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Reportaje:SIN COCHE | Navalagamella

Senderismo con memoria histórica

Decenas de fortificaciones construidas durante la Guerra Civil rodean el pueblo

Pablo Linde

La mayoría de los visitantes sólo verán una gran iglesia a la entrada de Navalagamella. Es su principal punto de interés, un templo con unas dimensiones que no se corresponden con este municipio de 2.161 habitantes hecho con las mismas piedras que se usaron para levantar el monasterio de El Escorial. Pero, con un poco de atención, unos metros antes se advierte otra construcción, una especie de iglú de hormigón, con mucha menos monumentalidad pero gran valor histórico.

Al preguntar a alguien del pueblo por la iglesia de Nuestra Señora de la Estrella, responderá que es una de las aportaciones que el reino hizo en tiempos de Felipe II a las localidades que estaban cerca de El Escorial para agradecer la contribución de los obreros del lugar y dar homogeneidad al paisaje. Que sus remates son herrerianos, como los del monasterio, y que sus contrafuertes lo convertían en un templo fortaleza. Si se pregunta por el extraño búnker que hay a sólo unos metros, lo más probable es que contesten con relativa indiferencia: "Ah, es el garigolo de la carretera".

La mayoría de los búnkeres se asienta sobre terreno público
Todavía quedan marcas de las trincheras señaladas en la tierra

Nadie sabe de dónde viene el nombre, pero todo el mundo llama así a las decenas de fortificaciones de la Guerra Civil que rodean al pueblo. Son búnkeres con muros de hormigón que llegan a superar el metro de espesor, a prueba de bombas, con los que las tropas nacionales se parapetaron en la zona para defenderse de un supuesto ataque republicano que nunca llegó.

Con más de un centenar en su territorio municipal, Navalagamella es uno de los pueblos que más fortificaciones de la guerra conservan en España. Y la mayoría de ellas se asienta sobre terreno público, accesibles a cualquiera con un poco de curiosidad. Desde los garigolos sólo hay que quitar mentalmente los árboles del monte, que se plantaron después de 1939, para trasladarse a la contienda. Casi se puede ver a los fusileros o las ametralladoras en sus puestos, apuntando a través de los pequeños agujeros que el hormigón dejaba libre para sacar los cañones de las armas. Todavía quedan señaladas en la tierra marcas de lo que eran unas trincheras que los años han ido sepultando. Incluso si se rebusca entre la piedra, aún se puede encontrar algún desecho de las latas de sardinas que, junto con un mendrugo de pan, servían de raciones a los soldados franquistas. Todo está prácticamente cómo se dejó. Las únicas marcas son las del tiempo.

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El garigolo más cercano al pueblo está a apenas cinco minutos de la plaza del Dos de Mayo, donde paran los autobuses 642, 641 y 669. Para seguir viendo los restos de la guerra hay que andar más. Hay todo un camino de fortificaciones, estratégicamente colocadas contra Valdemorillo, el asentamiento republicano más cercano. Poco antes de construir toda la red de búnkeres se había producido la decisiva batalla de Brunete y Franco se veía amenazado por un ataque similar en la zona de Navalagamella.

Resguardado por una colina, todavía queda un campamento con capacidad para unos 200 soldados, presidido por una capilla que conserva una placa con las flechas de la falange y una leyenda: "José Antonio Primo de Rivera. ¡Presente! 6-XI-193...". El último número ya no se puede leer, pero muy probablemente se trataba del año 37 del siglo pasado.

Para visitar todas estas fortificaciones hay que perderse por el campo e investigar. Todavía no existe un camino guiado. El Ayuntamiento trabaja para hacer un centro de interpretación en el búnker cercano a la iglesia, uno de los más grandes que se conservan, y señalizar la ruta. Será un camino de senderismo apto para principiantes que en ocasiones va acompañado por el río Perales, donde hoy sí existe una ruta balizada: la de los molinos. Son instalaciones medievales que se servían del cauce para dar fuerza a las prensas y moler el grano. Hay siete en distintos estados de conservación, en un trayecto de unos cinco kilómetros.

A quien no le guste andar, siempre puede hacer la ruta imperial, que une los pueblos de la zona que conservan monumentos relacionados con el monasterio de El Escorial. La aportación de Navalagamella, con su iglesia de Nuestra Señora de la Estrella, bien de interés cultural, no tiene nada que envidiar a sus vecinos.

Apuntes de viaje

- A Navalagamella se llega en los autobuses 642, 641 y 669, que salen desde el intercambiador de Moncloa.

- Una de las grandes aficiones del pueblo es la colombofilia, por lo que no es raro ver competiciones

de palomas en su cielo. También abundan las águilas y los buitres.

- El embalse de Cerro de Alarcón es una de las joyas del pueblo.

- La estación espacial de Fresnedillas, que se comunicó con el Apollo 11 cuando el hombre pisó la Luna por primera vez, está realmente en el término municipal de Navalagamella. Hoy es una instalación del CNI plagada de gigantescas antenas.

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Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

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