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Crítica:TEATRO | PAISAJES EN TRÁNSITO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Silencio, se juega

Javier Vallejo

No se dejen engañar por su título, solemne y poco adecuado para un espectáculo que es puro juego. Patrick Murys, su artífice, tiene la imaginación intacta de un niño libre de vigilancia paterna. Solo en escena, crea un universo entero con unos pocos objetos de madera de aspecto añejo y se desdobla en un ramillete de personajes inquietantes que viven historias mudas cuyo significado queda abierto a la libre interpretación del respetable.

Si les gustan que les den las cosas masticadas, aquí lo llevaran crudo. ¿Quién es esa quimérica criatura errante de tres metros de altura, condenada a encontrar maletas añejas allá por donde camina y a acarrearlas sin pausa? Lo ignoramos, pero nos trae el eco de mil viajes, de cien mudanzas y de aquellos polacos exiliados que antes de la caída del muro de Berlín abarrotaban los pasillos del expreso Paris-Moscú con centenares de bultos enormes inverosímilmente embalados que enviaban a su parentela.

PAISAJES EN TRÁNSITO

Autor e intérprete: Patrick Murys. Producción: Circolando. Teatro Pradillo. Del 6 al 9 de julio.

Paisajes en tránsito es teatro de objetos enriquecido por el excelente trabajo interpretativo de Murys, actor de larga trayectoria, que ha preparado un arsenal de sorpresas bien dosificadas. Una desgastada maleta de cuero a la que le coloca un cencerro se pone a saltar entre sus manos como una res brava: cuando le cuelga esquilas a las otras, consigue crear la ilusión de que juntas forman un animado rebaño pastando sobre la paja que antes sacó de su interior para esparcirla en el imaginario redil delimitado por una vía férrea circular de juguete.

Aún con alguna caída de ritmo, el trabajo de manipulación del actor francoperuano producido por la compañía portuguesa Circolando es magnífico. Su polisémico relato, inspirado en textos de Jorge Semprún y Primo Levi, se despega de su origen con chispazos humorísticos y escenas amables, sin apagar por ello un ruido de fondo inquietante. Es un buen comienzo para Pendientes de un Hilo, festival de teatro visual, títeres y objetos.

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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