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Reportaje:

San Ginés cura su torre

El templo incorpora el ala que ocupaba una cofradía desde 1590 y remoza su fachada y su cripta, donde yace Pepe Hillo

La iglesia de San Ginés, testimonio vivo de la historia de Madrid desde la Edad Media, vive jornadas decisivas. Situada a un latido de la Puerta del Sol, sobre las calles del Arenal y de Bordadores, afronta la última fase de su rehabilitación completa con la remoción exterior de su soberbia torre de 54 metros de altura y la ganancia de un enorme espacio interior. Este nuevo ámbito hasta hace unos años era ocupado por una cofradía allí aposentada desde 1590. La congregación penitencial del Santísimo Cristo disponía, en el ala norte de este templo, de una hermosa capilla y una cripta abovedada, ornamentadas ambas por artistas de la talla de Pompeo Leoni, escultor de la estatuaria regia de San Lorenzo de El Escorial, o pintores como Alonso Cano y Domenico Theotocopuli, El Greco, cuyo óleo Expulsión de los mercaderes del templo permanecía en sus dependencias desde el año de 1700, en que fuera donada por Francisco Canseco.

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Las obras ahora en marcha, que acomete la empresa Quijano bajo la dirección facultativa de los arquitectos Eduardo González Mercadé y Carlos Jiménez Cuenca, del Instituto del Patrimonio Histórico Español, han sido presupuestadas en 919.687,68 euros. Con ellas, la iglesia de San Ginés se verá muy transformada. 'Y enriquecida', al decir de los dos arquitectos, especializados en tareas de restauración, que confían en culminar las obras, emprendidas el 19 de abril, en la primavera del año que viene.

La decisión definitiva de actuar sobre la torre sobrevino el pasado mes de diciembre. Fue entonces cuando uno de los gajos de la enorme bola de cobre encaramada sobre el esbelto chapitel de pizarra de la cubierta cayó estruendosamente a la calle de Bordadores desde 52 metros de altura. No hubo víctimas. 'Nuestra primera tarea ha sido remozar la bola, el chapitel y la torre toda, cuyo ladrillo visto ha sufrido una erosión secular', explica González Mercadé. 'La bola desgajada será afianzada y revestida con anticorrosivos panes de oro', añade. San Ginés tuvo esos revestimientos en sus días de mayor esplendor, mediado el siglo XVII. La torre posee el campanario en saledizo, así construido para proteger a los sacristanes cuando tocaban a mano las campanas. 'Con un mortero a base de tres partes de cal por una de cemento blanco', precisa Carlos Jiménez Cuenca, 'las junturas de los ladrillos serán reparadas, tras haber encomendado al Instituto Eduardo Torroja un estudio para el tratamiento de la fachada'.

Un viejo pararrayos, con forma de timón de barco que remataba la cubierta, ha sido retirado, pese a que la leyenda le atribuía poderes sobrenaturales contra el aparato eléctrico de algunas estremecedoras tormentas del verano madrileño. 'Metálico y pesado, era muy peligroso y poco durable', precisa González Mercadé. Hasta ahora, y mediante una estructura atrevida que cruza a gran altura sobre la contigua calle de Bordadores, han sido evacuados hasta 380 metros cúbicos de escombros procedentes de la torre de San Ginés.

'Vamos a suprimir las bajantes rotas, cuyas humedades han dañado tremendamente los paramentos', prosigue Mercadé.

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Los técnicos se plantean igualmente mejorar la ventilación y las condiciones bioclimáticas dentro de la capilla y de la cripta de la cofradía, que hasta ahora permanecían separadas del cuerpo central de la iglesia de San Ginés por un gran tabique. 'Demoleremos ese tabicamiento para integrar el espacio de la Congregación en la iglesia', agrega el arquitecto. 'Precisamente, acabamos de demoler un corillo postizo situado sobre la base del crucero de la capilla, donde recuperaremos asimismo una valiosa rejería que había quedado cegada por la separación', explica.

Tres altares marmóreos sobre la capilla dispuestos se encuentran muy dañados por el paso del tiempo. Empero, los muros acentúan la riqueza de su ornato, a base de cuidadísimos estucados en ocres tonos cálidos, similares a los que Juan Bautista Crescenci ideara para decorar el Panteón de Reyes de El Escorial.

Obra de Juan Ruiz y del tratadista arquitectónico fray Lorenzo de San Nicolás, descubridor de la bóveda encamonada y autor del convento de San Plácido, la cripta de San Ginés exhibe una rara belleza, caracterizada por una suerte de invitación al recogimiento. Un pequeño púlpito, con el anagrama de un clavo cruzado sobre una S, sirvió a las predicaciones del escritor Pedro Calderón de la Barca, sacerdote de la orden de Presbíteros Naturales de Madrid, en torno a 1680. Un siglo antes, allí fue bautizado Francisco de Quevedo, y una década más tarde Lope de Vega cometió uno de sus matrimonios.

En el año de 1801, el torero José Delgado Guerra, Pepe Hillo, murió salvajemente corneado en la plaza de toros situada extramuros de la Puerta de Alcalá. En el archivo parroquial de San Ginés está escrito que el torero, transeúnte en una posada de la calle del Carmen, 25, fue enterrado por 66 reales de vellón en la cripta de la Congregación del Santísimo Cristo aquel 13 de mayo de hace dos siglos. A los piés de tal estancia, abovedada y lóbrega, un túmulo dentro de un hoyo bajo el suelo indica que su cadáver, exhumado temporalmente en 1933, sigue allí abajo.

Las obras continúan.

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