ser el lugar de recreo y relajo del rey, y visitó a nobles ilustres como el conde de Monterrey, el príncipe de Esquilache, el almirante de Castilla o el marqués de Leganés, este último gran aficionado al arte.

Parece que la autoestima de Rubens se vio tan favorecida durante su estancia en Madrid (iba tan sobrado) que llegó a escribir en una de sus cartas: "No me interesa nada de la ciudad, salvo el rey".

Aquel Madrid era el de Lope de Vega, Quevedo, acababa de Morir el Greco... Y el pintor de Flandes llegó a hacer algo insólito, como fue modificar un cuadro ya pintado para incluirse a sí mismo. Ocurrió con la Adoración de los Magos, que cuando él llegó ya colgaba de las paredes del Alcázar. Lo amplió y actualmente se le puede ver en la esquina superior derecha montado en un caballo (a la derecha en la fotografía).

Dicen los estudiosos que el joven Velázquez, abrumado por el genio de Flandes, le emuló en cierto modo al pintarse bajo el quicio de la puerta en Las meninas (a la izquierda en la foto) De hecho, los cuadros que cuelgan al fondo en la pintura del español, son replicas de Rubens.

Fue precisamente el pintor de Amberes quien presionó al rey para que dejase que el minucioso Velázquez viajase a Italia y ampliara sus conocimientos. Aquel viaje marcó un antes y un después en el pintor español. Del mismo modo que aquellos meses de Rubens en Madrid posiblemente cambiaron la historia de España.

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Sobre la firma

Patricia Ortega Dolz
Es reportera de EL PAÍS desde 2001, especializada en Interior (Seguridad, Sucesos y Terrorismo). Ha desarrollado su carrera en este diario en distintas secciones: Local, Nacional, Domingo, o Revista, cultivando principalmente el género del Reportaje, ahora también audiovisual. Ha vivido en Nueva York y Shanghai y es autora de "Madrid en 20 vinos".

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